Francesc Torradeflot Las joyas de las sabias y sabios son como las ramas del nido de los pájaros, imprescindibles cobijos para poder aprender después a volar libres y a disfrutar del aire fresco y de la vida en plenitud. La sabiduría es el regazo tierno y maternal cuidado que vivifica. Es necesaria pero no suficiente, es un hogar y un solaz, pero después hay que volar. Es un placer para mí poder compartir esta muestra del tesoro de humanidad que la vida nos ha regalado...
Comunicación de Ma. de Lourdes Villagómez Díaz – 6º Encuentro Internacional
LA CONEXIÓN INTRÍNSECA ENTRE EL CAMINO INTERIOR Y EL SERVICIO A LOS DEMÁS.
El presente documento lo hago a partir de mi experiencia de mujer, trabajadora social, laica y creyente religiosa, que en el camino, se ha encontrado con diferentes rostros y vidas de mujeres y hombres, marcados por sus dolores, alegrías, potencialidades, inquietudes, sueños, esperanzas y desesperanzas en parte del contexto mexicano y tocando algunos otros rostros en territorios latinoamericanos.
Rostros de hombres, mujeres, niños, niñas, jóvenes que buscan resignificar su existencia en este mundo a través del deseo de mejorar sus condiciones para tener una vida más digna.
Este proceso de desear una vida más digna es un camino de humanización que implica la necesidad de tener otro sistema de formación, otro sistema económico, otro sistema religioso, otro sistema… que pongan en el centro a las personas, a la dignidad humana, nos urge, avanzar en una propuesta de formación y de acción para nuestras organizaciones que nos haga más sujetos. Y lo necesitamos porque estamos alienados, alienadas, somos objetos producidos por la lógica del sistema económico neoliberal (que permea todos los demás sistemas) y no es que estamos fuera, al margen porque no hay fuera.
Se suele afirmar, desde el discurso de nuestras organizaciones, que estar excluido significa estar fuera del sistema y de lo que el sistema representa y ofrece. En este sentido, se maneja el término exclusión como estar fuera del progreso, del avance tecnológico, de los programas gubernamentales, de la comunión eclesial, etc. Pareciera entonces que el objetivo de nuestras organizaciones debería ser “incorporar al sistema, a los sistemas, a aquellos que se encuentran a-fuera”. Sin embargo, es ésta una visión falsa. El sistema, los sistemas, no tiene afuera sino que todas y todos estamos dentro de ellos, pero negados en los procesos de identidad y construcción de sujetos. Somos considerados todas y todos objetos. El emigrante ilegal no se encuentra fuera del país que le recibe, sino que estando dentro le es negado su carácter de sujeto, de persona, de ser humano.
Los procesos de exclusión no se dan fuera del-los sistemas sino que son y están transidos por ellos. De la misma forma los procesos de inclusión/exclusión están ligados a fenómenos de alienación o enajenación porque no sólo los diferentes sistemas son reaccionario hacia los sujetos que construyen autoestima, sino que nosotros mismos construimos o de-construimos estos sistemas.
Cito a Helio Gallardo: Si el sistema no tiene exterior, el cambio, el cambio revolucionario, el cambio que tiene raíces populares, fuentes populares, memorias de lucha, resistencias, sueños y utopías de transformación, aspiraciones; ese cambio debe venir desde dentro. ..El cambio no viene de algo que vemos afuera, sino que el cambio tiene que venir de dentro. Y este cambio que viene de dentro, es desde luego, la lucha social. Armada o institucional. Local o regional. Regional o hemisférica. Hemisférica o mundial. Lucha social. Lucha de transformación, discernimiento, compromiso, testimonio, trayecto.
Pero que el cambio deba venir desde dentro, quiere decir también que en ese proceso de transformación social tiene que darse implacablemente… una conversión personal permanente. Conversión personal que tiene que expresarse en un testimonio diario y que es también lucha, y guerra, y violencia contra la guerra reaccionaria que llevamos en el corazón. La guerra del conformismo, la guerra de la insolidaridad, la guerra de la mudez, la guerra de la pasividad… Si el sistema no tiene exterior, el cambio tiene que venir desde dentro. Y el cambio es revolución social, y conversión personal, todos los días hasta que la muerte nos separe. Pero la memoria de lucha nos une siempre.
Reconocemos que desde finales del siglo pasado se viene gestando la conciencia de que la humanidad ha entrado en una nueva fase de la historia y que se está produciendo un cambio tan radical que todo lo que se había conocido hasta entonces estaba por ser transformado.
Un eje transversal de esta nueva fase es la comunicación con sus nuevas y avasalladoras tecnologías. Esta nueva época también se ha definido por los teóricos como «sociedad post-industrial», o post-moderna, o «era del conocimiento». El que domina el saber, dominará el mundo, señalan. El saber es el verdadero poder. Los que no tienen acceso al saber, estarán perdidos (hoy diríamos excluidos).
