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Nada de mí

Liberación de la individualidad. ¿Qué es mi individualidad? Como viviente, mi organismo; como humano, mi sentimiento de ego. Y ¿qué es mi sentimiento de ego? Mi peculiar estructura de deseos, temores, recuerdos y expectativas que se apoyan, fundamentan y se identifican con mi cuerpo. La conciencia-sentir de todo eso, es mi ‘sentimiento de ego’, que es mi individualidad, mi identidad, lo que considero mi personalidad…

Toda esta estructura pivota sobre un cuadro de deseos. Los deseos son pregoneros, para mi mente y mi sentir, de mis necesidades como viviente, en una conformación cultural determinada. Los recuerdos y expectativas son la proyección temporal de la estructura de deseos; proyección hacia el pasado y hacia el futuro. Esa estructura de deseos-temores (todo deseo es inseparable de su contracara, el temor) es el patrón de acotación, objetivación de la realidad y, por tanto, de su interpretación y valoración y, como consecuencia, de todo nuestro actuar.

Por consiguiente, nuestra estructura de deseos construye nuestro mundo. Y dice el Buda, y con él todos los maestros del espíritu, que el mundo que construyen nuestros deseos-temores, con su proyección temporal de recuerdos y expectativas, es un mundo de inquietud y de sufrimiento. El mundo que construyen los deseos de nuestro frágil organismo, del que depende su sobrevivencia en un medio que no actúa a su servicio, es un mundo de inquietudes, temores y sufrimientos.

Es nuestra individualidad la que construye nuestro mundo de sufrimientos y desasosiegos. Donde está la inquietud, no está la paz, ni la felicidad, ni está la completa reconciliación con la realidad tal como viene.

Mi ‘sentimiento de ego’, mi individualidad, mi personalidad es la raíz de mi mundo de dolor interior y exterior. Liberarse de la individualidad es liberarse de la fuente del sufrimiento y de la inquietud.

 

Deshacerse del ego,

sin individualidad,

¿cabe mayor descanso?

Mi cerebro podrido,

¿dónde está mi conciencia?

¿dónde está mi sentir?

En ‘Eso’ creador,

constructor del cerebro

y de este mi organismo.

‘Eso’ es como mente,

se asemeja al sentir,

sin ser sentir ni mente.

‘Eso’ fue mientras era,

‘Eso’ será no siendo.

Lo que era, será.

Nadie vino a este mundo

nadie se irá de él.

Mi ser fue Su existir.

Lo que fue una función

de mi pobre cerebro,

como entidad la tuve.

 

 

Nada de mí

            En mí,

            no hay nada

            de mí.

 

            Mis genes vienen de fuera de mí, son puro azar de una combinación de los de mis padres; los suyos fueron también el azar de una combinación de los de sus padres, y así de generación en generación hasta perderse en el tiempo.

            Luego, en mi cuerpo no hay nada fruto mío.

            Lo mismo que se afirma de mis genes, se puede afirmar de mi yo y su peculiar estructura de deseos, temores y expectativas. También eso es fruto del azar y también se pierde en la bruma de los tiempos.

            La misma consideración se puede hacer de mi identificación con un país o una ciudad.

            La tradición cultural y espiritual en la que me crié y viví, tampoco la elegí yo, ni nadie por mí. También eso viene de las decisiones de mis antepasados, y no de uno en concreto, sino de una cadena de decisiones más colectivas que individuales, más no conscientes que claramente reflejas.

            Mis aficiones y mi profesión también son fruto de un montón de concausas.

            ¿Qué hay de mí en todo esto?

            Sólo soy una confluencia de concausas, que son a la vez confluencia de concausas que, en una cadena, se pierden en la inmensidad de los procesos del cosmos, de la vida y de la cultura.

            El conjunto completo se hunde en un misterio no comprensible para la pobre mente humana.

            Todo esto me somete a un destino inviolable. Incluso los actos y pensamientos que yo vivo como propios, peculiares míos y libres, están regidos por este destino. Tenían razón los clásicos cuando hablaban del destino humano y del destino de cada persona.

