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Los maestros de la otra dimensión del silencio

 

El camino que enseñan los Maestros, que es el camino al silencio, es un “no-camino” porque el camino al “Sin forma” no tiene forma. Se va al silencio por el silencio. Los caminos que los maestros dibujan en el suelo de las formas con sus recomendaciones y sus métodos, sólo tienen la finalidad de invitarnos a “atinar a caminar” por la vía sin forma del silenciamiento completo.

La vía que enseñan los Maestros no pasa por la sumisión a doctrinas. No predican sumisiones a formas sino el silenciamiento de toda forma que conduce al Absoluto. Los Maestros caminan por donde no se puede dejar huellas. Las vías que recorrieron son como las estelas en el mar.

La vía del silencio requiere la máxima iniciativa; es una indagación personalizada. Una indagación que ha de ir creando personalmente cada pedazo de tierra donde poner los pies. Esa tierra que paso a paso va creando es suficiente únicamente para su propio pie. Nadie jamás podrá poner el pie en ese lugar. Los caminos que hay que recorrer son irrecuperables, no se pueden recorrer una segunda vez.
El camino que hay que andar va de la egocentración en el conocer, percibir, sentir y actuar, al completo silenciamiento de ese uso egocentrado de las facultades. Es un camino que para cada persona es único y exclusivo y que hay que construir desde dentro.
Los Maestros afirman que quien calla la necesidad, silencia la dualidad que ella genera: sujeto de necesidad / campo donde satisfacer esa necesidad.
Quien calla la dualidad, calla las formas y tiene acceso a “Eso no dual” que es “Sin forma” porque no tiene ninguna de las formas que se le pueden atribuir.

«Declarar que el Absoluto no tiene forma es el propósito principal de las enseñanzas de las Upanishad.» (Brahma Sûtras. III, 1, 4)

«Aquél es infinito, donde nada se ve, nada se oye y nada se sabe». (Chandogya Up. VII, 24, 1)

Sin embargo se le conoce, se le percibe y se le siente en toda forma.

«Se tornó la contraforma de toda forma;
ésa es su forma perceptible». (Br. Up. II, 5, 19)

Cuando la dualidad desaparece, hay conocer, percibir y sentir, pero ya no existe ni el que conocer, percibe y siente, ni lo conocido, percibido y sentido; sólo queda el Testigo, luz solitaria en el océano infinito, él mismo océano de luz.

Como la obra de arte hace patente directa e inmediatamente la belleza, de una forma parecida la persona del Maestro hace directa e inmediatamente patente lo que supone el conocer, sentir y percibir desde el silencio. Si los Maestros no nos pusieran delante de los ojos lo que es el conocer y sentir desde el completo silencio, no tendríamos idea de que tal cosa pueda existir para nosotros.
El Maestro, en su persona, muestra “Eso no-dual y sin forma” que todo es y que yo mismo soy.

Oh, hermano mío, anhela mi corazón aquel verdadero Maestro
que llena la copa del amor auténtico;
bebe de ella y luego me la ofrece.
Es él quien aparta el velo de mis ojos
y permite la verdadera visión de Brahman.
Es Él quien revela los mundos que en Su Ser existen,
y me conduce al deleite de la divina armonía.

El verdadero maestro
es aquel que puede revelar a nuestra visión
la forma de lo Informe. (Kabir)

Los grandes textos religiosos son la prolongación, en el tiempo, de la persona de los maestros; son su espíritu vivo.

Desde esta perspectiva interior y desde una sociedad laica, sin creencias y global ¿qué se entendería por revelación?
Hay revelación cuando una forma, siempre construida desde la necesidad, da expresión, hace patente y presente al “Sin forma”.
Viendo a la persona y la actuación del Maestro, veo, directa e inmediatamente a “Eso no-dual, sin forma”. Lo mismo vale de los grandes textos.
Revelando “Eso no-dual, sin forma” que es la Unidad, revelan el camino a seguir, que es, a la vez, el fin a conseguir; revelan el silenciamiento completo en plena alerta y cómo recorrerlo.
Su persona es la revelación, es la verdad, pero una verdad que no es una formulación sino una presencia que es también el camino.
Los maestros son como copas que dan a gustar el vino de la vida. Sin la forma de su persona, no podríamos llevarnos a la boca el vino sin forma. Somos vivientes y tenemos noticia de las cosas a través de los sentidos. El rostro de los Maestros pone al Absoluto al alcance de nuestros sentidos.

Los Maestros del silencio son sólo los incitadores y los guías de la indagación y creación libre. Jamás son guías al sometimiento. El único sometimiento al que incitan es el sometimiento a la guía interior.
Tanto los Maestros como los grandes textos son el espejo donde se puede reconocer la propia naturaleza original.
Muestran desde fuera lo que hay que reconocer dentro.
Son la gran masa de agua que hace evidente y clara la naturaleza de la gota de agua.
Abren desde fuera el gran libro interior de la guía que hay dentro.
Sus inmensas dimensiones desvelan nuestras dimensiones originales.
Quien reconoce al Maestro, se conoce a sí mismo; y dice una tradición musulmana que se atribuye a Mahoma, que quien se conoce a sí mismo, conoce a su Señor.

Los Maestros son los guías y consejeros del camino. Proponen métodos y procedimientos de silenciamiento, de alejamiento de la egocentración, de acción gratuita y compasiva; pero esos métodos y procedimientos son sólo ayudas para el intento, ayudas para la alerta, para la concentración y la meditación, para el refinamiento y sutilización de la mente y del sentir para hacerse capaces de saltar al “no-camino”.
Ellos y sus textos nos indican qué se puede hacer, cómo hay que preparase, qué hay que abandonar y qué hay que llevar consigo, con qué estado de ánimo hay que caminar, qué se debe evitar, qué riesgos hay que obviar, qué ayudas hay que buscar.
Ellos se adentraron más allá de las fronteras del silencio y volvieron para transmitirnos un mensaje:

Aquel otro mundo,
más allá de las fronteras del silencio,
es el mundo original,
el mundo primigenio.
Y ese mundo original y primigenio,
es este mismo mundo.

Ninguna generación humana ha sido más dichosa y rica que la nuestra. Todos los Maestros religiosos de la historia y todos los textos sagrados de todas las tradiciones están a nuestra disposición. Todos se dirigen a nosotros directamente, nos hablan y si les preguntamos, nos contestan.

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