Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos. Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana. Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
El negocio del mindfulness
En el mes de noviembre han salido varios artículos recogiendo el interés creciente por la atención plena (mindfulness) en el mundo empresarial, muy especialmente, y también en el ámbito educativo. El cultivo de la atención plena para favorecer la creatividad, la flexibilidad, la comprensión… ; para reducir el estrés generado por la «multi-tarea» y por la avalancha de información a la que estamos expuestos, va ganando fuerza. No dejan de salir nuevos “manuales”, aplicaciones, cursos, programas… De ahí que se generen una serie de interrogantes :
¿eran éstos los objetivos de las ancestrales prácticas de atención plena (en gran parte originadas en la tradición budista) ahora tan en boga? ¿Tiene sentido poner al servicio del beneficio económico aquello que quería favorecer un profundo interés gratuito por la realidad? El movimiento actual, ¿es algo más que una moda?
Como mínimo lo que parece claro es que se está evidenciando que el ritmo de transformaciones científico tecnológicas en el que vivimos inmersos demanda repensar muchos aspectos, que no basta con introducir innovaciones en el mercado: cómo vivir la calidad humana, cómo resituar y alimentar el sentido profundo de la existencia; cómo replantear la educación, las relaciones con los demás, con uno mismo, con el planeta. Que no es posible seguir jugando a aprendices de brujo sin tener en cuenta las consecuencias de cada paso que se da.
Como muestra del debate abierto, ofrecemos aquí la traducción de un artículo de Schumpeter en The Economist (16 de noviembre 2013, p.63).
Al final del mismo se encuentra también el enlace a un artículo de David Hochman en el New York Times (1 de noviembre, 2013) que permite hacerse una idea de la ambigüedad del fenómeno. Así como la respuesta al mismo de una educadora, Funie Hsu (4 de noviembre), que deja muy clara la distinción entre «calmar» a los niños/as y la práctica budista de atención plena como vía para acrecentar el interés y el compromiso hacia la realidad.
The Economist 16.11.2013. Schumpeter El negocio del mindfulness
El capitalismo occidental está buscando inspiración en el misticismo oriental
En su libro publicado en 1905, «La Ética Protestante y el espíritu del capitalismo”, Max Weber atribuye a la ética protestante el origen del capitalismo. Actualmente, a veces parece como si fuera la ética budista la que está manteniendo el capitalismo. Los protestantes subrayan el autocontrol y el cálculo racional. Los budistas resaltan la importancia del «mindfulness» -tomar un descanso de las actividades diarias para relajarse y meditar. En el mundo corporativo de hoy es más probable oir hablar de mindfulness que de autocontrol.
Google ofrece un curso interno llamado «buscar dentro de ti» que ha alcanzado tanta popularidad que la compañía ha creado versiones básicas como “autogestión neuronal” y «gestionar tu energía». El gigante de la búsqueda también ha construido un laberinto para la meditación caminando. EBay dispone de salas de meditación equipadas con cojines y flores. Twitter y Facebook están haciendo todo que lo que pueden para estar en la vanguardia de la carrera del mindfulness. Evan Williams, uno de los fundadores de Twitter, ha introducido sesiones regulares de meditación en su nueva aventura, la Obvious Corporation, un vivero de empresas y fondo de inversión.
La moda no se limita a Silicon Valley: podemos encontrar el movimiento mindfulness en todos los rincones del mundo corporativo. Rupert Murdoch tiene un detector de mentiras bien desarrollado. Pero este año ha tuiteado sobre su interés en la meditación trascendental (la cual, dijo, «todo el mundo recomienda»). Ray Dalio de Bridgewater Associates y Bill Gross de PIMCO son dos de los nombres más grandes en el negocio de la gestión de fondos, y ambos son meditadores habituales. Dalio dice que la meditación ha tenido más impacto en su éxito que cualquier otra cosa.
Lo que puso en marcha el vagón del mindfulness fue la contracultura de los años sesenta, que inyectó una dosis de moda bohemia en el torrente sanguíneo del capitalismo: fue testigo del surgimiento de empresas como Virgin, Ben Jerry’s y Apple, cuyo Co-fundador, Steve Jobs, visitó la India en un retiro de meditación en su juventud, y a menudo hablaba sobre cómo el Zen había influido en el diseño de sus productos. Pero hay tres cosas que hacen girar las ruedas más rápidamente:
La más obvia es la omni-conectividad. El tecleo constante de dispositivos electrónicos lleva a mucha gente al límite de sus fuerzas. Los dispositivos electrónicos no sólo sobrecargan los sentidos e invaden el tiempo de ocio; se alimentan de sí mismos: cuanto más tuitea la gente más seguidores y retuits tienen. El mindfulness proporciona una buena excusa para desconectar y relajarse — o «desconectar para conectar», como dicen sus defensores.
