Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos. Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana. Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
La naturaleza de la experiencia religiosa en dos pensadores contemporáneos: Eugenio Trias y Mariano Corbí
Abordamos en estas páginas el estudio de las obras de Eugenio Trías y Mariano Corbí buscando una mayor comprensión de la naturaleza de aquello que suele llamarse “experiencia religiosa”. La transformación de la “configuración del mundo” que empezó a gestarse en Occidente, hace unos pocos centenares de años, y que se está desplegando hoy en lo que denominamos “sociedad de conocimiento”, ha roto definitivamente con lo que era la milenaria estructura de todas las culturas que nos han precedido : la religación , religación respecto a aquello que constituía el fundamento de todo valor, de toda verdad, de todo saber, de toda realidad ; un fundamento que se ubicaba más allá del cerco físico : fundamento sobrenatural.
La humanidad es una especie cultural, establece su mundo culturalmente, y la casi totalidad de la historia humana se ha regido por culturas de religación, “en las que vivir como ser humano es en sí mismo un acto religioso”. (Eliade 1999: 8) A medida que avanza el proceso de secularización sustituyendo la configuración religiosa de soporte mítico simbólico por estructuras conceptuales, resulta posible (y necesario) reconocer en la naturaleza de esas “ordenaciones de mundo” tan dispares, sus aportes y sus límites. “Vivir como ser humano” ya no puede pensarse en clave de imitación de los dioses y, a la vez, las estructuras conceptuales han mostrado su carácter de representación en función de la ordenación, predicción y control, con todas las ventajas y los límites de las construcciones abstractas. Cada vez se hacen más patentes las auténticas dimensiones de la transformación y la urgencia de repensar creativamente unos “modos” nuevos para aquellos ámbitos que no se resuelven o traducen en conceptos.
A medida que avanza el proceso de sustitución se hace más evidente que bajo las formas culturales de religación (o ideologías de base mítico simbólica) “yacen sepultadas las formas de lo que fue en un momento dado visión creadora capaz de alojar una epifanía de lo real” (Valente 1994: 70). Y cada vez se muestra con más claridad la distinción entre “la visión creadora”, o experiencia de religación con el misterio, y lo que fueron construcciones de mundos habitables, legitimadas por su referencia a ese ámbito de “misterio”, ámbito del más allá del significado. Cuanto más lejos quedan aquellas elaboraciones de mundos que recibían su consagración del poder de religación con un presupuesto “otro mundo”, más urgente resulta indagar la naturaleza de esa experiencia que muestra su carácter autónomo respecto a las formas culturales que haya podido adoptar.
Cuanto mayor sea la comprensión de los factores implicados en la experiencia, mayor la posibilidad de que se le puedan proporcionar los cauces adecuados en la nueva situación cultural. Situación cultural que, si por algo se caracteriza, es por haber despojado al “otro mundo” de su estatuto de garante último de la significación de la realidad y de la existencia. Quizás la única forma de contrarrestar las guerras de religión que estallan por todas partes -dirá Eugenio Trías- consista en poner las bases para una fundación de nueva planta. Sólo que un evento de tal naturaleza no surge por decreto voluntario; para que se produzca deben concurrir multitud de factores diferentes. Se trata, quizás, simplemente de allanar el terreno para que, alguna vez, pueda surgir el “acontecimiento” (Trías 1997: 68).
Trabajo presentado en la Universidad Pompeu Fabra en 2001.