Marià Corbí La preocupación del autor, como ya ha mostrado en los anteriores volúmenes de la colección, es la investigación de los sistemas axiológicos que corresponden a las sociedades de conocimiento. El éxito de este nuevo tipo de sociedades dependerá directamente de la construcción de sistemas axiológicos adecuados a las nuevas formas de sobrevivir. De no acertar en esa construcción, las sociedades de conocimiento pueden llegar a no ser posibles y dañinas. En esta situación el cultivo de la cualidad humana se impone como condición imprescindible. En este volumen, se presta especial atención a la diversidad de facultades preponderantes en el cultivo de la cualidad humana y la cualidad humana profunda, constatando que hay dos grandes maneras contrapuestas de concienciar y practicar ese cultivo: unas tradiciones lo hacen preponderantemente desde la mente y otras desde el cultivo preponderante del corazón, del sentir. Podrá constatarse como ninguno de los dos bloques es superior a otro, son simplemente distintos y llegan a las mismas conclusiones, aunque, naturalmente, con distintas formas. Explorar estas dos modalidades en paralelo supone hacer un ejercicio de flexibilización, muy necesario para poder conseguir libertad respecto a los distintos sistemas de figuración.
La séptima dirección: el cultivo de la interioridad
La séptima dirección: el cultivo de la interioridad
Autoras: María Fradera, Teresa Guardans
Edición: Bubok, 2009. 108p.
Precio: 10€
venta del libro y descarga del pdf gratuita
(también edición en catalán)
Para ayudar al desarrollo interior de niños y niñas será necesario el cultivo de aquellas capacidades que permiten recorrer los caminos de la sabiduría. Desde esta convicción (y años de experiencia pedagógica) este pequeño libro ofrece orientaciones y ejemplos prácticos para el trabajo de la atención sostenida, el silencio interior, el interés por la realidad, la interrogación, la gratuidad… Un conjunto de propuestas pensadas para poder ser adaptadas en entornos educativos variados (escuela, ocio, familia…), y que tienen por objetivo favorecer aquella “séptima dirección” –la de la sabiduría- que según cuenta la tradición del pueblo lakota, apunta hacia el interior del ser humano.
INTRODUCCIÓN
Cuentan los indios lakota que cuando Wakan Tanka hubo dispuesto las seis direcciones (el Este, el Sur, el Oeste, el Norte, arriba y abajo), quedaba todavía por fijar la séptima. Wakan Tanka sabía que esa última dirección –la de la sabiduría- sería la más poderosa, y quería situarla donde no fuera fácil dar con ella. Por ello eligió un lugar en el que no suelen pensar los seres humanos: el corazón de cada uno. Desde entonces ésa es la dirección de la sabiduría.
Seis son las direcciones de la necesidad. La séptima, la de la gratuidad.
Seis direcciones nos facilitan todo lo que necesitamos para sobrevivir: unas direcciones que dan forma al mundo y a las capacidades de los seres vivos.
La séptima es otro cantar: es una invitación, una puerta abierta, una posibilidad viva. La séptima es poderosa, es transformadora.
Desde el mismísimo nacimiento desarrollamos el arte de proveernos para satisfacer las necesidades: necesitamos alimentos, ganarnos un lugar, cobijo, reproducirnos, reconocimiento…, ¡siempre nos hace falta algo! Es lo propio de los seres vivos.
Cada una de nuestras facultades puede quedar totalmente ocupada y limitada en procurarnos provisiones: mirar para…, leer para…, buscar para…, investigar para…, Estudiar para…, amar para…, dar para… Con la atención focalizada hacia el objetivo a
alcanzar. Desde la perspectiva de la necesidad, cada uno de nosotros convierte la realidad en un escenario y se sitúa en el centro en actitud recaudadora, de cacería, exactamente en medio. Hay, sin embargo, más posibilidades. Desplazando el punto de vista, así como quien no desea nada, mirando como quien no pretende nada… ¡es posible que nos llevemos alguna sorpresa! Los mismos tonos, las mismas personas, los mismos sonidos… pero todo ha cambiado.
Nada es como era. Como cuando movemos el punto de enfoque de la cámara fotográfica y lo que sólo era un fondo borroso pasa a mostrarse nítido, vivo. Con profundidad. Bello. Misterioso. Pleno. De repente, cada cosa cuenta, nada es insignificante. Ya nada forma parte de un decorado inerte. Ni siquiera nosotros mismos. Todo adquiere dimensiones insospechadas.
Desplazarse, dejar de ocupar el centro (de atención), tratar con la vida poniendo entre paréntesis nuestro juego de necesidades, equivaldrá a «dejar ser» a la realidad. Un «dejar ser» que da paso a la admiración profunda, a la interrogación, a la veneración. Hablar en
términos de una nueva «dirección» es una buena imagen: la dirección de la sabiduría, la que reorienta las capacidades en un sincero interés –distinto de aquel interés que se rige por unas expectativas–. Y desde ese interés sincero, la realidad muestra su rostro inefable, absoluto… El interés sincero es sincero amor, y el amor es corresponsabilidad. No se trata pues de una orientación añadida a las demás, con nuevas tareas, sino de un cambio de perspectiva que transforma, que genera una modificación profunda en la vida misma (el ámbito de aquellas otras «seis direcciones»…). Vivir pasa a ser, verdaderamente, otra cosa.
Es la séptima dirección, la que nos permite ser, en verdad, seres humanos. Una dirección –en cierto modo– escondida, una dirección que hay que encontrar…