Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos.
Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana.
Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
Ciencias y poder
Puntos teóricos centrales
Las ciencias son un tipo de lenguaje en el que se ha desaxiologizado la semántica, es decir, se ha eliminado de los términos todo elemento de deseo, por parte del sujeto, y todo elemento de estímulo, por parte del objeto.
Pero, a pesar de este artificio, no puede olvidarse que las ciencias y las tecnologías son una creación de un animal viviente para vivir. La prueba está en que, en ningún momento, abandona su carácter dual. Trata objetos e interpreta la realidad objetivamente.
Como creación de sujetos necesitados, está transida por la condición de instrumento para vivir. Por ello, parte de un propósito y tiene un fin. Ese propósito y fin serán desaxiologizado si se trata de propósito y fin científico (hipótesis, teoría, verificación de la teoría), o axiológicos, si se hacer referencia a los problemas o soluciones que han de proporcionar esas ciencias y tecnologías.
En este segundo sentido la ciencia está conectada con el poder en sentido social, político, económico, militar, etc. En la primera acepción las ciencias no están intrínsecamente ligadas esos últimos tipos de poder, y puede ser utilizada para salvar el medio, curar enfermedades, crear una sociedad justa e, incluso, para construir en reino de Dios en la tierra, es decir una vida de cualidad humana profunda individual y colectiva.
Las ciencias y tecnologías, en sí mismas, son poder en cuanto son instrumentos muy capaces, pero tienen indeterminado el “para qué”. Podríamos decir que su poder es aséptico porque puede ser utilizado para “para qué” muy diversos.
Las ciencias tienen una desventaja capital con respecto a los mitos y símbolos:
-Los mitos y símbolos son procedimientos lingüísticos axiológicos que deben modelar la dimensión primera de la realidad, la que es relativa a nuestras necesidades, la dirigida a la sobrevivencia; y que tienen que modelar también la dimensión segunda de la realidad, la que no es relativa a nuestras necesidades, sino absoluta. Las dos dimensiones son modeladas con el mismo patrón mítico, con el mismo paradigma mítico, de lo contrario, si no se modelara la dimensión absoluta con el mismo patrón con el que se modela la dimensión relativa, esta dimensión quedaría amenazada y el mito no podría cumplir la misión que tiene asignada: suplir nuestra indeterminación genética y hacer de nosotros animales viables. Los mitos y símbolos expresan la dimensión absoluta, la simbolizan, empujan a ella, inician a ella. Son lo que podríamos llamar “religión” y puede abrir al camino interior.
-Las ciencias, al ser un procedimiento lingüístico no axiológico, no tienen ese poder de programación. Por consiguiente no tienen poder para expresar la dimensión absoluta, ni para iniciar a ella, ni para empujar o incitar a ella. En ese terreno son impotentes. Pero también son impotentes para servir de patrón o paradigma de modelación de la realidad que sea apto para hacer la realidad que nos rodea vivible. Ni la matemática tiene ese poder, ni la mecánica cuántica, ni la biología molecular, ni ninguna de las ciencias, tampoco las ciencias humanas, en la medida en que adquieren la categoría de ciencias. Nuestra programación individual y colectiva tiene que ser axiológica, por nuestra condición de animales necesitados. Si no fuera axiológica no haría de nosotros animales viables.
Pero, aunque no pueden modelar ni apuntar a la dimensión absoluta de nuestra noticia de la realidad, las ciencias presentan una ventaja: no quiebran la dualidad, pero silencian en deseo, -la estructura axial del sujeto-, y silencian el carácter estimulativo de los objetos. En esto se parecen a las artes. Pero como las artes, silencian el deseo y el estímulo, mientras se las practica, pero no pretenden transformar interiormente al sujeto. Eso quiere decir que quienes practican las ciencias o las artes entran y salen del silencio del sujeto, según estén operando como científicos o como artistas o no. No tienen, pues, capacidad religiosa de por sí, ni pretenden abrir al camino interior.
En ese sentido las ciencias fomentan y arrastran al saber por el saber, al saber porque las realidades están ahí; en ese sentido ayudan, predisponen a una actitud no relativa sino absoluta con respecto a la realidad. Cuando hablo de absoluto, aquí me estoy refiriendo no a un absoluto religioso, sino a un acceso no relativo a nuestras necesidades de lo real. Se aproximan a la dimensión absoluta de lo real, no desde el intrínseco desarrollo de su aparato conceptual, sino desde su amor por el saber, que es amor por la realidad, podríamos decir que extrínsecamente, pero gracias a su postura de silenciamiento del deseo y del estímulo.
