José Manuel Bobadilla Somos un animal con un doble acceso a la realidad. Un acceso relativo a las necesidades humanas dominado por las formas y otro no relativo a las necesidades humanas y liberado de las formas. Uno de nuestros principales sentidos, como animales depredadores que somos, es la mirada. Mirar el mundo es una forma de sentir el mundo y, por tanto, dependiendo de como lo miremos, nuestro sentir estará condicionado a ello. Miramos el mundo desde un lenguaje concreto y actualmente, el lenguaje que da forma a nuestra mirada, es el lenguaje abstracto de las ciencias y las tecnologías. Nuestra forma de mirar el mundo está construida desde la técnica; una mirada que instrumentaliza el entorno y nos impide volver a las cosas de una manera limpia, es decir, liberada de las formas en las formas.
En las sociedades de conocimiento, el dominio de lenguaje abstracto construye la barrera científica y tecnológica que nos dice que una flor es simplemente una flor, o como mucho, nos proporciona una mirada biológica de la flor. En ella no vemos el misterio de los mundos porque nuestro mirar está encerrado en el prisma científico y tecnológico.
Las dos grandes posibilidades humanas
Sólo hay dos grandes posibilidades para nuestro linaje:
La primera es que el fuego y la sed del deseo, con su compañero inseparable, el temor, dirijan nuestras vidas. En ese caso, las expectativas orientan todo nuestro vivir. Pero las expectativas o no se cumplen o defraudan cuando se realizan, porque siempre prometen lo que no pueden cumplir. ¿Por qué siempre defraudan? Porque son sólo representaciones nacidas de nuestros deseos y temores y lo real no se corresponde con esas esperanzas de nuestra mente y nuestro corazón. Lo real es completamente “otro” con relación a nuestras pequeñas medidas.
El resultado de la persecución del deseo y sus expectativas es el infierno. Dicho con otros términos: la frustración, el desengaño, la desesperación; el alejamiento de la fuente del ser, de la paz y del gozo.
[1] Rumí: Mathnawî. Madrid, 2003, Editorial Sufí, Tomo I, pg. 77.
La segunda posibilidad arranca del fuego y la sed del deseo pero intenta una y otra vez escapar de ellos. A esos intentos repetidos y sinceros termina por advenirle el don del conocimiento que libera del fuego y de la sed, y reconduce a la fuente de toda realidad.
Esta doble posibilidad puede expresarse en otros términos.
La primera posibilidad: De la fuente del ser proviene una atracción que opera cuando se gusta su sabor. Quien sigue la huella de ese sabor sutil puede escapar de la urgencia de la sed del deseo. Así, usando símbolos milenarios, se escapan del infierno y entran en el paraíso de Dios.
La segunda posibilidad: La atracción que proviene de la fuente del ser es recubierta por las expectativas de la sed. Parece tener la consistencia de la fuente, pero es perecedero y vacío como la expectativa que lo encubre.
Dice Rumí:
Guárdate de que el adorno te aparte del camino recto, y de que la falsa imaginación te arroje al pozo. [1]
[1] Rumí: Mathnawî. Madrid, 2003, Editorial Sufí, Tomo I, pg. 77.