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»Intentar comprender el mundo es un tipo de amor»


Adam Zagajewski, poeta y ensayista polaco

«63 años. Nací en Lvov (hoy Ucrania) y vivo entre Cracovia y Chicago. Estoy casado y tengo una hija. Este mundo complejo nos enfrenta a emociones rápidas como el odio y el chovinismo; deberíamos ser lentos y racionales. Constantemente busco algo superior, que creo existe.»

IMA SANCHÍS – LA VANGUARDIA – 23/03/09

Buscar resplandores

Pasó fugazmente por Barcelona para participar en el ciclo Europa eslava y su literatura (CaixaForum), y cada respuesta la pensó dos veces. Considerado por muchos una de las voces contemporáneas más relevantes, ha vivido en París y en EE. UU., pero jamás ha abandonado su lengua polaca. Sus libros de poemas y ensayos, traducidos al español en su mayoría por Acantilado, han recibido numerosos premios. Para él, la poesía es la búsqueda de resplandor, ese algo que hay más allá de las palabras: «…Se transmite alguna experiencia que está antes de las palabras, ¿cómo?…, a través de los agujeros que hay en las palabras». Se comprende que sea breve en sus respuestas y más dado a los silencios.

¿Qué poema ha cambiado su vida?

To go to Lvov (ira Lvov), un poema bastante violento que habla sobre una ciudad que ya no existe pero que estaba en la memoria y en el día a día de mi entorno.

Lvov, la preciosa ciudad donde nació…

Sí, pero cuando yo tenía cuatro meses la población fue expulsada porque Lvov fue incorporada a la URSS, y se convirtió en otra.

Su familia pertenecía a la intelligentsia.

Sí, procede de la pequeña nobleza rural que, hace mucho, mucho tiempo, perdió sus propiedades. En 1945 todos hicieron las maletas: primos, abuelas, tíos, vecinos…, y la gran mayoría se reencontró en Gliwice, una antigua ciudad alemana que Polonia acababa de anexionarse.

¿Qué clase de ciudad era aquella?

Peor, eso decían los mayores. Era la ciudad peor. Mi madre lloraba al caminar por sus calles. Era fea, industrial. Allí nuestros viejos perdieron la memoria, asombrados por el lugar donde les había tocado morir.

¿Y cómo vivían esa ciudad peor los niños como usted?

Oía hablar tanto de la extraordinaria Lvov que del lugar que habitaba sólo tomaba lo imprescindible para vivir. Eso me convirtió en una persona sin hogar. Pese a haber llegado a los cuatro meses a Gliwice, para mí también la vida se dividía entre antes y después de Lvov. Pero era feliz jugando entre las ruinas: ese es mi recuerdo más importante.

¿Qué le hizo a usted poeta?

Esos momentos extraños de éxtasis.

¿. ..?

Debía de tener entre 15 y 17 años cuando se dio el primero. Eran momentos de felicidad extrema, pero no de felicidad personal. Percibes y sientes el mundo, y todo acaba teniendo un significado muy fuerte, porque habitualmente el mundo no nos habla, pero sí entonces. Yo todavía no escribía y no sabía qué hacer en esa situación, pero con los años esos destellos se convirtieron en momentos para la escritura.

Entiendo que se le han repetido.

Sí, vuelven de vez en cuando.

¿Cómo se los explica?

Es una combinación de felicidad inesperada y de una comprensión muy intensa de lo que nos rodea. Pero no es tan raro, prácticamente todo artista ha vivido momentos similares, son la base psicológica del arte.

¿Qué ha buscado usted en la vida?

Esos momentos. El problema es que cuando no se producen no entiendo nada, estoy totalmente perdido, por lo tanto estoy siempre intentando encontrarlos.

¿Qué ha querido entender?

Todo, la condición humana, Dios… Mi niñez transcurrió en un lugar muy provinciano y tenía muchísima curiosidad sobre el mundo, todo me interesaba.

Hablemos de los sentimientos.

El amor entre los seres humanos es el sentimiento omnipresente, eterno y quebradizo. Pero también está el amor intelectual: intentar comprender el mundo es también un tipo de amor.

¿Qué ha sido lo más difícil en su vida?

He tenido momentos de melancolía, y los defino así porque no me gusta la palabra depresión. Periodos en los que esos instantes de revelación no vienen, en los que estoy perdido y no hay descubrimientos.

¿Existía el Mayo del 68 en Cracovia?

Sí, de hecho el movimiento en Cracovia se produjo en marzo, hubo una revuelta en contra del sistema comunista y, por supuesto, no tuvo ningún éxito. Yo participé distribuyendo panfletos.

¿Tuvo que exiliarse?

Nadie descubrió mis actividades políticas.

¿Entonces por qué se fue?

Por una mujer con la que quise reunirme en París. Cuando ocurrió iba a cumplir 40 años. Para mí fue muy irracional abandonar mi país, no tenía ninguna perspectiva económica en Francia, podía haber sido un acto de distracción, pero no lo fue y construí toda una vida.

Me sorprende que diga que podía haber sido un acto de distracción, usted no es un ingeniero, es un poeta.

Bueno, mi padre era ingeniero, así que algo me habrá inculcado de sentido común.

¿Hay algo que se parezca a un destino?

Sí, aunque no sabemos lo que es, mirando hacia atrás vemos que ha habido un cierto destino, pero no podemos decidir de un día para otro cuál va a ser nuestro destino.

¿Cuál ha sido el eje de ese destino?

Poesía, amor y viajes.

El 11-S le lanzó al mundo.

Algunas de mis obras se habían traducido en Estados Unidos, pero no era un poeta conocido. El periódico The New Yorker publico un poema mío en su contraportada, Trata de cantar al mundo mutilado,donde únicamente aparecían viñetas y parodias. Así me convertí en un poeta relevante.

¿De dónde salió ese poema?

Lo había escrito tiempo atrás, se refería a mi infancia. En él digo que hay que alabar el mundo mutilado, la esencia de mi infancia, las ruinas, ¿recuerda? Eran algo fantástico.

¿Cómo entiende la poesía?

La poesía es el sentimiento de que hay algo más profundo, es una especie de shock repentino de la comprensión, es el sentimiento de que el mundo es mucho más profundo y contradictorio. En cierto modo, la poesía es estar enamorado de lo dramático de la vida.

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