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El bypass espiritual

Selección de: Mariana Caplan. Con los ojos bien abiertos: la práctica del discernimiento en la senda espiritual. Kairós, 2010. 342 p.

Es ingenuo creer que la entrega incondicional a un camino de crecimiento espiritual implica necesariamente que cada vez experimentaremos una mayor paz, tranquilidad, armonía y suerte, y que, si practicamos de manera diligente y sincera, acabaremos liberándonos del sufrimiento que aqueja al resto de la especie.

Y por cierto que, en algunos casos, esto pueda resultar, nos hallamos, una vez más, ante las inmensas fuerzas del condicionamiento que, muy a menudo, se extienden mucho más atrás en el tiempo de lo que nuestro intelecto pueda llegar a concebir. Y, si nuestro objetivo es el de descubrir la verdad, el camino debe traer a la superficie todo aquello que, en nuestro interior, sea falso. La práctica espiritual y la vida van sosegándonos y favoreciendo, de ese modo, la emergencia del discernimiento espiritual. (190)

La psicología se orienta a corregir nuestra configuración individual personal. Nos ayuda a entender los “relatos” inconscientes que moran en nuestro interior y se reproducen en forma de pautas limitadoras que, en ocasiones, llegan a se autodestructivas. También nos ayuda a desarticular las estructuras de defensa que erigimos en nuestra infancia que, pese a haber contribuido a nuestra supervivencia física y emocional, han acabado bloqueando nuestro posterior desarrollo y nos impiden abrirnos a nuestras capacidades más profundas. La espiritualidad, por su parte, nos ayuda a descubrir la naturaleza de la mente que, según las tradiciones hindú y budista, es no dual. De este modo nos permite hacer algo que trasciende completamente nuestra historia, abrirnos a las verdades perennes que los místicos de todas las tradiciones han conocido desde siempre. (284)

El psicólogo John Welwood llamó la atención del público occidental sobre el concepto de bypass espiritual para ayudar a las personas a entender los mil modos en que el ego puede servirse de ideas y prácticas espirituales para eludir, en lugar de atravesar, las facetas confundidas, maltrechas e incluso heridas de su psiquismo. El bypass espiritual afecta a todos los niveles del desarrollo espiritual, desde el principiante hasta el yogui avanzado y el maestro espiritual. El acceso a la verdad espiritual puede, cuando no se halla adecuadamente integrada, convertirse en un arma muy peligrosa que nos lleva a soslayar nuestras potencialidades más profundas y a creer que estamos más realizados de lo que, en realidad, estamos. Y es muy probable que, cuando ocupamos una posición de poder, acabemos transmitiendo esta confusión a los demás.

La mente egoica es un mecanismo muy inteligente y no debemos subestimar la extraordinaria inteligencia y absoluta eficacia que muestra en el desempeño de su tarea, para proteger su identidad y oscurecer el reconocimiento de nuestra naturaleza más profunda. En su función gestora, el ego nos mantiene a salvo, organiza nuestra vida, nuestro trabajo y nuestra familia y hasta es capaz de erigir y destruir civilizaciones. Aunque uno de los objetivos de toda tradición espiritual esotérica consista en liberarnos de las garras de la identificación y del dominio egoico, debemos entender que se trata del mismo mecanismo que pone en marcha y nos orienta a lo largo del camino espiritual.

Esto significa que, quienes han emprendido seriamente una práctica espiritual, se encuentran metidos en un auténtico problema, porque deben examinar y trabajar con el mismo ego que moviliza y sostiene su práctica. Mientras que el alma vive la gloria de la conciencia de su naturaleza más profunda, el ego experimenta simultáneamente la posibilidad de la transformación como una auténtica amenaza de muerte. Es entonces cuando, en un movimiento muy inteligente, asume el lenguaje y los conceptos de la verdad y de la transformación para impedir, –en nombre de la verdad,  según dice- esa transformación. Su misma estructura de defensa, que hemos calificado como espiritualización del ego, está compuesta de conceptos, ideas y hasta de imitaciones improvisadas e inconscientes de auras, energías e intuiciones espirituales. Éste es el dominio al que se dirige el bypass espiritual. (160-61)

(…)      Resulta ingenuo suponer que, por el hecho de haber tenido varias comprensiones duraderas, la conciencia ha llegado a todos los rincones de nuestro psiquismo. (…) No es frecuente que la conciencia asuma la tarea, tan necesaria como humilde, de aprender a sentir y digerir el sufrimiento psicológico o los complejos retos que implica enfrentarnos a las relaciones humanas, el odio hacia sí mismo, la vergüenza, la sexualidad y la intimidad con los demás. Es cierto que la comprensión espiritual puede modificar nuestro condicionamiento psicológico, pero tal cosa no siempre ocurre. Y es que, cuando todavía ignoramos el modo de manejar adecuadamente nuestro psiquismo, es nuestro psiquismo el que nos maneja a nosotros.

Muchas personas han llegado inconscientemente a la vida espiritual en un intento de trascender el doloroso sufrimiento provocado por el condicionamiento infantil. Y lo cierto es que, en muchos casos, el trabajo de transformación puede contribuir a aliviar ese sufrimiento. Cuando aprendemos el modo en que funciona el condicionamiento mental desarrollamos la capacidad creciente de observar y desidentificarnos de las incesantes repeticiones de pautas de pensamiento y de advertir que no somos nuestra identidad percibida ni nuestra historia familiar. pero existe una línea muy fina entre el ejercicio del necesario proceso de desapego y caer en una desidentificación neurótica de la vida, que no es tanto una manifestación de la claridad espiritual como un mecanismo protector basado en el miedo. (…) ¿Utilizamos, por ejemplo, la práctica de la meditación para escapar de la vida o nos sirve, por el contrario, para zambullirnos más profundamente en ella? ¿Utilizamos los conceptos espirituales para eludir el sentimiento o para profundizar nuestra capacidad de sentir?

(…) Si, comprometidos con el camino, no corregimos estas cuestiones, nuestra realización espiritual será incompleta y distorsionada y las cuestiones que hayamos soslayado quizá regresen, para reclamar nuestra atención, en los momentos habitualmente menos adecuados. (161-167)

Nos resistimos a mirar nuestra oscuridad porque tememos que, en el caso de hacerlo, acabaríamos destrozados. Pero lo cierto es exactamente lo contrario porque, cuando vemos nuestra oscuridad, lo único que se rompe es nuestra identificación con ella, lo que nos convierte en seres humanos más auténticos y completos. (…) El ego, como ya hemos dicho, está programado para ocuparse de nuestra supervivencia y se erige, durante nuestra infancia, en torno a una serie de mecanismos de defensa para protegernos de las circunstancias, de los sentimientos y de ciertos aspectos de la realidad que, durante ese estadio del desarrollo resultarían, en caso contrario, demasiado difíciles de soportar. Y como su función es la de mantener el equilibrio del falso yo, el ego equipara la verdadera transformación a la muerte. Pero lo que en tal caso muere no es el cuerpo físico, sino un sistema de creencias limitado sobre lo que somos. Sin embargo, el ego no lo entiende así e interpreta la transformación derivada del enfrentamiento con la sombra como si de una muerte se tratara. Ignorante, no obstante, de la imposibilidad de acceder a la luz sin acceder también a nuestra oscuridad, la mayoría de la gente incurre en el error de mantener cerrada la caja, condenándose a una vida mediocre y en la que sus potencialidades más elevadas permanecen inéditas. (235)

La madurez espiritual no depende de la edad ni del tiempo que llevemos en el camino, sino que es el fruto de la decisión interna de cultivar la gratitud como forma de estar en el mundo. (321)

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