Rafael Redondo Nos ha dejado Rafa Redondo, amigo, maestro, referente, poeta. Como escribe su hija a los amigos y amigas de Ipar Haizea, “su partida deja en nosotros una ausencia física que duele, pero también una presencia profunda que nos acompaña siempre. Nuestro aita ha sido un regalo que seguirá hablándonos en el silencio, y estoy segura que lo seguirá haciendo en el corazón de todos nosotros y nosotras. Seguimos celebrando la vida juntas, con el gran Amor que Rafa nos deja y que nos seguirá acompañando siempre.” ¡Gracias Rafa, amigo del alma!
El poder de la música

El director de orquesta Daniel Baremboim y su amigo Edward Saïd (palestino, activista, profesor universitario y crítico literario), comprometidos con la paz entre Israel y Palestina, fundaron una orquesta que reunía a músicos de Israel, de Palestina y de otros países árabes. En este texto Baremboim reflexiona sobre la necesidad del reconocimiento mutuo. “Desde luego, la Orquesta no puede traer la paz –escribe–. Sin embargo, puede crear las condiciones para un entendimiento sin el que no es posible hablar siquiera de ella.»
Fuente: Daniel Barenboim. La música despierta el tiempo.(trads.: F. López Martín y Vicent Minguet). Acantilado, 2023. págs. 64-90, una selección.
[…] La cultura alienta el contacto entre las personas y puede unirlas más de lo que estaban, pues fomenta la comprensión mutua. Por eso Edward Said y yo fundamos el proyecto West-Eastern Divan (‘El Divan de Oriente y Occidente’) con vistas a reunir a músicos de Israel, Palestina y otros países árabes, hacer que tocaran música juntos y, finalmente, tras percatarnos del enorme interés que había despertado la idea, formar una orquesta. El nombre de nuestro proyecto procede de una colección de poemas de Goethe, uno de los primeros europeos en sentir un genuino interés por otras culturas. […]
Los poemas de Goethe eran un símbolo de la idea que sustentaba nuestro experimento de reunir a músicos árabes e israelíes. Dicho experimento comenzó en 1999 en Weimar, por lo que resultaba tanto más apropiado dar a la orquesta el nombre de los poemas de Goethe. Esta pequeña ciudad de Turingia representa en muchos sentidos lo mejor y lo peor de la historia alemana: entre los siglos XVII y XIX fue el hogar cultural de Goethe, Schiller, Bach y Liszt, y está llena de monumentos y museos dedicados a esas grandes figuras y a sus logros intelectuales. Sin embargo, desde la Segunda Guerra Mundial, el campo de concentración de Buchenwald, situado a una corta distancia, ha arrojado su sombra incluso sobre las más elevadas y nobles intenciones de la humanidad, y ha servido como recordatorio incesante del extremo opuesto: la capacidad humana para la crueldad, la inhumanidad y la devastación. Esta compleja historia, que desde entonces ha estado entrelazada con la historia del Estado de Israel, constituyó el marco idóneo para la primera temporada de la orquesta, formada por jóvenes de Palestina y los territorios ocupados, palestinos de Israel, sirios, libaneses, jordanos, egipcios y, desde luego, israelíes.
Tocar música de cámara o música orquestal implica hacer al mismo tiempo dos cosas muy importantes. La primera es expresarse, pues sólo así se estará contribuyendo a la experiencia musical, y la segunda es escuchar a los otros músicos, un aspecto imperativo a la hora de interpretar. En el caso de un músico de cuerda, la otra persona puede estar a su lado, compartir un atril y tocar la misma parte; en el de un intérprete de un instrumento de viento, el otro tal vez toque un instrumento diferente que sirva de contrapunto a la propia voz. Comoquiera que sea, es imposible tocar en una orquesta de un modo inteligente si sólo nos concentramos en una de esas dos cosas. No basta con tocar muy bien tu parte; si no escuchas a los otros, puedes taparlos con tu volumen sonoro, o volverlo tan sutil que no se te oiga. Por otro lado, tampoco basta con escuchar. El arte de hacer música es el arte de tocar y escuchar al mismo tiempo, de manera que lo uno sirva para mejorar lo otro. Esto es válido tanto en el plano individual como en el plano colectivo: escuchar permite tocar mejor, y cada voz mejora gracias a las demás. Esta cualidad dialógica inherente a la música fue la razón principal que nos llevó a fundar la orquesta. En sus conversaciones con los jóvenes músicos, Edward Said siempre dejaba claro que la separación no es una solución para los problemas que nos dividen, y que el desconocimiento del otro no ayuda en absoluto.
