Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos.
Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana.
Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
¿Existe el capitalismo de la vigilancia? Responde Shoshana Zuboff
Shoshana Zuboff es profesora emérita de la Harvard Business School , autora de The Age of Surveillance Capitalism: The Fight for a Human Future at the New Frontier of Power («La era del capitalismo de la vigilancia: la lucha por un futuro humano en la nueva frontera del poder») y The Financial Times la describió como «la verdadera profeta de la era de la información».
Extracto de una extensa conversación que BBC Mundo mantuvo con Shoshana Zuboff
El capitalismo de la vigilancia tal y como lo llama la economista y filósofa Shoshana Zuboff es una forma de capitalismo «sin precedentes» que predice las acciones de los internautas en el mundo real con el único propósito de beneficiar a las empresas. Las experiencias de los usuarios se convierten así en materias primas que permiten crear datos para adelantarse a comportamientos futuros.
Zuboff fue una de las primeras mujeres en obtener una cátedra subvencionada en la Harvard Business School y lleva años investigando cómo las tecnologías están transformando el mundo en que vivimos.
Su libro más reciente, «La era del capitalismo de la vigilancia: la lucha por un futuro humano en la nueva frontera del poder», 2019, un extenso tomo de 690 páginas, es el intento más ambicioso hasta la fecha de reflejar los efectos de la digitalización en nuestras vidas y en la sociedad.
La economista asegura que el capitalismo de la vigilancia es «un sistema global que amenaza a la naturaleza humana» y que el precio que pagaremos por ello -si no lo frenamos a tiempo- es renunciar a nuestra propia libertad.
…..El capitalismo de la vigilancia diverge en muchos aspectos de la historia de la economía de mercado, pero en gran medida sigue su patrón tradicional. Ese patrón, tal y como lo han descrito ampliamente los historiadores, es que el capitalismo evoluciona al reclamar cosas que residen fuera del mercado para traerlas a su dinámica y transformarlas en comodities (productos y servicios que la gente necesita) que puedan comprarse y venderse.
Pero en el capitalismo de la vigilancia se produce un giro oscuro e inesperado, pues reclama experiencias humanas privadas -que residen en nuestros cuerpos, en nuestras casas, en nuestras ciudades, en nuestra vida diaria- para convertirlas en datos de comportamiento e integrarlas al mercado.
La finalidad es combinar esos datos con la computación para hacer predicciones de comportamientos humanos futuros. Y se venden a clientes comerciales en mercados que comercian exclusivamente con esos comportamientos humanos futuros.
….Este mercado nació cuando fuimos expuestos por primera vez a esta nueva lógica de mercado en el contexto de la publicidad personalizada.
Esa lógica fue inventada por Google durante la crisis de las «puntocom» [una inmensa burbuja especulativa entre 1998 y 2001, cuando las empresas de internet incrementaron rápidamente su valor en bolsa, que terminó en una caída estrepitosa]. Google vendió a sus anunciantes la predicción que salió de su «caja negra», combinada con su acceso exclusivo a datos computacionales.
Pero pensamos: «¡Ah, Esto es simplemente publicidad! No es nada más que un producto de la tecnología digital para crear anuncios en línea». Eso apartó nuestra atención sobre lo que estaba ocurriendo realmente, que era el hecho de que Google había encontrado una fórmula para predecir comportamientos humanos.
Esos anunciantes ya no iban a colocar sus anuncios en medios en los que veían reflejados sus valores de marca. Habían dejado a un lado toda esa lógica por completo.
…..Sí, fuimos un poco ingenuos. Realmente no discernimos esta lógica en su esencia porque era una lógica sin precedentes completamente nueva para la que no teníamos categorías ni hipótesis.
Esta lógica se está propagando y se está aplicando a muchos otros contextos económicos.
Inventado en el contexto de la publicidad en línea personalizada, el capitalismo de la vigilancia se propagó rápidamente a Facebook, pero después se ha trasladado a otras empresas tecnológicas y, finalmente, a la economía «normal», integrándose en industrias lejanas a Silicon Valley, desde seguros hasta salud, finanzas o educación.
Está presente en cada producto que comienza con la palabra «smart» (inteligente) y en cada servicio que incluye la palabra «personalizado».