En el mundo de las organizaciones empresariales y de marketing, es común el término “training” (entrenamiento, capacitación). Las grandes compañías gastan enormes sumas de dinero en técnicas de “formación” y “capacitación” de sus asociados. Pero el objetivo de tal “training” no es la concientización de los sujetos sino la replicación de los sistemas y la sumisión a los mismos. Y lo más grave es que se nos está haciendo creer que el asunto es un asunto de dominar información, saber, tener, poder… Lo que necesitamos es retomar lo humano en lo deshumanizado que estamos viviendo, que nos estamos viviendo: retomarlo es retomar la dimensión espiritual y desde allí hay que re-construir una paideia para formar-nos
El sistema global lo que produce es no-personas. O sea quienes, en el límite, pueden ser aniquilados sin costo por el sistema. Es el caso de las mujeres de Ciudad de Juárez, de los Mineros en Coahuila, de los indígenas en Chiapas,…. Ahora, en realidad, lo que está “fuera” del sistema es la producción (auto producción) de humanidad. Esta es la raíz del proceso de exclusión. Si no se entiende así se tiende a la ‘compasión’ (falsa) por el “excluido”. Todos los procesos de inclusión resultan así anti sistema.
De allí la necesidad de acudir al proceso de construcción de una espiritualidad que coloque en el centro a la Persona, a las Personas, a la Dignidad Humana que en nuestros países está pisoteada permanentemente por este sistema económico neoliberal que sólo tiene interés por la acumulación, la ganancia y en función de esto se hace presente.
El referente de valor que alimenta las luchas particulares y específicas de muchas de nuestras organizaciones es el de liberación. «Liberación», como señala Gallardo, que remite a la autonomía y a la irradiación de autoestima social.
En este sentido se ofrece un gran reto para las organizaciones que apoyamos procesos de formación, de “construcción” de humanidad y promoción de una sociedad cuyas instituciones faciliten y potencien la autoproducción de sujetos, y que ésta pueda ser considerada republicana, democrática, socialista y comunitaria, plural (particularizada o diferenciada), solidaria y con voluntad de producción de humanidad (utopía de género humano).
Se trata de procesos inéditos para la modernidad que pueden ser protagonizados por los grupos populares latinoamericanos y caribeños, en tanto logren asumirse como lugares sociales específicos a los que se niega radicalmente (su) humanidad.
La construcción de la espiritualidad pasa por la disposición del sujeto hacia la producción del colectivo, del empeño común, la permanente presencia cultural del debate sobre lo que se desea producir como comunidad histórica, como pueblo, es actitud que convoca y construye la virtud popular, debe ser pues, un elemento central en el proceso formativo cuyo objetivo deberá ser la construcción del sujeto colectivo y de la sociedad liberada y liberadora.
Por ello la espiritualidad en este sentido pasa por la recuperación del espacio de conciencia, de crítica, de propuesta, de participación de los sujetos. En este sentido, los sujetos deberán ser cuadros que irradian en procesos sociales, autonomía y autoestima e inciden en procesos de liberación y humanización.
Nuestras organizaciones corren el riesgo de convertirse en partidos, instituciones, corporativos que pretendiendo humanizar des-humanizan. Al formar o construir sujetos sociales la formación debe cuestionarse seriamente sobre aquello que se quiere multiplicar.
Los sujetos o agentes que se insertan en procesos liberadores, en procesos de construcción de espiritualidad y que asumen su autoestima y la irradian pueden ir favoreciendo cambios sociales o transformaciones sistémicas.
Es desde esta perspectiva que afirmo que en la medida que como organizaciones o redes humanizamos las relaciones, procesos, comunicaciones, etc., sólo en ese sentido podemos decir que estamos realizando un verdadero cambio social. Nuestros procesos no deben buscar humanizar el sistema sino humanizar lo que el sistema ha convertido o nos ha hecho ver como no-humano.
El “soy yo” si “tú eres” nos remite al “somos” social”. Habermas afirmaba que «El igual respeto de cada cual no comprende al similar, sino que abarca a la persona del otro o de los otros en su alteridad».
El CEE desde su constitución como organización ha optado por la tarea de ser puente entre lo diverso, lo diferente, lo otro, lo que nos es extraño.
El sistema nos ha separado, nos ha convertido en individuos objetivados replicadores de egoísmo e in-justicia, nos ha seducido y convencido con sus cantos técnico-científico de sirena.
Ante el fenómeno de las nuevas tecnología y sus implicaciones en la comunicación, ante la necesidad de formar sujetos multiplicadores de procesos de liberación y ante el desafío de superar los fenómenos de exclusión estando dentro, me pregunto cuál sería el nexo que pudiera unir todos estos temas y creo que al final de esta reflexión puedo sugerir que se trata de rescatar lo humano en lo no humano es decir, la espiritualidad.