Puede practicarse la ciencia sin que ese acceso admirativo, sobrecogido, de veneración se dé, y puede darse cuando no se trata de un mero practicante de la ciencia o la tecnología, sino de una verdadera vocación científica, investigadora. En el texto de Einstein citado se dice: “sólo el que ha consagrado su vida a metas similares sabe la verdad de lo que da fuerza a estos hombres para mantenerse inquebrantables a pesar de los innumerables fracasos: es la religiosidad cósmica lo que otorga semejante fuerza.” Y unos momentos antes, en el mismo párrafo dice: “sostengo que la religiosidad cósmica es el resorte más poderoso y más noble de la investigación científica”.
Creo que, a pesar de que la ciencia es la actividad de un animal necesitado para vivir, tiene una conexión especial con esa experiencia de la dimensión segunda de la realidad que Einstein llama religiosidad cósmica. Seguramente la ciencia no es tan gratuita como el arte, pero participa de su gratuidad. Y ni el arte está tampoco completamente inmune de los intereses de nuestra condición de animal necesitado.
Estas ideas quieren aclarar la conexión del quehacer científico con la dimensión absoluta de lo real.
Es cierto que el poder que el quehacer científico comporta, aunque sea un poder sin un “para qué” intrínseco, puede atrapar en la hybris del poder. Pero eso también puede ocurrirle al arte. Y hay ejemplos y literatura sobre una cosa y otra.
Algunas puntualizaciones
Las ciencias no son paradigma alternativo al mito; no son matriz cultural. Y no lo son porque no pueden, porque metodológicamente han excluido lo axiológico. Las ciencias y técnicas no son el paradigma de la nueva cultura.
Lo que es el paradigma a la nueva cultura, alternativo al mito-símbolo de las culturas preindustriales, es el postulado axiológico desde el que se usa la ciencia y la técnica (que no hay que confundir con el postulado o hipótesis científica) y el proyecto de vida que a partir de ese postulado, como matriz axiológica vacía, se construye.
Y de estos dos términos: “postulado” y “proyecto axiológicos”, la base es el postulado matriz, pero la alternativa al mito es el proyecto. Gracias a la concreción del proyecto nos hacemos animales viables; el postulado no podría hacernos animales viables, por su carácter de matriz vacía de concreción.
Si esto es así, no tiene sentido afirmar que las ciencias y las técnicas sean un paradigma mejor que sus antecesores; ni tiene sentido suponer que se aproxima más a la dimensión segunda (axiología segunda) que los paradigmas anteriores. Todos los paradigmas están a igual distancia, porque todos son modelaciones para vivir. Lo que ocurre es que las ciencias y las técnicas no pueden alcanzar la categoría de paradigma, por su carácter abstracto del valor.
El diálogo intercultural, sea con las sociedades preindustriales, sea con otros paradigmas que utilicen las ciencias y las técnicas, (como puede ser el árabe, el chino o el indio, por poner algunos ejemplos) no residiría, obviamente, en el diálogo de las ciencias y las técnicas con los mitos y símbolos, sino que tendría que establecerse entre los postulados axiológicos que subyacen a los diferentes mitos modeladores de las diferentes culturas y los estilos de proyectos colectivos que desde ahí se construyen, y los postulados axiológicos desde los que se construyen los proyectos que manejan las ciencias y las ciencias.
A ese nivel de postulados axiológicos y proyectos, estén estos construidos utilizando mitos y símbolos, o utilizando ciencias y técnicas, hay inconmensurabilidad, y por tanto no fácil diálogo. Pero esa inconmesurabilidad cultural no se da entre los medios preindustriales de sobrevivencia y las ciencias y las técnicas; ni tampoco se da entre las matrices culturales o paradigmas y las ciencias y técnicas, porque estas no son paradigma ni matriz cultural, sino sólo instrumento, poderoso, pero instrumento.
A la pregunta “¿qué significa el poder intrínseco que tiene las ciencias y técnicas?” respondería que su poder no es un poder matricial, no es el poder de un paradigma alternativo, sino un poder que se pone al servicio de los paradigmas que los quieran y puedan utilizar. Esto es lo que hay que reflexionar, si no se quiere que unos determinados postulados y proyectos se apropien de ese poder de forma exclusiva.
