Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos.
Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana.
Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
La cualidad humana en el Evangelio de Mateo
Este texto es un extracto del apartado dedicado al Evangelio de Mateo, en un libro de próxima aparición Una puerta a la sabiduría: la cualidad humana en dos grandes Sutras budistas y en el Evangelio de Mateo. Bubok, 2014). Ofrecemos también el capítulo en pdf.
La cualidad humana surge de una actitud ante todo lo real, que tiene un triple aspecto: capacidad de interesarse profundamente por las realidades, sin buscar nada para sí mismo…
La cualidad humana surge de una actitud ante todo lo real, que tiene un triple aspecto: capacidad de interesarse profundamente por las realidades, sin buscar nada para sí mismo; capacidad de distanciamiento, de desapego con respecto a las realidades, capacidad de no identificarse con los propios deseos, apetencias, recuerdos, expectativas; capacidad de silenciar los propios criterios, interpretaciones y valoraciones.
Esta actitud no tiene otra pretensión que poderse acercar a cosas, personas y situaciones, más plenamente, sin reservas, sin dobleces, con plena atención y dedicación. Esta actitud y lo que de ella se deriva es la sabiduría. Y la sabiduría siempre es fruto y consecuencia de esa actitud y su triple aspecto.
-Quien desea hondamente la gran cualidad y la justicia, la obtiene.
La cualidad humana y la justicia van siempre juntas porque donde hay cualidad humana, especialmente si es honda, no hay depredación inconsiderada. La cualidad humana silencia al ego depredador que sólo mira por sí; donde hay silenciamiento de la egocentración hay equidad y donde hay equidad hay justicia.
Quien desea hondamente la gran cualidad, que es no egocentración en su pensar, sentir y actuar, la obtendrá porque esa es nuestra condición más honda, nuestra verdadera condición. La conciencia de propia identidad, que es el sentimiento de ego y su egocentración, son sólo funciones del cerebro al servicio de nuestra sobrevivencia como organismos, pero no es entidad ninguna.
Por consiguiente desear profundamente la gran cualidad humana es desear lo que somos en realidad: saberse nadie venido a este mundo; saberse “Eso”, más allá de las construcciones de nuestras necesidades y deseos, más allá de nuestro ego; saberse y sentirse “Eso” que todo es y que yo mismo soy.
En realidad, desear profundamente la gran cualidad no es desear obtener nada, sino desear despertar a nuestra propia condición. Esa es la razón por la que quien desea de todo corazón despertar a su propia condición, despertará. Y quien despierta a su propia condición, despierta simultáneamente a la equidad y la justicia, porque despierta a la unidad.
-Que vuestro corazón y vuestra mente sea tierra fértil donde pueda crecer la sabiduría.
En las nuevas condiciones culturales, lo primero es cobrar conciencia de que necesitamos las palabras de sabiduría de nuestros antepasados; necesitamos escucharlas y comprenderlas. La sabiduría, la cualidad humana profunda, no es algo que nos viene dado espontáneamente, ni es tarea fácil. Las palabras de los sabios hay que buscarlas, encontrarlas y comprenderlas. Si no se comprenden en profundidad, el ajetreo de los caminos de la vida cotidiana se lleva esas semillas de sabiduría como un vendaval o una riada.
Para que esas palabras de sabiduría enraícen se requiere que nosotros mismos tengamos sólido fundamento en nosotros mismos, que no seamos como veletas que giran con el soplo de cualquier viento.
Todavía se requiere algo más: que las ocupaciones de nuestra vida y las preocupaciones nos den un respiro para que las palabras oídas puedan asentarse, con calma suficiente, en nuestra mente y en nuestro corazón. Nuestra mente y nuestro corazón son como una autopista en la que el tránsito es tan denso, que no hay posibilidad ninguna de que las semillas de sabiduría puedan crecer.
Quienes escuchan a los sabios, los entienden y dan espacio y silencio a sus espíritus para que sus palabras fructifiquen, son tierra buena donde la cualidad humana profunda puede crecer y desarrollarse. Esa es la tierra fértil. En una sociedad acelerada como la nuestra, conseguir ser tierra fértil no es tarea fácil, hay que trabajar duro para lograrlo.
-Reconoced la buena semilla, aunque sea pequeña como un grano de mostaza; porque si la reconocéis crecerá.
Las palabras de sabiduría no son nunca estruendosas, siempre son humildes y sencillas; pero caídas en el alma, si se las reconoce, enraízan hondamente, y con la misma sencillez y humildad crecen y crecen hasta convertirse en un gran árbol que puede cobijar a las gentes.
Quien no es capaz de reconocer la sabiduría en esas palabras sencillas y profundas, porque tiene un espíritu grosero, o porque está tan ocupado que no tiene tiempo ni silencio para escuchar esas, en apariencia, humildes palabras, y, sin embargo, en realidad palabras eternas, el grano de mostaza no puede crecer por falta de riego.
Un poco de fermento hace crecer a toda la masa.
Con un poco de atención y alerta, unas pocas palabras sabias pueden transformar una gran masa de necedad. Por poco que un pueblo escuche a un sabio, cambiará todo su destino.
La cualidad humana, por pequeña que sea, que cae en el alma transforma toda la vida. La cualidad humana que entra en un pueblo, aunque sea a través de un solo individuo, le cambia su destino.
La cualidad humana, y más si es profunda, actúa calladamente, sin proclamas al son de trompetas. Porque es humilde y callada, es eficaz y duradera. Lo que no es humilde y sencillo no es sabiduría, no es cualidad. Nada señorial y poderoso es cualidad humana, eso no es oro sino oropeles.
-La sabiduría no se liga a categorías de hombres o linajes.
La sabiduría, la cualidad humana honda, no hace distinción de personas. Es libre, no entiende de categorías, castas o linajes humanos. Si tiene alguna preferencia es por la condición humilde, marginal, baja. Con frecuencia los estratos altos sociales, sea por su saber, su dinero, su poder, su prestigio o cualquier otra razón, están pagados de sí mismos. Si eso ocurre, la sabiduría, la cualidad humana, tiene barrado el paso. Pero tampoco excluye a esos estratos sociales, si tienen el corazón y la mente humilde.
No hay casta social ni linaje que posea en propiedad la nobleza, la cualidad y la sabiduría. La sabiduría no se deja poseer por nadie, es ella la que posee. Ninguna persona, grupo social o linaje posee la verdad, la sabiduría, la cualidad humana; ella es la que posee, sin que nadie sea capaz de tenerla como propia. La casta o linaje que se crea que posee la verdad, la cualidad y la sabiduría por el hecho de ser ese grupo social, es una casta o linaje necio.
La cualidad humana profunda acompaña a la gran humildad, a la completa vaciedad, al total desprendimiento de todo. Nadie puede adueñarse de esas propiedades; sólo cuando alguien es tocado por esa sabiduría, por esa cualidad, comprende su nada, se vacía y desprende de todo.