«La tecnología digital no equivale al capitalismo de la vigilancia»
….La violencia que sufrimos nosotros ahora es una violencia abstracta y funciona de manera muy distinta. Sin embargo, sus mecanismos no tienen precedentes y no podemos reconocerlos.
He hablado con distintos grupos de personas de diferentes países y siempre obtengo la misma reacción: alivio. Me dicen: «Sabía que estaba ocurriendo algo terrible, pero no podía comprenderlo». Algunos hablan de miedo y ansiedad.
Pero es verdad que hay cierta resignación porque ha habido una profunda tendencia a poner la otra mejilla como mecanismo de defensa. Nos sentimos indefensos porque nos han dicho que es la consecuencia inevitable de cómo funcionan las tecnologías digitales.
Sabemos que plataformas que usamos a diario se han convertido en canales de suministro de datos de comportamiento, pero sentimos que no tenemos elección. Y eso se antepone a la intolerabilidad e ilegitimidad de esta situación.
Activamos ese mecanismo de defensa porque sentimos que tenemos que hacerlo, pero ahí es donde yo trato de marcar el límite. Comprendo por qué hemos actuado así, pero esto es intolerable. Es una elección ilegítima que los ciudadanos del siglo XXI no deberíamos tener que tomar.
La tecnología digital no equivale al capitalismo de la vigilancia. Y ese error de categoría ha sido propagando al público sistemáticamente por los capitalistas de la vigilancia. Ellos quieren que creamos que así es como funciona la tecnología.
Hay una cita de Eric Schmidt (director ejecutivo de Google de 2001 a 2011) en una entrevista de 2009 muy breve, pero que para mí lo dice todo: «Si estas haciendo algo que no quieres que los demás sepan, tal vez, en primer lugar, no deberías hacerlo». Apenas un par de frases después dijo algo que me parece todavía más revelador: «Los motores de búsqueda retienen información».
Eso resume toda la ideología que ha sido impuesta al público, la idea de que es la tecnología la que lo hace. Cuando, en realidad, sabemos que los motores de búsqueda no retienen información; son los capitalistas de la vigilancia quienes lo hacen.
Es vital para nosotros diferenciar ese error de categoría.
Podemos imaginar fácilmente las tecnologías digitales sin capitalismo de la vigilancia, pero no somos capaces de concebir el capitalismo de la vigilancia sin las tecnologías digitales.
El segundo gran error es pensar que podemos reducir el capitalismo de la vigilancia a malas prácticas de gestión o a una compañía en concreto, como Facebook o Google. Pero su lógica económica no se limita a una o dos empresas. Se ha extendido a todos los ámbitos económicos.
Sin embargo, Mark Zuckerberg y otros muchos emprendedores de Silicon Valley son percibidos como triunfadores.
Es un triunfo del capitalismo de la vigilancia. Estábamos tan convencidos de que el mundo interconectado nos daría más libertad, y hemos negado hasta tal punto el empoderamiento de las instituciones públicas y comerciales, que no podíamos verlo. Cuando crees algo con mucha fuerza, ver datos que lo contradicen una y otra vez no basta para cambiar esa creencia.Pero eso no dura para siempre.
Tampoco se trata de que esas personas sean malvadas. Esto no tiene que ver con individuos, sino con una lógica económica que es clara para ellos, pero opaca para nosotros. Es la estructura fundamental que explica cómo esas empresas transforman las inversiones en capital.
……. ¿es posible cambiar esa lógica económica?
Soy optimista al respecto. Nuestras sociedades se han enfrentado a otros retos y han logrado movilizar las instituciones para obligar al capitalismo a alinearse con el interés general de la democracia y de la soberanía individual. No existen soluciones perfectas, nada de esto lo es. Pero creo que debemos activar los organismos de nuestras democracias a favor de un futuro digital distinto.
El primer paso es cambiar la opinión pública para que se conozca la seriedad del problema y para que la gente demande un cambio en las instituciones que permita crear toda una nueva generación de leyes.
Como sociedades, tenemos que preguntarnos lo siguiente: ¿queremos vivir en un mundo capitalista en el que quienes nos dominan acumulan riqueza vendiendo comportamientos humanos? Porque ese negocio, la venta de comportamientos futuros, implica consecuencias predecibles para la autonomía humana y para los principios democráticos.
No se trata de actuar como individuos, sino como sociedad.