Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos.
Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana.
Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
EL PEREGRINO Y LA FILOCALIA
La obra anónima Relatos de un peregrino ruso popularizó la tradición de «oración continua» practicada por la Iglesia oriental y, muy especialmente la recopilación de enseñanzas sobre la oración que lleva por título Filocalía (amor a la belleza). Dice así el peregrino:
… entré en la Iglesia para orar durante el oficio; estaban leyendo la epístola de San Pablo a los Tesalonicenses, en el pasaje en que está escrito: «Orad sin cesar». Estas palabras penetraron profundamente en mi espíritu, y me pregunté cómo es posible orar sin cesar, siendo así que todos debemos ocuparnos en diversos trabajos a fin de proveer a la propia subsistencia. Busqué en la Biblia y leí con mis propios ojos exactamente lo mismo que había oído: «Orad sin cesar»(Te 5,17); «orad en todo momento en espíritu» (Ef 6,18)
¿Qué hacer?, pensé. ¿Dónde encontrar una persona capaz de explicarme estas palabras? Iré por las iglesias donde predican oradores famosos y acaso en ellas encontraré lo que busco. Y sin más, me puse en camino. Escuché muchos y excelentes sermones sobre la oración, pero todos eran instrucciones sobre la oración en general: qué es la oración, por qué se ha de orar, cuáles son los frutos de la oración. Pero cómo llegar a orar de verdad, de esto nadie hablaba. Oí un sermón sobre la oración de espíritu y sobre la oración continua; pero nada dijo el predicador del modo de alcanzar esta oración. De manera que la asistencia a los sermones no me había resuelto lo que yo buscaba. Por eso dejé de asistir a ellos, y determiné buscar con la ayuda de Dios un hombre sabio y experimentado que me explicara este misterio, ya que tan atraído me sentía hacia él.
Así anduve mucho tiempo; leía la Biblia y me preguntaba si no habría en alguna parte un maestro del espíritu o un guía sabio y lleno de experiencia.
[tras recorrer muchos caminos y preguntar sin encontrar respuestas]
(…) hasta que una tarde encontré a un anciano que tenía traza de ser un religioso.
A mi pregunta, respondió que era monje y que la soledad en que vivía con algunos hermanos estaba a diez verstas del camino, y me invitó a detenerme con ellos.
-En nuestra casa -me dijo- se recibe a los peregrinos, se los cuida y se les da de comer en la hospedería.
Yo no tenía ningún deseo de ir allí, y le dije:
-Mi descanso no depende del hospedaje, sino de una enseñanza espiritual; no busco comida, pues llevo mucho pan seco en mi alforja.
-¿Qué clase de enseñanza es la que buscas y qué es lo que quieres comprender mejor? Ven, ven a nuestra casa, querido hermano; en ella tenemos startsi experimentados que pueden darte una dirección espiritual y ponerte en el camino verdadero que lleva a la luz de la Palabra de Dios y de las enseñanzas de los Padres.
-Mirad, Padre, hace alrededor de un año que, estando en un oficio, oí este mandamiento del Apóstol: Orad sin cesar. No sabiendo cómo interpretar estas palabras, me puse a leer la Biblia, y también en ella, y en múltiples pasajes, he encontrado el mandamiento de Dios: hay que orar sin cesar, siempre, en toda ocasión, en todo lugar, no sólo durante las ocupaciones del día, no sólo en estado de vigilia, sino también durante el sueño. Esto me admiró sobremanera y no puedo comprender cómo es posible cumplir tal cosa ni cuáles son los medios de conseguirlo; un gran deseo y una gran curiosidad se despertaron en mí: ni de día ni de noche se han apartado estas palabras de mi espíritu. Me puse también a visitar las iglesias y a oír sermones sobre la oración, pero en vano: nunca he podido saber cómo orar sin cesar; hablaban siempre en ellos de la preparación a la oración o de sus frutos, sin enseñar cómo orar sin cesar, ni qué significa tal oración. A menudo he leído la Biblia y en ella he vuelto a encontrar lo mismo que había oído; pero no he podido comprender lo que tanto ansío. Así que durante todo este tiempo ando lleno de incertidumbre e inquietud. El starets hizo la señal de la cruz y tomó la palabra:
-Da gracias a Dios, hermano muy amado, por haberte Él revelado esa invencible atracción que existe en ti hacia la oración interior continua. (…) En verdad, se predica mucho acerca de la oración y sobre esta materia existen no pocas obras recientes, pero todos los juicios de sus autores están fundados en la especulación intelectual, en los conceptos de la razón natural, y no en la experiencia que resulta de la acción; hablan más de lo que a la oración es accesorio que de la esencia de la oración. (…) Pero qué es la oración y cómo se aprende a orar, cosas tan esenciales y fundamentales en la oración, muy poco lo tratan los predicadores de nuestro tiempo. (…) Y lo que es más triste aún, esta elemental y vana sabiduría conduce a medir a Dios con una medida humana. Gran yerro cometen al tomar los frutos y las consecuencias de la oración como medios de llegar a ella, disminuyendo así su fuerza. (…) conocen mal estas cuestiones y hablan poco de ellas quienes no están familiarizados con la práctica y las enseñanzas de los Padres.
Conversando de esta suerte, habíamos llegado, sin darnos cuenta al recinto. Para no separarme de este sabio anciano y satisfacer cuanto antes mis deseos, me apresuré a preguntarle:
-Os ruego, venerable Padre, que me expliquéis qué es la oración interior y continua y cómo podría yo aprenderla; pues veo que de ella tenéis muy profunda y segura experiencia.
El starets escuchó mi petición con bondad y me llevó a su cuarto.
– (…) Cómo se aprende la oración, lo veremos en este libro que se llama Filocalía. En él está contenida la ciencia completa y detallada de la oración interior continua, expuesta por veinticinco Padres. (…) Escucha ahora, que quiero leerte cómo se ejercita la oración interior continua.
Abrió el starets la Filocalía, eligió un pasaje de San Simeón el Nuevo Teólogo y comenzó: «Permanece sentado en el silencio y la soledad, inclina la cabeza y cierra los ojos; respira suavemente, mira por la imaginación en el interior de tu corazón, recoge tu inteligencia, es decir tu pensamiento, de tu cabeza a tu corazón. Di, al ritmo de la respiración: «Señor Jesucristo, ten piedad de mí», en voz baja, o simplemente en espíritu. Esfuérzate en echar fuera todos los demás pensamientos, sé paciente y repite a menudo este ejercicio.»
Después el starets me explicó todo esto con ejemplos, y aún leímos en la Filocalía las palabras de San Gregorio el Sinaíta y de los bienaventurados Calixto e Ignacio. Todo lo que íbamos leyendo, el starets me lo iba explicando a su manera y yo escuchaba con atención…
(Relatos de un peregrino ruso. Texto completo en:
www.abandono.com/Oracion_contemplativa/Peregrino/Peregrino000.htm)