Francesc Torradeflot Las joyas de las sabias y sabios son como las ramas del nido de los pájaros, imprescindibles cobijos para poder aprender después a volar libres y a disfrutar del aire fresco y de la vida en plenitud. La sabiduría es el regazo tierno y maternal cuidado que vivifica. Es necesaria pero no suficiente, es un hogar y un solaz, pero después hay que volar. Es un placer para mí poder compartir esta muestra del tesoro de humanidad que la vida nos ha regalado...
La “modelación” de la realidad humana y el “principio antrópico” de Stephen Hawking
Queremos advertir el parentesco en la pretensión y la similitud entre nuestra idea que todas las especies vivientes tienen que modelar la inmensidad que les rodea a la medida de sus necesidades de sobrevivencia, de su sistema cerebral, sensitivo y operativo y el principio antrópico de Hawking.
En nuestros escritos hemos sostenido que especies diferentes modelan mundos diferentes. Nosotros, como todos los vivientes, somos seres necesitados que precisamos modelar el mundo que nos rodea a la medida de nuestras necesidades de sobrevivencia, de nuestro cerebro, nuestro aparato sensitivo y operativo. En esto somos vivientes sometidos a las leyes de los restantes vivientes. En nosotros los humanos concurre otro factor de modelación de la realidad: según los modos de sobrevivencia (caza/recolección, horticultura, agricultura-autoritaria, industria, sociedades de conocimiento) se modela la realidad de forma diferente. Podríamos decir que entre un sistema cultural y otro hay una diferencia tal en cuanto a la interpretación y la valoración de la inmensidad que nos rodea, que podría compararse a diferentes especies animales.
Para nosotros, el concepto de “modelación” de la realidad es central. Y resulta satisfactorio que desde una disciplina diferente de la nuestra se utilice una noción “principio antrópico” que tiene, en gran parte, la misma pretensión que nuestra noción.
Desde hace unas décadas la ciencia ha ampliado las dimensiones espacio temporales, de cuatro: las tres propias del espacio (ancho, largo y alto) junto a una cuarta, el tiempo; a plantear hasta veintiséis dimensiones. Hawkins se pregunta «¿Por qué no observamos estas dimensiones adicionales, si es que realmente existen? ¿Por qué sólo vemos tres dimensiones espaciales y una temporal?».
La primera respuesta que da es que «las otras dimensiones no son como las dimensiones a que estamos acostumbrados, sino que están curvadas en un espacio diminuto, algo así como una millonésima de billonésima de billonésima de centímetro. Es tan pequeño que simplemente no las notamos: sólo vemos una dimensión temporal y tres dimensiones espaciales en las cuales el espacio-tiempo es casi plano.
[…]Si esta visión es correcta […] suscita un problema de envergadura para los científicos: ¿por qué algunas dimensiones, pero no todas, deben curvarse en una bola pequeña? Presumiblemente, en el universo muy primitivo todas las dimensiones deberían haber estado muy curvadas. ¿Por qué una dimensión tiempo y tres dimensiones espaciales se aplanaron, mientras las otras permanecían estrechamente curvadas?»
Aquí Hawkins presenta una segunda explicación que es la que nos resulta interesante reflexionar. Afirma: «Una posible respuesta es el principio antrópico, que puede ser parafraseado como “Vemos el universo como es, porque existimos”. Porque somos como somos, diríamos nosotros.
Hay dos versiones del principio antrópico: la débil y la fuerte. El principio antrópico débil establece que, en un universo que sea grande o infinito en el espacio y/o el tiempo, las condiciones necesarias para el desarrollo de la vida inteligente sólo se cumplirán en ciertas regiones limitadas en el espacio y el tiempo. Los seres inteligentes en estas regiones no deberían sorprenderse, por tanto, si observan que en sus alrededores el universo satisface las condiciones necesarias para su existencia. Es como una persona rica que vive en un entorno rico, sin ver nunca la pobreza.
Algunos van mucho más allá y proponen una versión fuerte del principio. Según ésta, existen muchos universos diferentes o muchas regiones diferentes de un solo universo, cada uno de ellos con su configuración inicial y, quizá, con su propio conjunto de leyes científicas. En la mayoría de estos universos, las condiciones no serían adecuadas para el desarrollo de organismos complejos; sólo en los pocos universos que fuesen semejantes al nuestro se podrían desarrollar seres inteligentes que se plantearan la pregunta: “¿Por qué el universo es de la manera que vemos?”. La respuesta es entonces sencilla: ¡si hubiera sido diferente, no estaríamos aquí!
Poca gente discutiría la validez o utilidad del principio antrópico débil, pero es posible plantear un cierto número de objeciones al principio antrópico fuerte como explicación del estado observado del universo. Por ejemplo, ¿en qué sentido podemos decir que existen todos estos diferentes universos? Si realmente están separados entre sí, lo que ocurre en otro universo no puede tener consecuencias observables en el nuestro. Por consiguiente, deberíamos utilizar el principio de economía y eliminarlos de la teoría. En cambio, si sólo fueran regiones diferentes de un solo universo. Las leyes de la ciencia deberían ser las mismas en cada región, porque de otra manera no podríamos pasar suavemente de una región a otra. En este caso la única diferencia entre las regiones radicaría en sus configuraciones iniciales, de manera que el principio antrópico fuerte se reduciría al débil.
El principio antrópico también proporciona una posible respuesta a la pregunta de por qué las dimensiones adicionales de la teoría de cuerdas están curvadas. Dos dimensiones espaciales no parecen suficientes para permitir el desarrollo de seres complejos como nosotros. Así los animales bidimensionales que vivieran en una tierra unidimensional deberían trepar unos sobre otros para adelantarse. Si una criatura bidimensional comiera algo que no pudiera digerir completamente, debería vomitar los restos por la misma vía por donde los ingirió, porque si hubiera un conducto que atravesara todo su cuerpo, dividiría la criatura en dos mitades separadas y ésta caería a trozos. También es difícil ver cómo podría haber circulación de la sangre en una criatura bidimensional.
[…]Parece claro que la vida, al menos tal como la conocemos, sólo puede existir en regiones de espacio-tiempo en que una dimensión temporal y exactamente tres dimensiones espaciales no estén demasiado curvadas.[1]
Se da una coincidencia entre el “principio antrópico” de Hawking y nuestra noción de “modelación”. Pero hay una diferencia de importancia: Hawking se mantiene en una epistemología mítica y nosotros operamos desde una epistemología no mítica.
[1] Stephen Hawking y Leonard Mlodinow Brevísima historia del tiempo Ed. Crítica 2014 Barcelona