Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos. Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana. Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
La construcción social del espacio y la espacialización de la cultura
El espacio no es puro y homogéneo, sino que cada sociedad conforma su propio espacio y a su vez las configuraciones concretas del espacio determinan a los individuos. El interés por comprender la relación entre sociedad y espacio ha hecho surgir la antropología del espacio que reivindica el estudio del espacio ciudadano en igualdad de valor significativo con otras ramas de la antropología.
Presentamos aquí la obra Anthropologie de l’espace de Françoise Paul-Lévy y Marion Segaud como uno de los primeros intentos de reflexión sobre este tema. [Anthropologie de l’espace de Françoise Paul-Lévy y Marion Segaud . 1983, Paris: Centre Georges Pompidou/CCI.]
En 1912 Emile Durkheim, uno de los padres fundacionales de la Sociología, en su obra Las formas elementales de la vida religiosa, fue de los primeros en afirmar que el espacio no es puro y homogéneo sino que es el resultado de atribuir valores diferentes a las diferentes partes del espacio. Es decir, que la organización social de cada grupo humano es el modelo para producir una forma concreta de organización espacial. Se puede afirmar que cada sociedad conforma su propio espacio.
Un ejemplo etnográfico clásico de lo que se acaba de decir es la descripción que hizo el conocido antropólogo Claude Lévi-Strauss de la estructura de una aldea de la sociedad Bororo del Amazonas. La disposición de las chozas en forma circular, la existencia de una cabaña central donde duermen los solteros, la orientación respecto al río, etc. suponen la plasmación material y espacial del orden social (religión, parentesco, economía,…) de los Bororo. Tal lo vio así Lévi-Strauss, que dedujo que los misioneros salesianos habían entendido que la forma más segura para convertir a esos pueblos indígenas a la religión cristiana era la de hacerles abandonar sus aldeas e instalarlos en casas ordenadas en paralelo de manera que perdieran el sentido de sus tradiciones y ritos originalmente inscritos en el espacio.
Esta referencia a las palabras de Lévi-Strauss nos sirve para entender el interés que los autores de Anthropologie de l’espace nos intentan transmitir sobre cómo los humanos vivimos en un espacio que es necesariamente social. Para convencer al lector proponen unas categorías que ellos entienden como universales y reproducen ejemplos extraídos de una gran cantidad de trabajos etnográficos previos donde muestran, por ejemplo, la significación de un hogar japonés tradicional, el valor del “oikos” de la Grecia antigua o la división social del Goulag soviético. Los autores defienden la necesidad de una ciencia del espacio que tenga el mismo valor analítico que detentan otras ramas del conocimiento antropológico como pueden ser la economía, la política, la religión o el parentesco.
Paul-Lévy y Segaud pueblan su obra de ejemplos etnográficos de cada una de las categorías en que puede ser pensado el espacio social humano. Los factores que ellos identifican son: la noción de límite, la orientación, las inscripciones sociales en el espacio, las reformulaciones del espacio, los espacios figurados y el espacio de representación. Cada uno de estos apartados despliega a su vez varias subcategorías que ahondan en los significados antropológicos de la dimensión espacial.
A modo de ejemplo vamos a comentar la categoría “Inscripciones sociales en el espacio”. Bajo este apartado los autores diferencian entre las cualidades de asignación, identificación, clasificación y comunicación. Vamos a comentar algunos de los casos que las avalan.
La “asignación” versa sobre cómo se ubican espacialmente los individuos o los grupos respondiendo a razones de parentesco, económicas o de otra índole. Por ejemplo, en un entorno europeo como el de Bethnal Green en Gran Bretaña se da una asignación matrilocal de las parejas de recién casados, es decir, por razones de incapacidad económica los nuevos matrimonios pasan sus primeros años viviendo en casa de los padres de la esposa. En este caso las limitaciones económicas se unen a las de parentesco para solucionar el problema de la primera residencia de los novios.
La “identificación” va más allá de la asignación porque se mueve en un terreno más simbólico. En el trabajo de investigación sobre el espacio doméstico de las zonas residenciales de viviendas unifamiliares francesas, cada miembro de la familia habla de su “rincón” a modo de un hogar personal dentro del hogar familiar. Cada rincón de cada miembro de la familia se identifica con un espacio, el rincón de la madre, el rincón del padre, el rincón de los niños,…
La “clasificación” muestra las divisiones sociales a nivel de territorio, de la ciudad o de la casa. Las Little Italy, los ghettos, los Chinatowns en las jóvenes metrópolis norteamericanas son los filtros de ordenación de las masas emigrantes que sirvieron para enraizar a los recién llegados según su adscripción nacional o étnica de origen.
Por último, la “comunicación” refiere a los espacios vistos como totalidades que manifiestan un tipo de operación espacial. La ciudad china tradicional se diseña a base de cuadrados que comunican de forma explícita las jerarquías del poder mientras que el ágora de la antiguas ciudad griega es una plaza central que implica la igualdad y la reciprocidad entre sus asistentes. En ambos casos nos hallamos ante un mensaje explícito y consciente sobre el orden y la actividad social.
Decenas de ejemplos como los aquí descritos dan una idea clara de la reivindicación científica que, con esta obra prácticamente fundacional, Paul-Lévy y Segaud reclaman para entender la sociedad humana como una sociedad “espacializada” a todos los niveles.