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REFLEXIONES SOBRE LA POESÍA

Pepa Torras

¿Cuál es la propuesta de los poetas para descubrir la esencia de las cosas? y ¿en qué se parece su proceso de indagación con lo que proponen los maestros de sabiduría?

¿Se trata quizás de un proceso puramente racional que parte de una o varias hipótesis para analizarlas y llegar a una conclusión final? ¿Se corresponde con lo que el diccionario define como reflexionar, esto es, volver sobre algo pensado, considerándolo detenidamente, profundizando en ello? Según esta definición, reflexionar implica indagar sobre algo antiguo para poder dar con su lógica interna, su coherencia, su sentido.

¿Es eso lo que propone la poesía para captar la Realidad? Y por otro lado, lo que hemos de comprender, de ver, ¿es algo conocido de antemano? Y una pregunta más: ¿hemos de encontrar una lógica o un sentido a la realidad de las cosas?

Diríamos en primer lugar que más bien se trataría de una indagación que abarca todo nuestro ser, no sólo nuestra parte racional o intelectiva sino también la sensibilidad y la percepción más sutiles. Una incitación a la reflexión a partir del mundo sensible: tanto de los fenómenos de la naturaleza como de las creaciones del hombre. La reflexión parte pues lo que tenemos más a mano, de lo tangible, perceptible con nuestros sentidos. Una reflexión, ésta, que pide tener la mente y los sentidos bien despiertos, atentos y abiertos. Como si ambos –mente y sentidos– tuvieran algo así como unos sensores capaces de captar la Realidad en su absoluta profundidad, captar aquello que la Realidad está diciendo a cada instante. Para ello hay que saber callar la mente y escuchar el lenguaje silencioso de la Realidad. Hay que afinar nuestros sentidos y silenciar nuestra mente.

Con todo hay que tener en cuenta que haciendo esto se puede llegar a adquirir un conocimiento peculiar de la Realidad pero no aquel “saber”del que hablan los maestros de sabiduría. Ya que éste no se puede aprehender, nos dicen, ni a través de la mente ni a través de los sentidos. A través de éstos se puede lograr conocimiento pero la sabiduría se obtiene por captación directa, por comprensión intuitiva. El proceso de afinar mente y sentidos sería en todo caso un paso previo y necesario para poder realizar plenamente ese saber y aplicarlo al vivir diario.

Desde el punto de vista del proceso de indagación, quizás también hay que aprender a mirar la realidad como símbolo de una realidad menos evidente a primera vista, como un símbolo que nos libere de la tiranía de los conceptos y nos permita captar lo más inefable y misterioso. Como un símbolo que apunte a lo que no se puede describir con palabras. Esta reflexión sobre las cosas como símbolo de una realidad absoluta nos llevaría más a la comprensión, casi podríamos decir a la contemplación, que a la interpretación de la Realidad.

Pues la interpretación funciona a través de nuestras construcciones y tendencias mentales. Tal como es esa personalidad que nos hemos forjado es como interpretamos la realidad. La contemplación, en cambio, nos sitúa en un ámbito de permeabilidad a la Realidad, nos unifica con ésta, nos hace partícipes de ella. En la contemplación la inteligencia funciona sin la interferencia de nuestros patrones e interpretaciones mentales generados por nuestros pensamientos a partir del deseo y el temor. Por tanto, la contemplación puede permitir que la realidad aparezca tal como es, sin nuestras interferencias, como algo absolutamente nuevo e independiente de nosotros, esto es, independiente de las limitaciones en que la enmarcamos.

Quizás ésta es la indagación que nos proponen los maestros de sabiduría y la que llevan a cabo también los poetas: una indagación con todo el ser. Los poetas captan el mundo con cuerpo y mente y se sirven de la función simbólica del lenguaje para expresar una tensión de contrarios que experimentamos en el mundo debido a nuestra percepción dualista y que la mente no puede resolver por sus propios medios. Con el símbolo pueden exponer simultáneamente los distintos aspectos, la tesis y la antítesis, de la idea que expresan. Pueden exponerla en una unidad de significado. Además también diríamos que el orden simbólico se establece por la correlación de lo visible y lo invisible y por el despliegue de las significaciones; actúa en este sentido como procedimiento de unificación. Mirar las cosas como símbolo o signo de una Realidad (con mayúscula) nos llevaría más allá de nuestra mente dualista que clasifica y separa en un hablar continuo moviéndose entre el deseo y el temor.

Por eso el lenguaje poético es siempre alusivo, velado, mientras que el lenguaje descriptivo procura claridad. Podríamos decir en términos muy genéricos que el primero es más creativo y el segundo más expresivo. Es también ambiguo, casi silente para que la palabra poética no puede ser la simple expresión de una idea sino que debe crear el tema y liberarlo fuera de él mismo. También es ambiguo debido a que el poema trata de reunir sensaciones, sentimientos e intuiciones que se combinan para mostrar un reflejo de la verdad; y porque transmite una situación emocional o una experiencia de lo real.

A menudo se cree que el poeta está describiendo algo, cuando lo que pretende es ayudar a sentir una vivencia. La palabra poética empieza justo donde el decir es imposible. Consiste en romper las fronteras de lo imposible. La aventura de la creación es ir más allá de las palabras.

Por otro lado, lo poético nos remite normalmente a algo que ya sabíamos pero que habíamos olvidado o que no sabíamos que sabíamos, nos actualiza en el presente, esto es en el momento en que el recuerdo se hace presente, un conocimiento que, en cierta forma, ya teníamos sin ser del todo conscientes de ello, y que con la palabra poética se ilumina.

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