Teresa Guardans fechas a concretar
3ª Práctica Viaje a Ixtlan
3.
(textos del capítulo 4)
La muerte siempre te estará vigilando, hasta el día en que te toque (61)
¿Cómo puede uno darse tanta importancia sabiendo que la muerte nos está acechando?
Cuando estés impaciente (…) pide consejo a tu muerte. Una inmensa cantidad de mezquindad se pierde con sólo que tu muerte te haga un gesto, o alcances a echarle un vistazo, o nada más con que tengas la sensación de que tu compañera está allí vigilándote. (62)
La muerte es la única consejera sabia que tenemos. Cada vez que sientas que todo te está saliendo mal, vuélvete hacia tu muerte y pregúntale si es cierto. Tu muerte te dirá que te equivocas; que nada importa en realidad más que su toque. Tu muerte te dirá: “todavía no te he tocado.”(63)
1.
Leemos los textos despacio, dejándonos impregnar por lo que nos transmiten.
Una inmensa cantidad de mezquindad se pierde (…) nada más con que tengas la sensación de que tu compañera está allí vigilándote.
Procuraremos dedicar este rato, en «sentir» esta certeza, para que nos ayude a desprendernos de algo de mezquindad… Tan vivamente como podamos.
Por ejemplo, ayudándonos de la imaginación: hemos dejado ya de estar aquí, «vemos» el entorno cotidiano sin nosotros, lo observamos dando tanto realismo como podamos a nuestra ausencia. O la ausencia de personas cercanas, queridas. Despacio, entreteniéndonos, dando vida a la situación que observamos, …en la que ya no estamos… Nos entretenemos tanto como sea necesario hasta poder vivirlo. Sentir su «toque» requiere tiempo, tiempo para poder pasar de una idea vaga a una experiencia viva, real.
Y la verdadera consejera es la vivencia, eso es lo que transforma.
2.
Si hemos logrado vivir algo esa mirada, nos detendremos en saborear el valor de la vida que late aquí, en nosotros.. Agradecimiento.
¿Cómo hacer para descargar esta vida del peso de las mil absurdidades con las que la ahogo?
¿Qué puedo modificar, qué puedo cultivar? ¿Cómo tratarla con la veneración que se merece?
Caminamos sin rumbo durante horas (…) De alguna manera, me había hecho recobrar un viejo sentimiento, olvidado por completo: el puro gozo de moverse, simplemente, … (64)
(volvemos a centrar la atención en la respiración, unos últimos minutos)