Skip to content

Ciencia y espiritualidad (La Vanguardia debate)

La nueva espiritualidad / Ciencia y espiritualidad en el siglo XXI.

SALVADOR JUNCA PIERA – 25/08/2001

Existe un cierto estado de opinión según el cual la ciencia y la religión son dos mundos, por alguna razón, enfrentados o incompatibles. Algunos creen que las religiones son el último reducto de pasadas épocas de superstición, mientras que muchos creyentes perciben la ciencia como una amenaza a su fe.

Y aunque los hechos no refrendan estas opiniones tan simples, hay que reconocer que ha existido y existe un claro enfrentamiento entre razón y religión desde el renacimiento, en los límites de lo que llamamos mundo occidental. Y ello es debido a la confluencia de ambos ámbitos de conocimiento en el mismo objetivo: vertebrar la sociedad. Ha habido, y todavía hoy se percibe, una lucha de poder para dirimir quién está legitimado para dar explicaciones de qué somos, cómo debemos comportarnos y de qué manera se mantiene a la cultura cohesionada.

Desde antiguo, en el seno de sociedades estáticas de corte agrario y ganadero, fue la religión la que se encargó de dar sentido a las cosas tal como eran. Pero en la actualidad, cuando las sociedades sobreviven de crear conocimiento, de forma global y con procesos de cambio continuo, son la ciencia y la tecnología las que han tomado el relevo de los antiguos mitos religiosos.

En este sentido, hay que admitir que las religiones tienen la partida perdida porque es bastante evidente que las sociedades postindustriales son alérgicas a someterse a creencias reveladas si tienen que crecer y desarrollarse. Las iglesias combaten este empeño y es posible que sobrevivan como instituciones, pero su mensaje cultural habrá perdido todo prestigio.

Pero este mensaje explícito de las grandes religiones se refería también, de forma simbólica, a un género de experiencias espirituales que no tienen aplicación práctica para sobrevivir y se refieren al conocimiento de la realidad como algo global, único, inefable y cierto, conocimiento obtenido por vía intuitiva después de arduos esfuerzos por disciplinar la mente y el sentir.

Este tipo de conocimiento, religioso o místico, se consigue cuando la conciencia se posa sobre ¿lo que hay¿ sin estar gobernada por la egocentración. Normalmente, construimos el mundo que vemos en función de la satisfacción de nuestras necesidades y el constructor es lo que llamamos ¿yo¿. El progresivo olvido del yo, mitigando sus ansias de tener y de ser por encima de todo, es el eje del camino religioso, y las tradiciones han sugerido medios muy parecidos para lograr su silenciamiento.

La aportación de la religión al hombre actual sólo puede basarse, pues, en las enseñanzas de los grandes maestros espirituales, quienes facilitan este acceso ¿sin creencias ni sumisiones intelectuales¿ a la contemplación silenciosa del misterio de lo que hay, empezando por sí mismo. De esta experiencia interior, que en el pasado fue patrimonio de pocos místicos, se derivan personas con la calidad suficiente para discernir los caminos que debe tomar toda actividad humana. La solidaridad, la libertad, la justicia y el respeto por el medio ambiente son valores que surgen con naturalidad de la experiencia espiritual.

Ciencia y religión constituirían, pues, miradas complementarias sobre una misma realidad y pueden colaborar en la construcción de un futuro que se avecina complejo y peligroso y que va a precisar el máximo esfuerzo no sólo de la razón, sino también de la iluminación ética del espíritu humano llevado hasta sus límites ¿divinos?
.
SALVADOR JUNCÀ, ingeniero industrial. Centro de Estudios de las Tradiciones Religiosas

Volver arriba