            Sólo hay libertad cuando en mí no hay nada de mí. Ese vacío de mí es la distancia completa de lo que doy por mío. Esa distancia completa de mí me libera del destino inviolable.

            Consiguientemente lo que considero mi realidad, no es mía, es Eso que se pierde en los procesos incontables de lo real.

            ¿Qué es Eso que soy y que todo es?

            Indágalo porque está explícito en ti y en todo lo que parece ser.

 

Eso absoluto

¡Cientos de miles de galaxias, que nadie conoció!

¡Millones de soles y planetas, que ningún ojo vio!

¡Centenares de miles de especies de dinosaurios

que nadie su existencia presenció!

¡Tantas especies de animales y plantas

de las que no tenemos noticia!

¡Cuanta delicada flor que nadie admiró!

¡Derroche de belleza, delicadeza y complejidad!

¡Profusión de semillas de vida vegetal y animal

en mares, ríos montañas y llanos!

¡Tantos tesoros microscópicos de vida!

¡Qué infinitud en los cielos y en los átomos!

¡Cuanta grandeza y miseria humana

de la que nadie supo nunca nada!

Quien quiera, puede comprender.

Nada es para nada.

Todo sólo está ahí, gratis.

Todo es absoluto.

¿Tiene algún sentido hablar de sentido?

¿Tiene algún sentido hablar de ‘para qué’?

Sólo existir.

Sólo ser al modo extraño de la conciencia.

Frente al existir absoluto de todo,

¿quién es?

En la flor que luce su hermosura y muere,

¿qué muere?

En la especie animal que desparece,

después de millones de años de llenar la tierra,

¿qué muere?

En la sobreabundancia de lo que ha existido y existe,

¿qué es la muerte de un hombre?

Nada tiene ser propio

venido a este mundo;

nada es al servicio de nada;

todo es gratuito, absoluto.

¡Qué extraño es ‘Eso que es’,

que me incluye!

¿Qué nombre se le va a poner

que no induzca a error?

Esa es la Verdad,

la que es innombrable.

Toda verdad con nombre

es puro error.

 

Toda la realidad es absoluta

Toda la realidad es absoluta,

es creativa, espontánea, libre,

gratuita, sin servir a nada.

Es, simplemente.

Nada existe más que lo absoluto,

Nada, nadie ha venido a habitarlo.

¿Qué hay fuera de eso no-dual?

Y yo soy eso.

 

 

El misterio del ser

El misterio del ser,

el misterio del hombre,

es ser, no siendo;

no siendo, ser;

siendo, sin ser.

 

 

Las dos formas de amar

            En el amor hay dos grandes opciones:

            -amar y vivir para sí mismo, que es vivir para el yo, una representación vacía de realidad, una pura función de sobrevivencia;

            -amar y vivir para “Eso que es”.

            En el primer caso uno ama sirve a un en sueño un vacío de realidad. Amando y viviendo para sí mismo uno se apoya en una caña quebrada, se agarra, para no caer en la nada y el sinsentido, a una rama podrida.

            En el segundo caso uno tiene que amar  y vivir, con la mente, el corazón y todo el ser, a “lo que es” a “Eso” que es como mente, a “Dios”. ¿Qué es “Eso” y dónde está? En todos los humanos en todas la criaturas que nos rodean. Ahí está, sólo ahí, en ningún otro sitio.

            Amar y vivir para Eso es no vivir para la ficción de uno mismo, sin buscarse ni buscar nada para sí, sin expectativas para sí, sintiéndose como ninguna sustancia, ninguna realidad, sólo representación y supuesto necesario, aunque no real.

            Ese es un amor con todo el cuerpo, sin límites, sin lugar de residencia, grande como el cosmos. Amor y servicio desde fuente informulable a realidad informulable. Algo extraño, pero real.

 

¿Qué hacer?

Nacer,

amar,

reconocer.

Nada más

que hacer.

 

 

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