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LA RONDA

Una religión sin religión. Barcelona tiene un centro pionero en España en el que profesores laicos enseñan cultura religiosa.

EUGENIO MADUEÑO – 25/10/1999

Los alumnos de selectividad no saben lo que es un misal. Los de secundaria creen que el Paraíso es una discoteca de Montcada. Y cuando una maestra comenta el mesianismo de Pujol, que sube al Aneto como Moisés al Sinaí, los alumnos preguntan por qué partido se presenta el tal Moisés. Nuestra reacción contra el nacional-catolicismo y la religión impuesta ha sido tan fuerte, que hemos privado a las generaciones posteriores del conocimiento de la cultura religiosa. Y, con ello, entender nuestra civilización judeocristiana.

Salvador Alsius resume lo que digo en su libro «Hem perdut l’oremus», dirigido acertadamente «a los jóvenes que no saben y a los mayores que no recuerdan», y en el que se demuestra, entre mil formas distintas más, que sin conocer la Biblia difícilmente se pueden entender expresiones como «tomar una decisión salomónica», «comulgar con ruedas de molino», «estar más limpio que una patena» o «adorar el becerro de oro». La deficiencia existente en los programas educativos actuales es tan fuerte, y su necesidad de recuperarlos tan imperiosa, que hasta los maestros progresistas de Rosa Sensat admiten que de la misma manera que se enseña mitología griega o romana, habría de hacerse lo propio con la cristiana.

-Las religiones tuvieron sentido durante dos mil años, mientras las sociedades las necesitaron para concebir, cultivar y estructurar sus procesos de pensar, sentir y vivir -nos explica Marià Corbí, autor de un libro de nombre aparentemente contradictorio: «Religión sin religión»-. Eran sociedades agrarias, autoritarias, patriarcales, no globales y homogéneas. Es decir, en absoluto parecidas a las de finales del siglo XX, que son globales, móviles, basadas en la iniciativa y la creatividad y que no pueden ser jerárquicas ni fundamentarse en creencias fijas. La religión, es decir, la creencia colectiva en determinados valores, ha pasado a la historia.

PIONEROS. Al filósofo, teólogo y profesor de Esade lo encontramos empaquetando los cuatro mil libros que tiene en un sótano de Horta para trasladarlos al pisito del Eixample (Rocafort, 234) donde han trasladado el Centre d’Estudis de les Tradicions Religioses. El «ceteerre», que es como le llaman, es un centro pionero en España, que, sin ningún interés proselitista ni de conducción hacia alguna iglesia u ortodoxia, promueve la reflexión y el estudio de las tradiciones religiosas en el seno de una sociedad que es -y prefieren- laica.

-Que la sociedad ya no sea religiosa no implica que hayamos de resignarnos a perder la sabiduría de las tradiciones religiosas -expli-ca Marta Granés, una de las profesoras, especialista en budismo.
-Intentamos explicar las religiones, los grandes textos y la vida de los grandes hombres que las predicaron dejando al margen las creencias -añade Teresa Guardans, especialista en cristianismo-. Uno puede leer y disfrutar por igual con un texto de santa Teresa u otro budista, sin necesidad de pertenecer a su iglesia o formar parte de sus moldes cul-turales.

CALIDAD HUMANA. El «ceteerre» se propone ofertar en la academia lo que la población ya demanda en las librerías -el best-séller de Salvador Alsius sería sólo una anécdota entre la montaña de traducciones de textos sagrados que se venden- y en la calle -la conveniencia de reintroducir en la enseñanza el estudio de las tradiciones religiosas-. Marià Corbí, que ha dedicado 35 años de su vida al estudio de la evolución de las religiones en las sociedades industrializadas, cree que quien llega a entender el hecho religioso universal desvinculándolo de las creencias emprende un camino que conduce al conocimiento.

-Hay que leer el Corán, o la Biblia, con la misma disposición a encontrar la belleza o la grandeza que esperamos hallar en la poesía.

¿Quiere esto decir que a los seguidores de Corbí sólo les mueve el interés cultural? Por supuesto que no. También buscan una identidad nueva, esa «religión sin religión» capaz de dar respuesta a las necesidades de la sociedad postindustrial, en la que «se necesitan dirigentes bien preparados y eficaces» -lo dice un profesor de Esade- que tengan el «suficiente equilibrio interior» que les permita combinar el mando con la creatividad, «que es lo que las empresas necesitan y demandan». Porque -insiste Corbí- ya no basta con ser buen gerente; también cuenta la calidad humana.

TOLERAR NO BASTA. ¿Está la Iglesia católica de la que todos provienen interesada en esa línea de estudio de «todas» las religiones, intentando encontrar, como propugna el filósofo Raimon Panikkar, el común denominador o la esencia de todas ellas?

«Ni hablar», dice Corbí, y explica cómo el Centre Unesco de Catalunya ha intentado promover el diálogo entre representantes de las distintas religiones presentes en Barcelona, un diálogo que se ha hecho a puerta cerrada, sin llegar a otra conclusión que la constatación de que cuando uno se encastilla en sus verdades, lo máximo que es capaz de hacer por la convivencia con los otros es tolerarlos.

-El ecumenismo lo está haciendo la gente en su práctica diaria, pero no la Iglesia, que sigue creyendo que su verdad es la verdadera respecto a las otras -dice Teresa Guardans, y recordamos cómo el Centro Abraham que durante los Juegos Olímpicos sirvió de lugar de encuentro y celebración de todas las religiones se convirtió finalmente en parroquia católica, dejando sin mezquita digna a los musulmanes, que, siguiendo los mismos comportamientos excluyentes, insisten y no cejarán hasta lograr construir una mezquita propia.

-Es ese empeño en encastillarse en una sociedad abierta lo que los hace decadentes -dice Marià Corbí.

EL MEOLLO. Les pregunto qué núcleo común comparten esas religiones que según Panikkar en esencia dicen todas lo mismo, y los tres coinciden en esta definición: «Los hombres somos animales que percibimos el mundo a partir de nuestras necesidades; las religiones nos enseñan que también es posible percibirlo silenciando las necesidades».

-Eso es muy místico -río.
-Se puede ser místico sin estar encerrado en un convento -me corta con sorna Marià Corbí-. Mahoma lo era, y tuvo 14 mujeres.

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