Francesc Torradeflot Las joyas de las sabias y sabios son como las ramas del nido de los pájaros, imprescindibles cobijos para poder aprender después a volar libres y a disfrutar del aire fresco y de la vida en plenitud. La sabiduría es el regazo tierno y maternal cuidado que vivifica. Es necesaria pero no suficiente, es un hogar y un solaz, pero después hay que volar. Es un placer para mí poder compartir esta muestra del tesoro de humanidad que la vida nos ha regalado...
DOGEN
Nació en el año 1200 en el seno de una familia aristocrática. Quedó huérfano de padre a los dos años y de madre a los siete. Estos hechos marcaron sin duda su aspiración de abandonar el mundo pasajero y estregarse a la búsqueda de la verdad eterna. Él mismo cuenta cómo observando las evoluciones del humo del incienso durante el funeral de su madre, se sintió el más desgraciado de los seres y tuvo una experiencia intensa de la naturaleza transitoria de todas las cosas. Fue entonces cuando surgió en él una fuerte aspiración a superar el mundo efímero del dolor y del placer, de la alegría y la tristeza.
A los trece años fue ordenado monje Tendai. Pronto encontró un problema en sus estudios: Si la enseñanza budista afirma que todos los seres humanos poseen originalmente la Naturaleza de Buda y el Despertar, ¿por qué todos los Budas han debido buscar la Naturaleza de Buda y se han tenido que esforzar por alcanzar el Despertar a través de su práctica? La búsqueda de una respuesta a esta contradicción le obligó a entrar en contacto con diferentes maestros con quienes estudió las diferentes ramas del budismo.
Su insatisfacción le llevó a viajar a China donde continuó sus estudios en distintos templos.
Dogen alcanzó la Iluminación a la edad de veinticinco años bajo la dirección del maestro Nyojo quien certificaría su Despertar y de se convertiría en su sucesor. Continuó dos años más en China y luego regresó a Japón con la siguiente advertencia de Nyojo: “Cuando regreses a Japón, trabaja por la iluminación de todas las criaturas. No vivas cerca de la capital, ni de personas ricas y poderosas. Evita a los emperadores, ministros y generales. Vete a la montaña profunda, deja las vanidades del mundo y entrégate a la educación de los monjes jóvenes. No desees crear una comunidad numerosa. Si educas verdaderamente a un solo discípulo, la Transmisión que te he entregado no se extinguirá”.
A su regreso alguien preguntó a Dogen: “¿Qué es lo que has traído de China?”, a lo que Dogen contestó: ”Nada. He vuelto con las manos vacías. No he traído sutras ni estatuas. Solamente un espíritu apacible y flexible.” (Koun Ejo. Enseñanzas Zen del Maestro Eihei Dogen: Shobogenzo Zuimonki.pg.11)
Dogen vivió unos años en una ermita y cuando el espacio se hizo insuficiente para albergar a sus discípulos se trasladó a un monasterio que sería incendiado por unos monjes Tendai rivales suyos que le acusaban de innovador. Se construye otro monasterio lejos del anterior donde vivirá sus últimos diez años. Dogen muere a los 53 años.
Sus últimos versos fueron:
“Durante cincuenta años
he intentado aclarar el problema de la vida y de la muerte.
Me he esforzado continuamente y, por último,
he superado todas las dudas y obstáculos.
Ahora ya no tengo ningún deseo ni espero nada.
Aún vivo, entro en el nirvana.”
(Koun Ejo. Enseñanzas Zen del Maestro Eihei Dogen: Shobogenzo Zuimonki. pg.13)
La obra escrita de Dogen se puede dividir en dos grandes grupos: por un lado el Shobogenzo que significa ‘El Ojo Precioso del Verdadero Dharma’ que es una recopilación muy amplia de su visión filosófica y religiosa, muy intelectual y de difícil comprensión. Y por otro se encuentra su Shingi que es un conjunto de instrucciones y reglas para la vida práctica cotidiana.
Dogen ocupa un lugar central en la historia intelectual japonesa. La estructura teórica de su obra le sitúa en la cima de la filosofía japonesa. Fue un gran líder espiritual y la profundidad de su experiencia religiosa le ha convertido en maestro de todos aquellos que buscan el Despertar.
La enseñanza de Dogen
Se podría sintetizar en los siguientes puntos:
- La práctica y la iluminación son no-dos. La práctica no tiene como fin el alcanzar la iluminación. El hecho de practicar de manera justa es ya , en sí mismo, la iluminación.
- Los seres vivientes y Buda son no-dos. Todos los seres son, en sí mismos, Buda. No es que los seres humanos sean impuros y, por medio de la práctica del Dharma alcancen la pureza, sino que la práctica justa es la manifestación del Buda que todos los seres humanos son originalmente.
- El verdadero Budismo es aquel que ha sido transmitido de Maestro a discípulo, de corazón a corazón. Todas las demás formas de Budismo surgidas del estudio intelectual de los textos o del apego emocional a Buda o al pasado son erróneas y deben ser abandonadas.
- Sin haber alcanzado la experiencia del estado de paz y de gozo profundos (nirvana), no puede darse ni Buda ni Budismo.
- La práctica, la enseñanza y la iluminación son una sola cosa. La Iluminación es practicar lo que se enseña, enseñar lo que se practica. La Iluminación es práctica y enseñanza.
- Para alcanzar la iluminación uno no debe apegarse a ningún concepto, a ninguna descripción de lo que podría ser la iluminación.
- El cuerpo y el espíritu son no-dos. El cuerpo no es algo separado de la mente o de la conciencia, sino que ambos aspectos forman parte de una sola realidad.
- Zazen, sentarse para meditar, y el comportamiento en la vida cotidiana son no-dos. El estado de zazen debe ser continuado en la vida cotidiana.