Hay que conjuntar estos dos datos: las ciencias y las técnicas son unos instrumentos de unos vivientes para vivir y con más eficacia, pero no son paradigma cultural, son estériles en ese sentido. Si se me permite la brutalidad de la expresión, las ciencias y las técnicas están capadas, no tienen la capacidad de engendrar paradigmas, porque les cortaron esa capacidad.
Este punto es capital, de lo contrario se generan muchas dificultades que surgen precisamente por no tener esto en cuenta. Se confunde a esos eunucos con el uso que de ellos se hace. Los eunucos están al servicio de su señor, y hacen lo que su señor les manda. El señor de las ciencias y las técnicas son los postulados axiológicos que construyamos y los proyectos, que a partir de esas matrices axiológicas, concretemos. (Para poner un ejemplo: las ciencias y técnicas dependen de los derechos humanos y de las constituciones de los estados, para apuntar al nivel más alto, pero se puede ir bajando a todos los niveles de nuestras instituciones).
Vuelvo a decir que el diálogo entre culturas, tengan el desarrollo tecnológico que tengan, está no al nivel del diálogo de los mitos con las ciencias, sino al nivel de los postulados y proyectos subyacentes a los mitos, con los postulados y proyectos que utilizan las ciencias y tecnologías.
Y la dificultad de este diálogo reside en la raíz epistemológica de los diferentes tipos de culturas. Las culturas míticas tendrían que reconocer la epistemología mítica con la que operan, para poder dialogar con sociedades que ya no tienen epistemología mítica. Pero también las culturas científicas y tecnológicas tendrían que ser perfectamente conscientes de que ellas también pueden caer en una epistemología mítica al interpretar las ciencias e incluso los mismos postulados y proyectos sobre los que operan. Así está ocurriendo en la relación de las culturas occidentales y el Islam, o con la cultura china.
Hay mucha ignorancia epistemológica. Esa ignorancia epistemológica es la que bloquea el posible diálogo de igual a igual (aunque no en el orden de la eficacia) entre culturas.
Diría más, creo que mientras los que defienden la riqueza y necesidad de salvar las culturas de los pueblos aborígenes o no industrializados, lo hagan desde epistemología mítica, no hay posible diálogo. Podrá haber diálogo entre culturas míticas y culturas míticas (que en el fondo será un diálogo de besugos, porque es intrínseco a la epistemología mítica dar por real lo que cada una de ellas dice y como falso, errado o incompleto lo que dicen las demás), pero no podrá haber diálogo entre las culturas míticas y las nuevas sociedades de conocimiento plenamente industrializadas. Y este diálogo es necesario, especialmente para las culturas más débiles tecnológicamente.
Lo que arrasa las culturas no es tanto la ciencia y la técnica, sino la epistemología mítica con las que se las aplica, que es la de los postulados y proyectas capitalistas o neocapitalistas. Las ciencias y las técnicas no tendrían porque arrasar lo postulados y proyectos que subyacen en las mitologías; podrían convertirse en sus instrumentos.
Lo que arrasa desde las sociedades de conocimiento, y desde la globalización en todos los sentidos que les acompaña, es la epistemología mítica que, ilegítima e incoherentemente todavía perdura. Las ciencias y tecnologías no fuerzan a cambiar los postulados axiológicos de las culturas, ni el estilo de proyectos que construyeron, sino la concreción de esas construcciones, que, con toda posibilidad, se verán forzados a tener que usar, en sus concreciones, a las ciencias y las tecnologías. Pero no veo yo que eso sea un mal, sino una riqueza. Ni veo que eso les tenga que forzar a renunciar a lo axiológicamente más querido de sus culturas, sino a vivirlo de otra manera.
Con todo esto queda un problema grave:
-cómo separar con claridad el poder de las ciencias y las tecnologías de los postulados y proyectos (capitalistas) que las están usando;
-cómo hacer entender que las ciencias y tecnologías, de por sí, no arrasan nada, si son asumidas desde los paradigmas de las tradiciones culturales de cada pueblo;
-y el problema más grave, a mi juicio: cómo asimilar el fin de la epistemología mítica, manteniendo los postulados y el estilo de los proyectos de cada una de las culturas no accidentales; y más vale que los occidentales también cambiemos de paradigma cultural.