Nuestra intención en aquel taller era iniciar un diálogo, dar un paso adelante y encontrar un territorio común entre pueblos que se han distanciado. Presenciamos con emoción lo que ocurría cuando un músico árabe compartía atril con un músico israelí, y los dos intentaban tocar la misma nota con la misma dinámica, el mismo golpe de arco, el mismo sonido, la misma expresión. Procuraban hacer juntos algo que los apasionaba a ambos, pues, al fin y al cabo, la indiferencia y la interpretación musical son incompatibles. Al margen del nivel de aptitud, la música exige una actitud siempre apasionada. El principio fundamental de la orquesta era muy sencillo: cuando aquellos jóvenes músicos coincidieran en cómo debían tocar juntos incluso una sola nota, no podrían volver a mirarse el uno al otro del mismo modo. Si eran capaces de mantener un diálogo musical tocando de forma simultánea, el diálogo hablado, en el que uno espera hasta que el otro ha terminado, sería mucho más sencillo. Tal era nuestro punto de partida y, desde el primer momento, Edward y yo fuimos optimistas, pese a lo que él llamaba un cielo amenazador, lo que, por desgracia, ha resultado ser una premonición exacta.
Tengo la convicción de que, en lo tocante al conflicto palestino-israelí, la ética y la estrategia no se excluyen mutuamente, sino que van de la mano, del mismo modo que en la música resulta imposible separar la comprensión racional y el compromiso emocional. El diálogo entre intelecto y emoción también puede atemperar actitudes religiosas incondicionales, y constituir un contrapunto importante a la potencial monotonía del fervor religioso. El Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y el Corán son textos de una sabiduría infinita cuando los leemos desde un punto de vista independiente e inquisitivo; leídos con espíritu filosófico, no sólo nos permiten iluminar la historia, sino también la conducta humana. Sin embargo, no pueden constituir la única guía para la existencia humana, interpretados literalmente o sin la participación de todas las facetas de la inteligencia humana. En un discurso que pronunció en Marburgo en febrero de 2007, el excanciller Helmut Schmidt sostuvo esa idea al relatar diversas experiencias de su larga carrera política. A su juicio, en muchos casos eta imposible tomar decisiones extremadamente difíciles sin la ayuda de la razón. […]
En la Orquesta West-Eastern Divan, el vínculo que esos jóvenes comparten es el lenguaje metafísico universal de la música; un lenguaje basado en el diálogo continuo. El marco común que posibilita expresar lo que es difícil o incluso está prohibido manifestar con palabras es la música, un lenguaje abstracto de armonía que contrasta con las numerosas lenguas habladas en la orquesta. En la música, nada es independiente; se exige un perfecto equilibrio entre intelecto, emoción y temperamento. Me atrevería a decir que, si se alcanzara ese equilibrio, los seres humanos e incluso las naciones serían capaces de interactuar con mayor facilidad. Gracias a la música, podemos imaginar un modelo social alternativo, en el que la utopía y el pragmatismo unen sus fuerzas y nos permiten expresarnos con libertad y escuchar las preocupaciones del otro. Este modelo nos permite ver con claridad cómo puede funcionar el mundo, cómo debería hacerlo y cómo lo hace en ocasiones. Desde el primer momento estábamos convencidos de que los destinos de nuestros dos pueblos—el palestino y el israelí—están inseparablemente ligados, y que, por lo tanto, la dignidad, la felicidad y el bienestar de uno han de ser inevitablemente los del otro. Por desgracia, en la actualidad la situación se ve de manera muy distinta en Oriente Medio. […]
