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CONVIVIR. RELIGIÓN PARA LAICOS (1)

Non plus ultra. El Centre de Tradicions Religioses imparte clases para personas interesadas en el fenómeno religioso.

NURIA ESCUR – 01/02/2001

Quienes frecuentan el Centre d’Estudis de les Tradiciones Religioses -una cincuentena de alumnos- son gentes, de un modo u otro, «rebotadas» (técnicamente, dícese de las personas que han abandonado un estado religioso o profesional) de las tradiciones religiosas pero con una profunda inquietud y curiosidad por ese mundo. Empieza esta serie con el testimonio de hombres y mujeres de diversa formación, profesión y periplo vital -Salvador, Marià, Teresa, Pere, Marta…- que consideran que es posible vivir la religión como valor cultural.

Estudiar las religiones desde el laicismo. Ese complejo ideario es el que se lleva a cabo en un local que casi se come las palmeras de los jardines Montserrat. La situación es algo surrealista: fuera, sobre la hierba, una banda de motos con un ruido insoportable y montones de chavales vociferando; dentro, hombres y mujeres que practican el «silencio».

A Salvador, Marià, Teresa, Marta o Pere les une una profunda inquietud y curiosidad por las religiones, así, sin carnet. Se instalaron aquí hace dos años, pero el núcleo duro, originario, empezó a reunirse alrededor de Marià Corbí, hace más de dos decenios, en un sótano de la calle Dante, alicatados contra el infierno del dogmatismo vigente.

Exigen pocas condiciones al alumnado: más de 18 años y no temer a las dudas. Objetivos: poner en contacto a los alumnos con los grandes textos de grandes religiones, desde Al Hallaj hasta dan Juan de la Cruz, pasando por Sankara. Horarios: desde las ocho de la mañana hasta el anochecer, las puertas están abiertas para quien quiera, por ejemplo, entrar en la sala del silencio para hacer yoga o, sencillamente, «vaciar el alma». Asignaturas: cristianismo, iniciación al islam, hinduismo, budismo… Sin filiación. Precios: 15.000 pesetas por cuatrimestre. Este año, una asignatura nueva: «Sociedad en cambio».

Antes que especialista en religiones, Marià fue músico. Entonces descubrió que escuchar a Bach no excluía escuchar a Mozart, como estudiar cristianismo no impedía iniciarse en el islam. Ser profesor de Sociología en Esade le permitió investigar sobre el cambio de patrones sociales y la crisis de valores. «No he hecho otra cosa en mi vida», dice.

Entiende Marià que la religión debe afrontarse desde la realidad laica que nos rodea: «No me interesan las creencias, sólo los valores». Lo explica así, con un guiño jesuítico muy propio: «Estamos atrapados en una sociedad laica que ha aparcado los valores religiosos, pero no sabe encontrar repuesto»

Y tiene claro dónde radica el error: «Las religiones, y más en Occidente, fueron pensadas desde el interior de unas sociedades que ya no existen, para personas que ya no existen, con intenciones que ya no existen… Resulta absurdo que queramos perpetuarlas».

Doctor en Filosofía y licenciado en Teología, ha escrito libros tan inquietantes como «Religión sin religión». Corbí calza mocasines avellana y luce una espléndida y bíblica barba blanca. Apenas quiere rescatar la sabiduría, dice. ¡Ahí es nada! Tras cuarenta años de estudio y experimentación ha llegado a la síntesis. «Lo que provoca cualquier religión es similar a lo que provoca el arte: enseña a acceder a otra dimensión de la realidad.»

-A la falta de ética solamente se les ocurre responder con más ética… ¡católica, por supuesto! Y desde los púlpitos, no a pie de calle.
-Raimon Panikkar responde desde Tavertet.
-Estamos en sintonía con él y, cuando hizo falta, avaló nuestro centro. Panikkar es lo que más se asemeja a nuestro modo de ver el mundo. Con una esencial divergencia: él se muestra crítico con la sociedad en la que vive, prefiere  distanciarse de ella. Nosotros, en cambio, creemos que estar al margen no sirve de nada. Hay que crear nuevos valores desde el centro de la ciudad, ahí fuera, desde el ruido urbano.

Su empeño en ser independientes les ha costado más de un disgusto. Sobrevivir sin ayudas externas que les encasillaran, por ejemplo: «Muchas entidades católicas son lo suficientemente inteligentes como para dejarnos hacer, pero tampoco nos ofrecen sus plataformas».

Hoy, Salvador Juncà, profesor del centro e ingeniero industrial, explica su evolución: «Mi concepción de la religión dio la vuelta como un calcetín cuando conocí este grupo». Él, ex miembro de Cristians pel Socialisme y ex comisario general del Moviment Escolta, dice no militar en ninguna institución ni creencia.

Uno de sus alumnos, Pere Rius, le escucha, discreto. A sus 32 años aterrizó aquí «porque notaba que algunas cosas no encajaban en mi formación cristiana». Ahora, como empresario, les ha instalado una página web (usuarios.intercom.es/etr) y proyecta cursos por Internet.

Llegan más: Teresa Guardans, licenciada en Filología y diplomada en Biblioteconomía se encarga de los 4.000 ejemplares de la biblioteca; Marta Granés, ingeniero agrícola, empieza su clase de yoga. Prepara encuentros sobre el silencio.

-¿Existe la práctica del silencio en todas las religiones?
-Es que no hay nada más -tercia Corbí-, y basta con saber llegar a ese punto.

Ya se lo advirtieron a Brossa: «Usted está muy cerca de Dios, pero está de espaldas».

«Tana», un perro color coñac, acaba de entrar en la sala. Nos invitan, mañana, a presenciar la última clase de islam del cuatrimestre. «Tana» escucha la misma música que su dueño, y a mí me parece que incluso entiende aquello de que distintas formas musicales pueden alcanzar el mismo grado de belleza.

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