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Las habitaciones de la casa del ego

(extracto de: Por los caminos del silencio)

El ego es como un hogar con dos tipos de habitaciones:

-las habitaciones de atrás, donde se guardan los recuerdos

-y las habitaciones de delante, donde se sitúan los proyectos.

Cuando uno es joven, en su casa no hay casi habitaciones de atrás. Cuando uno es viejo, no le quedan apenas habitaciones de delante.

 

 

La casa, con las habitaciones de atrás y las de delante, crea la ilusión al ego de ser una entidad diferenciada y autónoma.

Por ello, el yo es un personaje que no sale de casa, porque si sale de casa, se diluye como una niebla de verano.

Todo su quehacer es transitar por las habitaciones de atrás o por las habitaciones de delante; más por las habitaciones de atrás, si es viejo, más por las habitaciones de delante, si es joven.

Todo su presente es ese deambular entre habitaciones.

 

Todas las ocupaciones de ese personaje, sean actuaciones, pensamientos o sentimientos, tienen que ver con recuerdos y con proyectos.

Si no sale de casa, vive un mundo pequeño de ambiente enrarecido.

Si sale de casa, tiene que abandonar las habitaciones de atrás, los recuerdos, y las habitaciones de delante, los proyectos; y, sobre todo, debe abandonar su ocupación habitual: deambular entre las habitaciones.

Pero cuando sale de casa, desaparece como un sueño.

Si logra salir de su amado hogar y quiere mantenerse fuera de casa en el inmenso mundo, tendrá que evitar cuidadosamente los recuerdos y los proyectos; si no lo hace, volverá a encontrarse de nuevo en el caserón de siempre, pensándose otra vez como si fuera una entidad.

No hay ninguna realidad independiente a la que podamos llamar “yo”



El Yoga Vâsishtha dice que “no hay ninguna cosa independiente a la que podamos llamar “yo”.

Quien comprende eso “ve en su propia realidad y no se manifiesta nunca más como sentimiento de ego, sino como realidad infinita”. 1

 

El trabajo fundamental es comprender, hasta llegar a percibir, que no hay ninguna cosa independiente a la que podamos llamar “yo”. Quien comprende eso, permaneciendo lúcido y sin venirse abajo, verá fácilmente la realidad sin fronteras de lo que hay y se quedará sin posibilidad alguna de mantener el sentimiento del ego.

 

 

La vaciedad de la personalidad

 

Quien se analice con cuidado comprenderá que él, como individuo, en su personalidad, en su peculiaridad más propia, es el fruto de una trama más o menos compleja de influjos y causas.

También comprenderá que cuando actúa, piensa y siente, lo hace determinado por esos influjos, siguiéndolos dócilmente o enfrentándose a ellos.

Nada en uno mismo, ni lo más íntimo, ni lo más personal y exclusivo queda fuera de esas redes de causas, ni nada es libre de ellas, ni siquiera nuestra más propia y exclusiva auto conducción.

Quien vea esto con toda claridad y radicalidad, comprenderá igualmente claro que el yo, la personalidad, la individualidad única de uno mismo, está vacía de entidad propia, es sólo un cruce de las líneas de una red.

Las tramas de causas que construyen un yo, se anudan en cada individuo, pasan por él y se anudan de nuevo en otros individuos en formas siempre diversas. Ningún yo se escapa de ese anudar y desanudar. Nada hay en los individuos que no sean los cruces e interacciones de esas redes de causas. Por eso los egos, en cuanto estructuras y operaciones de deseos, están vacíos de existencia propia.

 

No hay diferencias

 

Si la Realidad no es algo particular, no hay diferencias. Hay diferencias si hay seres particulares reales; pero no las hay cuando todo está vacío de realidad propia.

Todo son los gestos de la danza del Absoluto. Todos los gestos no tienen más realidad que la del que danza.

Todos los gestos no tienen otra pretensión que decir al que danza. Si todo dice lo mismo, si todo tiene la misma realidad, ¿qué diferencia hay entre esto y aquello?

Aunque las manifestaciones sean diferentes, todas ellas hablan de lo mismo. Todas las manifestaciones ponen ante los ojos y el corazón una única y misma Realidad. Todas las formas ponen ante los sentidos lo que es toda forma, porque no es ninguna particular.

 

 

La conciencia de la inexistencia del yo

 

Dice David Loy 2 que “es muy posible que la mejor definición de Nirvâna sea la de que se trata de un estado en el que se llega a realizar la inexistencia del yo”.

 

Mi mente se mueve entre los recuerdos y los proyectos. El movimiento que va desde los recuerdos hacia los proyectos es el presente. El pasado está ya vacío de entidad; los proyectos del futuro están también vacíos, porque todavía no tienen entidad. El punto de roce entre esos dos vacíos es el presente.

Mi identidad está formada por el hatillo formado por el manojo de nadas del pasado y el manojo de nadas del futuro. Lo que liga esos dos manojos vacíos es el presente. Sólo ese hatillo es mi identidad.

Si, como aconsejan los sabios, concentro mi mente en el presente, lograré que se silencie el discurso sobre la nada del pasado y que se silencie el discurso sobre la nada del futuro.

Cuando el presente pierde esos dos discursos, o porque los silencia o porque comprende que ambos son vacíos, la conciencia se aterra porque, aun sabiéndose conciencia y sentir, pierde su identidad.

Dicen los sabios que entonces es el momento de no ceder ni tener miedo; entonces es la hora de abandonar la resistencia y dejarse caer en el vacío completo de la propia entidad. Eso es la liberación, eso es el Nirvâna.

Mi pasado está tan muerto y vacío como mis amigos y colegas ya difuntos. Mi futuro está tan vacío como la tumba próxima que me espera. Si pasado y futuro son así, ¿dónde está la consistencia en la que, en el presente, pongo mis pies?

Mi presente se apoya en un sueño (el pasado) para apuntar a un sueño (el futuro). Lo que va de sueño a sueño es un sueño. Esa es mi identidad.

 

[…]

Cuando dejo de identificarme con mi individualidad porque comprendo con claridad que no es ella lo que realmente soy, me convierto en testigo del gran río de la existencia y de la vida.

Cuando advierto que, aunque sin ser realmente ningún yo, soy algo que no es mente pero que es luz, algo que no es este cuerpo pero que es capaz de conmoverse;

cuando advierto la luz y la conmoción que hay en mí cuando el yo y el mundo se han fundido en una unidad, entonces se revela lo que hay:

una Luz y una Conmoción en el seno de la Unidad;

una Luz y un Calor que ya estaban presentes en el inicio del cosmos y que ni nace ni muere.

Eso es lo que hay y lo que soy: la Gran Unidad, el Gran Testigo, el Único, el Manifiesto, el Patente, el Poder, la Fuente, “Eso-no dual”.

1 Yoga Vâsishtha: un compendio. Madrid: Etnos, 1995. pg. 181.

 

2 D. Loy: No- dualidad. Barcelona: Kairós, 2000. Pg. 206-207.

 

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