Rafael Redondo “Hoy, al levantarme de la cama, sentí en mi cuerpo el progresivo peso de la enfermedad…” A través de Facebook, nuestro buen amigo Rafa nos hace partícipes de sus vivencias y comprensiones, desde una mirada lúcida y serena sobre el deterioro que el avance del ELA genera en su cuerpo. El título de su último libro, GRATITUD (Desclée de Brouwer, 2023), ya lo dice todo.
Análisis de la propuesta kichwa del Buen Vivir, Sumak Kawsay, como proyecto axiológico para una sociedad de conocimiento.
El presidente ecuatoriano Rafael Correa está trabajando en un proyecto cuyo objetivo es convertir el país en sociedad de conocimiento libre, abierto y social -FLOK-, manteniendo los principios ancestrales de la cultura indígena andina recogidos como el Buen Vivir o Sumak Kawsay. Es decir su deseo es conseguir el tránsito, para gran parte de los ecuatorianos, de sociedad preindustrial a sociedad de conocimiento[1]. Un gran reto.
El trabajo que presentamos pretende aportar desde la epistemología axiológica (EA), elementos teóricos para que el tránsito de una cultura a otra completamente distinta no implique una pérdida de la cualidad humana y de la cualidad humana profunda presente en la sabiduría de la cultura que se tiene que abandonar.
Este es un grave problema que debe estudiarse, porque según la hipótesis de la que partimos, todas las culturas preindustriales tienen que transformarse en industriales, y las industriales en sociedades de conocimiento.
Para poder comprender lo que supone este tránsito hay que comprender primero la naturaleza propia del proyecto axiológico colectivo (PAC) puramente mitológico de las sociedades indígenas ecuatorianas.
Este tipo de proyecto axiológico está construido por mitos, sin intrusión de la racionalidad filosófica o ideológica. Mediante ellos se interpreta, valora, se establecen normas de comportamiento y organización, a la vez que expresa y ritualiza el acceso a la dimensión gratuita (DA) de la realidad, sin la mediación de racionalizaciones sino con símbolos y narraciones.
Los mitos y símbolos son racionales pero no operan desde las normas de la racionalidad como la abstracción, la lógica abstracta, o la puesta entre paréntesis de los elementos axiológicos del lenguaje y del medio en el que se trabaja. Los mitos no necesitan la racionalidad explícita para nada. Ellos consiguen construir un mundo adecuado a su forma de sobrevivir preindustrial, todo él axiológico, sin resquicio alguno de abstracción.
No disponemos de la mitología clara de los pueblos kichwa y aymara (parece que no se han realizado trabajos de recopilación) para poder hacer un estudio de su estructura mítica, pero gracias a la epistemología axiológica hemos podido estudiar con bastante detalle la mitología propia de otros pueblos cazadores/recolectores y horticultores. Se trata de pueblos distantes en el tiempo y en el espacio como los estadios horticultores del Popol-Vuh, los desana (un pueblo de la cuenca colombiana del Vaupes amazónico), los marind-anim y los kiwai de Nueva Guinea, los wemale de las islas Molucas, los witoto del Perú, elementos horticultores de la mitología azteca y de la inka, los canacos de la Melanesia. En todos ellos las estructuras míticas son las mismas, aunque las formas superficiales difieran grandemente. En todos ellos la metáfora fundamental generadora del paradigma de construcción del mito es el mismo porque viven fundamentalmente de la misma manera[2].
A continuación exponemos la estructura mitológica cazadora/recolectora y horticultora común a todos estos pueblos para que se pueda comprender con más claridad la riqueza de la propuesta indigenista andina ecuatoriana del Buen Vivir o Sumak Kawsay, sus limitaciones, y la inviabilidad de su propuesta de convertirse, en tanto que proyecto axiológico, en alternativa a las ideologías de las sociedades industriales y en PAC adecuado para las sociedades de conocimiento (SC) como parece pretender el presidente Correa.
El proyecto axiológico colectivo de los horticultores es una extensión del proyecto cazador. Los cazadores vivían principalmente de matar y comer animales. Así pues esta acción central de su modo de vida se convierte en patrón de interpretación de todos los aspectos de la vida colectiva. Ese patrón es el paradigma central de su cultura: de la muerte violenta viene la vida, de manera que toda realidad se entiende como surgida de una muerte, como que la vida surge de una muerte.
Este paradigma en la siguiente etapa, la de los horticultores, se amplía ligeramente como: de la muerte (de animales, tubérculos, maíz) surge la vida, aplicando a los tubérculos y al maíz el mismo patrón de la caza. Así trocear tubérculos, desgranar maíz, enterrarlos es como matarlos, y su muerte dará vida (nuevas plantas). Todo lo que tiene ser, tiene vida. Y si tiene vida es porque han pasado por la muerte. Como en la caza toda muerte es violenta y da vida, así toda vida incluida la muerte de los humanos es fruto de una violencia y se transformará en vida en las generaciones siguientes. La muerte al dar vida, es sagrada. Y como todo tiene vida, todo es sagrado.
Los antepasados, que murieron y de los cuales descendemos nosotros, son fuente de vida, y de la cultura, así tanto antepasados como cultura son sagrados. De la misma manera los animales, los tubérculos, el maíz son fuente de vida, y por ello son sagrados. Esta sacralidad hace que la cultura sea intocable, lo cual es muy adecuado para sociedades estáticas que deben excluir todo cambio de importancia.
Para la forma de pensar mítico-simbólica todas las realidades están interrelacionadas formando encadenamientos por conjunciones simbólicas. Así como los antepasados son fuente de nuestra vida física y nuestra cultura, los animales y a los tubérculos son fuente de nuestra vida. Por consiguiente los antepasados son simbólicamente equivalentes a los animales, y los animales son equivalentes a los antepasados. Esta conjunción se ritualiza en sus danzas creando figuraciones en las que se conjunta el antepasado y el animal. La tierra, la mujer, la muerte, son otra conjunción porque las tres son dadoras de vida. La oscuridad de una cueva y el parir es otra conjunción de elementos simbólicos. Como la mujer y la tierra tienen un elemento de identidad, tendrán que ser las mujeres las que cultiven el huerto.
Los humanos son una nueva forma de vida de los antepasados. El acto sexual como fuente de vida se conjunta con la caza, matar animales: así como el animal es lanceado así la mujer es penetrada.
Todo se entiende en parejas de opuestos que forman una unidad: cielo-tierra; hombre-mujer; vivos-muertos; individuos-colectivos; dioses- hombres. Ello es así porque sabemos que todo lenguaje simbólico está regido por las leyes de la semiótica no de la lógica. La ley general de la semiótica muestra que el lenguaje configura la realidad en pares contrapuestos y a la vez complementarios.
El tiempo se entiende como cíclico, porque la vida se reactualiza una y otra vez, en el paso de las estaciones, de las generaciones, en la transmisión de la cultura que viene del pasado, etc. Todo viene del pasado porque todo repite el pasado.
La cultura los pueblos cazadores/recolectores y horticultores es estática, es decir, si todo es un renacer del pasado, de algo que ya ha existido, no está permitido por peligroso, introducir novedad pues ello supone apartarse de los antepasados, de la sacralidad, de la vida.
Nos ha parecido importante aclarar el cuadro axiológico horticultor para poder comprender la raíz de los rasgos del SK.
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