Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos.
Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana.
Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
El don de la ignorancia
Una selección de poemas del libro de José Corredor-Matheos: «El don de la ignorancia» (Tusquets, 2004). Poemas que invitan a ser testigos de la vida, de lo que nos rodea y de lo que somos, desde un silencio abierto al asombro. Poemas de interrogación y de agradecimiento.
Qué extraño es estar muerto
(Rainer Maria Rilke)
Qué extraño es estar vivo,
sentirse rodeado
de otros seres
igualmente extraños
y de cosas inertes
que te atan
con su solo silencio.
Qué extraño es oír
las voces más calladas,
que se haga visible
lo invisible,
tocar lo que se escapa
para siempre.
te sorprende que esto
que te envuelve
sea en verdad real,
que tú mismo lo seas.
Tu vida la sostiene,
acaso, esta extrañeza.
*
Hay que llegar al borde
y apurar esta vida
que duda de sí misma
y que vacila,
y acaso se detiene.
Y volver, si es posible,
por haber descubierto
que nada, nada pasa,
porque no hay en ti
más que ocres,
estos grises,
los oscuros azules
del otoño.
*
Sosegar el espíritu
entre el pavor y el gozo
de vivir.
Y que el mismo sosiego
sea el signo gozoso
de que el pavor empieza.
…estando ya mi casa sosegada
(S. Juan de la Cruz)
“Nada de lo que has sido
permanece.
No tienes ni pasado ni futuro,
y hasta el mismo morir
no es muy seguro.
Nada ni nadie a ti
te pertenece.
Pero respira el campo
si anochece.
Vuelve a ser todo transparente
y puro.
Avanzas confiado
hacia lo oscuro.
El mundo nace un tu interior
y crece.
Qué sencillo morir.
Y qué sencillo
poder vivir al fin
como si todo
fuera un ir devanándose
el ovillo.
Y nunca hubiera sido
de otro modo.
Todo vuelve a ser tuyo,
siendo nada,
estando ya la noche
iluminada.
*
La nada es el fruto de mi
constante meditación.
(Omar Jayyam)
¿Cómo podré pagarte
que me hayas hecho ver
la irrealidad de todo,
la vanidad de todo?
¿Cuánto daría yo
por oír en tu voz
que la nada es el fruto
de tu meditación,
que después de la muerte
hay la nada
o la misericordia?
Tus palabras me llegan
con sabor a tu voz
y me parece verte
con un vaso en la mano,
que levantas
hacia ese firmamento
resultado tan sólo
de la imaginación.
Si es que eres tú, Omar,
arráncame una a una
las certezas.
Que quede tan desnudo
como las claras dunas
del desierto.
Omar Jayyam, brindemos,
porque aunque todo sea
viento, espejismo, sueño,
quiero seguir oyendo
tus palabras,
contemplar tu figura
de apagada ceniza
y beber en silencio
el vino de tu cáliz.
*
Me gusta caminar
sin compañía,
descubrir en los árboles
la semilla del fuego,
ver crecer los arbustos
con su ritmo tranquilo
y sentir cómo a todo
lo ilumina
la misma única muerte
que me ilumina a mí.
*
Qué gran felicidad,
respirar este aire
fresco del mes de abril,
al salir de mi casa,
y que sea la lluvia
la que abra mi mente,
me devuelva mi nombre,
me devuelva mi rostro,
me devuelva mi voz.
*
Pocas cosas despiertan
mi alegría
como el brincar gozoso
de algún perro
que me ha salido al paso.
Pocas cosas remueven
algo profundo en mí
como el mirar de un perro
fatigado
de haber vivido tanto.
Todo el amor del mundo
que tú ansías
y la desolación que sientes
asoman a los ojos
de un perro que te mira,
interrogándote.
*
Por la ventana abierta
¿qué pasa con la tarde?
La manzana que tienes
en la mano
te sorprende de pronto.
Contemplas la manzana
y vas viendo
lo que no es visible
ni invisible.
La manzana eres tú,
y la tarde eres tú.
Pero tú, tú ¿quién eres?
*
Por las moscas,
que tanto me incomodan,
sé que existo.
Seguid siendo testigos,
dad fe de mi existencia.
No acierto a imaginar
lo que sería
un mundo sin vosotras.
Os ahuyento y respeto
vuestra vida,
sagrada como todas.
Hay en vosotras algo
que me dice
que debo aprovechar
vuestra presencia
y descubrir mi vuelo
en vuestro vuelo.
*
Y, desde el tren, el mar.
Qué gozo poder verlo,
siempre el mismo.
No merezco tener
ante los ojos
tanta pura belleza.
*
Este campo tan ancho
viste la desnudez
que tú anhelabas.
Mirándolo descubres
lo que eres
cuando logras librarte
de todas las montañas,
los ríos y los árboles
que impiden ver en ti
más allá del paisaje,
de todos los paisajes.
selecció del llibre de poemes de José Corredor-Matheos. El don de la ignorancia (Tusquets, 2004)