Desde luego, la Orquesta West-Eastern Divan no puede traer la paz. Sin embargo, puede crear las condiciones para un entendimiento sin el que no es posible hablar siquiera de ella. Tiene el potencial de despertar la curiosidad de cada persona para atender al relato de la otra, y de inspirar el coraje necesario para escuchar lo que uno preferiría no oír. Una vez oído lo inaceptable, puede llegar a ser posible aceptar, como mínimo, la legitimidad del punto de vista del otro. Se ha dicho muchas veces que éste era un maravilloso ejemplo de tolerancia, palabra que no me gusta, ya que en el hecho de tolerar algo o a alguien hay una negatividad subyacente; se es tolerante a pesar de ciertas cualidades negativas. Entender la palabra tolerancia sólo como un aspecto de la generosidad altruista es malinterpretarla. En ella hay inherente cierta presuntuosidad: yo soy mejor que tú. Goethe expresó esta idea de modo sucinto cuando dijo: «Limitarse a tolerar es un insulto; el verdadero liberalismo significa aceptación». Por mi parte, añadiría que la verdadera aceptación significa reconocer la diferencia y la dignidad del otro. En música, tal costa está perfectamente representada por el contrapunto o por la polifonía. Una de las lecciones más importantes de la música es la aceptación de la libertad y la individualidad del otro. […]
La música, sobre todo en la Orquesta West-Eastern Divan, no es sólo una actividad común que une a las personas y les da la posibilidad de olvidar sus diferencias; más bien, es una guía que les permite comprender dichas diferencias, un proceso existencial que promueve la reflexión y el entendimiento, y que nos ayuda a indagar bajo la superficie y a conectarnos con la fuente de nuestro ser. […]
El año 2006 terminó con un inolvidable concierto el 18 de diciembre, en la Sala de la Asamblea General de las Naciones Unidas, como parte de la ceremonia de despedida del secretario general de esa organización, Kofi Annan. Para gran alegría mía, todos los miembros de la orquesta estaban presentes; la mayoría de los músicos sirios y libaneses deseaban venir y pudieron hacerlo, y su presencia en el escenario con el resto de árabes y con los israelíes no sólo fue importante para el equilibrio de la orquesta, sino que constituyó una poderosa declaración ante las Naciones Unidas.
Foto:Fernando Delgado Béjar, Wikimedia Commons
La República Soberana e Independiente de la West-Eastern Divan, como la llamo yo, cree que, para lograr algún progreso en la disputa entre israelíes y palestinos, es necesario que las dos partes hablen con tacto y escuchen cosas dolorosas. Muchos de sus ciudadanos escucharon en el taller por primera vez el dolor contenido en el relato de la otra parte. Es una experiencia que conmociona de modo inevitable y les exige pensar en el pasado y en el sufrimiento experimentado durante muchos años. Sin duda, Israel tiene derecho a existir, del mismo modo que el pueblo palestino tiene derecho a contar con un Estado soberano y legítimo. Israel necesita seguridad; los palestinos necesitan igualdad y dignidad. Estos derechos y necesidades sólo pueden garantizarlos los israelíes a los palestinos y los palestinos a los israelíes. El Ejército israelí es muy poderoso y probablemente ganaría una guerra contra un país árabe, pero, a pesar de todo, no puede proporcionar a Israel la seguridad que necesitan sus ciudadanos. A largo plazo, Israel sólo estará segura cuando los palestinos y otros vecinos suyos la acepten. La ocupación de territorio palestino por parte de Israel es un obstáculo para lograr ese objetivo, y su cese es muy de desear. Las decisiones unilaterales han demostrado ser desastrosas; son moralmente inaceptables y estratégicamente contraproducentes. Sólo las negociaciones honradas y valientes entre las partes afectadas directa o indirectamente en el conflicto pueden lograr que los palestinos vivan en condiciones aceptables. El aislamiento de las partes forma parte del problema; su inclusión, de la solución al conflicto. Algunas de mis iniciativas han despertado bastante admiración, aunque al mismo tiempo se las haya tachado de ingenuas. No obstante, me pregunto si no es más ingenuo todavía apostar únicamente por una solución militar que no ha dado frutos durante sesenta años. El pasado no es sino una transición hasta el presente, como el presente es una transición hasta el futuro; por lo tanto, un presente violento y cruel conducirá de modo inevitable a un futuro aún más cruel y violento.
Todos los miembros de la Orquesta West-Eastern Divan, independientemente de su origen, demuestran un gran coraje, capacidad de entendimiento y amplitud de miras por el hecho mismo de formar parte del taller. Me gustaría considerarlos pioneros de una nueva forma de pensar Oriente Medio.
Font: Daniel Barenboim. La música despierta el tiempo.(trads.: F. López Martín i Vicent Minguet). Acantilado, 2023. pgs. 64-90, una tria.