El viviente que habla tiene un doble acceso a lo real, un acceso interesado, en función de sus necesidades, y otro acceso gratuito, porque la realidad está ahí, porque si. Este doble acceso es su cualidad específica y es lo que le caracteriza entre los vivientes dándole flexibilidad para adaptarse a los cambios de vida más rápidamente que cualquier otro animal.
En las ponencias que han precedido, se ha mostrado con claridad que la pretensión de los mitos y símbolos no es describir la realidad como es, sino que lo que pretenden es interpretar y valorar la realidad, tanto en la dimensión que tiene que ver con las necesidades de los vivientes humanos (necesidades para la sobrevivencia), como en la que tiene que ver con la realidad absoluta (uso espiritual) y pretenden hacerlo de tal manera que los grupos humanos puedan vivir en el medio. La pretensión primaria de los mitos y símbolos es, pues, la programación de la colectividad.
Resulta evidente que los mitos y narraciones sagradas solo son sistemas de figuración de la realidad, de modelación, de acuerdo con unas necesidades; son sistemas de representación y objetivación que orientan y dan eficacia a la acción, de forma que los grupos puedan sobrevivir en unas condiciones determinadas. Por tanto su funcionalidad es esencialmente práctica para la especie humana; aunque en su uso espiritual, se expresan en palabras para conducir más allá de las palabras. Las metáforas centrales de los sistemas míticos funcionan como patrones, modelos de interpretación, valoración y acción.