Es un texto importante del budismo Mahayana inicial, escrito hacia el siglo IV de nuestra era que tuvo gran influencia en el desarrollo del budismo en China, el Tíbet y en Japón, convirtiéndose en uno de los fundamentos del budismo Chan. Aborda el reconocimiento del mundo objetivo como una visión, como una manifestación de la mente: todos los fenómenos son vacíos, huecos de entidad y ilusorios. Con este conocimiento se llega a comprender que nada ni nadie nace, vive y desaparece. Es debido a la memoria, la imaginación, el razonamiento y las afecciones, que damos por real el mundo que modelamos. Todo está vacío de sustancia, también la propia mente y la personalidad.
Es un texto importante del budismo Mahayana inicial, escrito hacia el siglo IV de nuestra era que tuvo gran influencia en el desarrollo del budismo en China, el Tíbet y en Japón, convirtiéndose en uno de los fundamentos del budismo Chan. Aborda el reconocimiento del mundo objetivo como una visión, como una manifestación de la mente: todos los fenómenos son vacíos, huecos de entidad y ilusorios. Con este conocimiento se llega a comprender que nada ni nadie nace, vive y desaparece. Es debido a la memoria, la imaginación, el razonamiento y las afecciones, que damos por real el mundo que modelamos. Todo está vacío de sustancia, también la propia mente y la personalidad.
Este texto budista del siglo I a.C., uno de los sutras fundamentales de la escuela Mahayana plantea de manera concisa, en 302 versos, su perspectiva sobre lo que es la cualidad humana profunda y sobre su cultivo. Tiene el interés de que de él se pueden extraer aclaraciones aptas para la sociedad actual, 22 siglos después de su aparición y situada a 7.500 km de distancia.