Una segunda razón es la competencia feroz. La búsqueda individualista del éxito material ha producido una epidemia de escándalos corporativos y un sentimiento generalizado de ansiedad. El mindfulness hace hincapié en que es más una cuestión de éxito que de prosperidad material.
La tercera es que vender mindfulness se ha convertido en un negocio por derecho propio.
El movimiento tiene una creciente, y sorprendentemente ecléctica, cohorte de gurús. Chade-Meng Tan de Google, quien se enorgullece de su descripción de puesto de trabajo como «un tio estupendo», es el inspirador de «Buscar dentro de ti». Soren Gordhamer, un instructor de yoga y meditación y un tuiteador entusiasta, fundó Wisdom 2.0, una popular serie de conferencias sobre mindfulness. Bill George, ex jefe de Medtronic, una empresa de equipamiento médico y miembro del Consejo de Goldman Sachs, está introduciendo mindfulness en la Harvard Business School en un intento de desarrollar líderes que sean «conscientes de sí mismos y autocompasivos».
Muchas otras escuelas de negocios están introduciendo mindfulness. Jeremy Hunter de la escuela de negocios Drucker en la Universidad de Claremont lo enseña a sus alumnos, como hace Ben Bryant en el IMD de Suiza. Donde Plowman de la escuela de negocios de la Universidad de Nebraska-Lincoln incluso ha intentado cuantificar la conciencia de las propias escuelas de gestión. El flujo de la sabiduría no es unidireccional: Keisuke Matsumoto, un monje budista japonés, cursó un MBA en la Indian School of Business en Hyderabad y ahora, a su vuelta, está aplicando su formación a la revitalización de los templos.
En cuanto a su explotación como negocio, Arianna Huffington organiza un congreso de mindfulness, una aplicación «GPS para el alma» y un rincón del mindfulness en la sede de su Huffington Post. Chip Wilson, el director de Lululemon, una empresa fabricante de caros equipos de yoga, ha creado un sitio web, whil.com, que invita a las personas a apagar sus cerebros durante 60 segundos visualizando un punto. («Desconectar, conectar y seguir adelante»)
Un paseo por el campo
¿Ofrece algo bueno todo este mindfulness? Hay un cuerpo de evidencia que sugiere que algunas de sus técnicas pueden proporcionar importantes beneficios psicológicos y fisiológicos. La escuela de medicina de la Duke University ha realizado investigaciones que demuestran que, en América, una hora de yoga a la semana disminuye los niveles de estrés en los empleados en una tercera parte y reduce los costos de atención médica un promedio de 2.000 dólares al año. Los cínicos podrían citar la evidencia de que un paseo por el campo tiene beneficios similares. También podría ser preocupante que Aetna, una aseguradora que quiere vender el yoga y otras técnicas de mindfulness como parte de sus planes de salud, está patrocinando algunas de las investigaciones que los respaldan. Pero parece razonable suponer que, en un mundo de constante estrés y distracción, simplemente sentarse y relajarse un rato puede comportar algo positivo.
El mayor problema con el mindfulness es que se está convirtiendo en parte del movimiento de autoayuda — y por lo tanto, parte de la enfermedad que se supone que cura. Los gurús hablan de «la ventaja competitiva de la meditación». Los alumnos lo perciben como una forma de salir adelante en la vida. Y el objeto de todo el ejercicio se pierde. ¿Qué tiene que ver un desfile de costosos trajes en lululemon con la ética budista de no apego a los bienes materiales? ¿Y mirar fijamente un punto generado por computadora, que tiene que ver con el antiguo arte de la meditación? El capitalismo occidental parece estar haciendo bastante más para cambiar la religión oriental que la religión oriental para cambiar el capitalismo occidental.
Artículos relacionados:
Mindfulness: Getting Its Share of Attention – by David Hochman- Publicado en: THE NEW YORK TIMES: November 1, 2013
En castellano, publicado en El País (14 de noviembre 2013): Para hacer más, no haga nada
The Heart of Mindfulness: A Response to the New York Times –by Funie Hsu-
Escribe Fanie Hsu: “La atención plena no necesita ser enseñado en su contexto religioso para ser «la atención correcta», o sati Samma, pero debe mantener su corazón esencial: la enseñanza de la no-dualidad y de la acción social. Como educadores que buscan incorporar la atención a la educación formal, tenemos que ser muy conscientes de cómo lo aplicamos para que no sirva para ocultarnos el sufrimiento que nos rodea. (…) Más allá de conseguir mentes tranquilas en los exámenes, pensemos cómo vamos a hacer para cultivar la alegría capacitando a nuestros estudiantes para interesarse e involucrarse en la creación del mundo que se merecen.”