Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos. Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana. Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
Reflexiones sobre el mito de la muerte y resurrección de jesús
El mito de la muerte y resurrección es muy potente y polivalente.
En primer lugar es un potente instrumento de interpretación del gran misterio de la vida y de la muerte.
La vida y la muerte, dice el mito, no están contrapuestas, forman una unidad cíclica. La muerte no se opone a la vida, sino que es la condición de su siempre renovada frescura. La muerte de una generación de vivientes abre las puertas a la vida a la siguiente y la nutre.
La muerte nutre a la vida. Eso se puede verificar en el suelo de los bosques, en las relaciones entre las diversas especies de vivientes, en la sucesión de generaciones.
Gracias a la muerte de las generaciones, la vida se renueva, se diversifica, tantea nuevos caminos, se adapta a las nuevas circunstancias.
Las viejas generaciones traspasan sus logros a las generaciones siguientes y las nuevas generaciones dotan a la vida de una renovada flexibilidad, un nuevo tanteo de caminos.
Las generaciones vivas nos sustentamos en lo que construyeron y lograron nuestros antepasados; vivimos de su legado fisiológico y psíquico, nos nutrimos de la cultura y el saber que ellos construyeron.
Vivimos realmente de los muertos: de la herencia de su sabiduría, de sus hazañas religiosas, de su arte, de la música que ellos crearon, de su ciencia. Por otra parte, los vivos seguimos la obra de los muertos. Somos los muertos redivivos en el cuerpo, en el espíritu, en la psicología, en la cultura e incluso en la religión.
Las nuevas generaciones son los muertos de nuevo ilusionados, flexibles, tanteadores, anhelantes.
El mito de la resurrección habla también del camino interior.
Dice que para lograr la vida superior y divina uno debe haber muerto antes a sí mismo, a su individualidad; radicalmente y por completo.
Quien tiene el coraje de morir, renace a una nueva vida en su mente, en su sentir, en su percepción y en su obrar. Si morimos a nuestra vida egocentrada con Jesús, renaceremos a otra vida; una vida que ya no está ligada a los avatares de la individuación.
Pero esa resurrección es corporal, dice el mito. ¿Qué quiere decir eso? Que el nuevo conocer, sentir, percibir y obrar, es en este mi concreto cuerpo; que es este mi ser animal el que llegará al conocer y sentir silencioso, divino.
Todavía habla el mito de un tercer nivel.
Dice que mi carne, que mi individualidad, mi peculiaridad, no morirá sino que resucitará para la vida eterna.
¿Cómo hay que entender esta afirmación del mito cristiano, que es también una de las afirmaciones centrales de la fe musulmana? ¿Qué significa el mito a este nivel?
Queda excluida la mitigación de la muerte. Se puede y se debe ensoñar para investigar la realidad, no para dulcificarla y mitigarla.
Por tanto, el sentido de la afirmación “Cristo ha resucitado y yo resucitaré con Él el último día” no puede ser el de una ensoñación edulcorante. La realidad es como es, y habla desde su forma de ser, no desde la ensoñación que nosotros hagamos de ella. La muerte es como da nuestra experiencia. Ese es un dato que hay que asumir.
Posiblemente pueda ayudarnos a comprender el significado del mito al nivel que estamos comentando, la afirmación budista que dice que quien se despoja de la ignorancia (las perspectivas de comprensión, sentir y percibir egocentradas) entiende y ve que en realidad “nada nace ni nada muere”.
A lo mismo apunta la potente imagen hindú de la “danza de Shiva”. Dice el mito que el cosmos es la danza de Shiva; cada una de las criaturas, los humanos incluidos, son solo gestos del Danzarín Divino.
Los hindúes, pues, coinciden con los budistas; nada nace ni nada muerte porque sólo Shiva se dice en la danza. Él es cada gesto y lo trasciende, a la vez. Cada uno de los gestos, desde el más solemne hasta el más leve, no tiene otro ser que el ser de Shiva.
Aunque cada gesto aparece y desaparece, – y no hay que mitigar o desear impedir su fluir porque entonces no se podría comprender al Shiva que danza -, nada del ser físico, y sutil del gesto muere, porque la esencia de cada gesto es Shiva que se manifiesta en su danza.
A la luz de estas reflexiones se comprenderá el sentido de la afirmación del mito de la Resurrección.
Diría el mito:
Morís, mas no temáis, nada en vosotros perece.
Que la innegable muerte no os inquiete.
Si comprendéis, ya ahora veréis,
que nada en vosotros fenece.
El ser de vuestro ser,
ni nace ni muere.
De vuestro ser la fuente,
no conoce la muerte.
Vuestra individualidad
es un sueño, no es real.
Real es lo que habla
en ese cuerpo fugaz.
El ser de vuestro ser,
Fuente de vuestro cuerpo,
Espíritu y rostro,
no nació con vosotros,
Ni morirá con vosotros.
El Jesús que murió,
está vivo en Dios,
Como vosotros lo estáis
si comprendéis.
Comprended y veréis
que ya sois ahora,
resucitados.