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MÍSTICA Y SALUD MENTAL


Jordi Font Rodon

El proceso psicológico evolutivo y sano de la experiencia religiosa puede ser la base para alcanzar lo que se conoce como experiencia mística.

En el proceso evolutivo de maduración del ser humano se puede alcanzar niveles psicológicos superiores de religiosidad que trascienden sus propias experiencias,

La experiencia religiosa se basa en el funcionamiento neuronal y psíquico de nuestro cerebro, Ello se pone de manifiesto, cuando se estudian los procesos psicológicos y neurobiológicos en los que se asienta la mística.

[…] Para tratar la experiencia mística tomamos como referentes los místicos cristianos, aunque nuestro estudio convendría según nuestro parecer, a místicos de otras experiencias, en los que la experiencia de fe es fundamental. Y no hay que ignorar que hay experiencias de mística las cuales no se manifiestan por medio de experiencias subjetivas sino que se manifiestan en el amor efectivo de servicio o mediante el desarrollo de actitudes sociales y ética de religiosidad mística

¿Qué entendemos por mística?
Ante todo diferenciamos entre lo que es nuclear en la mística de lo que son los fenómenos llamados paramísticos, fenómenos sensoperceptivos (visiones, apariciones, audiciones, éxtasis, estigmas, etc.), que pueden acompañar o no al proceso místico. Consideramos que no expresan lo específico de la mística que es la maduración psicológica concomitante, antes bien manifiestan aspectos personales de fragilidad o labilidad somatopsíquica que no constituyen lo esencial sino algo accidental del fenómeno místico.

Desde el punto de vista antropológico psicológico proponemos una exposición descriptiva en la que nos fijamos especialmente en las características que en mayor o menor grado de intensidad cualifican la experiencia mística cuando se llega a la culminación del proceso o aún durante el desarrollo del mismo:

– la experiencia mística es ante todo algo que el que lo ha vivido siente como una experiencia singular. Un haber entrado frente a la realidad última. En la experiencia mística religiosa, se trata de algo «visto», «oído», «gustado».
– puede acompañarese de estados peculiares de conciencia, afectar a las funciones cognitivas y sensoperceptivas, a los contenidos del pensamiento y sobre todo a las vivencias afectivas emocionales profundas.
– es inefable, por lo tanto difícil de describir.
– aunque al principio es activa, luego es pasiva, experiencia de despojamiento, con una «pasividad activa» en el sentido de ser una pasividad receptiva.
– es sentida como venida de fuera, no explicable.
– se siente con una certeza de la que no se puede dudar, cuando se experimenta en algunos momentos cumbres. Y deja roturada la conciencia de modo indeleble.
– es iluminadora y en ciertos momentos con una clarividencia superior a cualquier proceso racional.
– ocasiona gozos que no tienen parangón y también sufrimientos amorosos profundos, «noches oscuras».
– va transformando la vida del que la vive, creciendo la buena relación con los demás.
– tiende a vincularse con profundidad amorosa, hasta llegar a la unión con el objeto de relación, la unión con Dios; unión que no es fusión o confusión.

[…] No intentamos agotar la comprensibilidad de la experiencia psicológica mística, ni tan solo intentamos explicar lo que en realidad se produce en la experiencia mística, ni el por qué se produce.

Hacia la experiencia mística
En la experiencia mística se da un proceso que suele tener unos prodromos o comienzos, unas fases evolutivas más o menos apreciables con mucha variabilidad en cuanto a personas y a distintas experiencias, y una culminación con unas características muy marcadas.

Clásicamente son conocidas las etapas de la vida ascética y mística. El proceso psicológico místico se basa en el deseo de Dios, que lleva a quererlo más que a las propias satisfacciones. Este proceso se va fraguando inconscientemente, a la para que va evolucionando el objeto mental interno Dios. En la aparición y desarrollo del proceso místico se halla en todo caso un deseo amoroso que conduce al despojamiento de deseos egocéntricos , ya sean estos deseos sensibles o mentales, a fin de ir al encuentro deseado del otro.

Las renuncias o despojamientos psicológicos están siempre presentes y facilitan al sujeto el abrirse hacia una mayor capacidad simbólica, hacia una mayor creatividad personal.

El deseo amoroso va creciendo hasta alcanzar el deseo de unión con el objeto de relación amorosa puesta en el absoluto de Dios. Este objeto mental Dios, trasciende toda capacidad humana, va más allá, es de un valor no comparable a todos los demás objetos internos y externos, que son inmanentes, que están en nuestro mundo físico.
En la evolución del proceso de crecimiento madurativo es básico el proceso de simbolización psicológica. El deseo místico abre a una nueva creatividad, cognitiva y emocional, de carácter simbólico. En la simbolización intervienen no sólo las capacidades subjetivas sino también el proceso histórico personal del sujeto y el entorno psicosocial religioso, que desde las primeras fases de la vida va estructurando nuevas capacidades, las cuales permanecen en la edad adulta como base de posibles identificaciones. […]

La mística ¡es una experiencia psicopatológica?
Se ha planteado la cuestión de si la experiencia mística es un hecho regresivo. No nos parece acertada la opinión de que la experiencia mística pueda ser expresión de un fenómeno de regresión (R.H. Prince, 1980). La experiencia mística, tal como la entendemos, es un desarrollo psicológico sano, es un indicador madurativo de la experiencia humana.

La experiencia mística no es un retroceso o regresión sino una incorporación o integración madurativa en el Yo, del conocimiento interno vivencial, emocional, del objeto interno trascendente que se ha podido desarrollar, gracias a la capacidad madurativa que pueda asumir los procesos de duelo y reparación y la función de simbolización a través de los procesos reparadores creativos, las «noches » espirituales, lo cual no era posible en etapas más infantiles de la persona.

Podemos decir que la experiencia mística se encuentra en el origen y la culminación del proceso evolutivo de la experiencia religiosa en las diferentes religiones explícitas o en las implícitas que siguen un camino de maduración que no sea psicológicamente aberrante.

(extractos de J. Font i Rodon. «Psicología y psicopatología de las experiencias religiosas y de la experiencia mística» en:  AA.VV. LA ESPIRITUALIDAD DESPUÉS DE LAS RELIGIONES, 2007, pgs. 151-180)

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