Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos.
Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana.
Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
Mi concepción del mundo
Erwin Schrödinger.
Barcelona, Tusquets, 1988. 157 p.
Supón que estás sentado sobre un banco en un camino de un paraje de los Alpes Altos. (…) Delante tuyo las cimas coronadas de nieve (…) Todo esto que ven tus ojos ha estado aquí, con pequeños cambios, desde hace milenios. Dentro de un ratito -no mucho tiempo- tú ya no estarás mientras que el bosque, las rocas y el cielo seguirán así invariables después de ti.
¿Qué es eso que te ha reclamado repentinamente de la nada para que goces un rato de este espectáculo que ni siquiera repara en ti? Todas las condiciones de tu ser son casi tan viejas como estos Alpes, como estas rocas. Desde hace milenios los hombres han ambicionado, sufrido, criado; las mujeres han parido con dolor. A lo mejor hace cien años otro estaba sentado en este mismo lugar y contempló al igual que tú, con idéntico recogimiento y melancolía en el corazón, esas lomas candentes. Ese otro hombre había sido engendrado por un hombre y nacido de una mujer, igual que tú. Sentía alegría y dolor como tú. ¿Era otro acaso? ¿No eras tú mismo? ¿Qué significa este tú mismo? ¿Qué condiciones hacen falta para que este engendrado se convierta en ti, justamente tú y no otro? Si la que es hoy tu madre hubiera cohabitado con otro y le hubiera dado un hijo, y de igual manera tu padre, ¿hubieses llegado a ser tú? ¿O quizás tú en ellos, en el padre de tu padre … ya desde hace milenios? (…)
… es imposible que el sentir y querer que tú llamas tuyo hayan salido de la nada en un cierto momento (no hace mucho tiempo); más bien, este reconocer, sentir y querer es esencialmente eterno e invariable en todos los hombres, o mejor dicho en todos los seres sensibles. (…) … por muy incomprensible que parezca al intelecto común, tú -e igualmente cada ser consciente tomado por separado- eres todo en todo. Por ello, tu vida, la que tu vives, no es un fragmento del acontecer mundial, sino en cierto sentido, la totalidad.
Así, puedes echarte al suelo, apretarte contra la madre tierra, con el seguro convencimiento de que tú eres uno con ella y ella una contigo. (…) Tan seguro como que ella te tragará mañana, tan seguro como que te parirá de nuevo para renovadas ambiciones y sufrimientos. Y no sólo algún día: ahora, hoy, a diario te da a luz, no una vez sino miles y miles de veces, como también te devora miles y miles de veces a diario. Porque eternamente y siempre es sólo ahora, este único y mismísimo ahora, el presente es lo único que nunca se acaba.
… me parece que mi angustia e inquietud, ambición y preocupación no son sino lo mismo que las de miles de hombres y mujeres que vivieron antes que yo, y puedo creer que transcurridos miles de años todavía podrá cumplirse aquello que yo había implorado hace miles de años por vez primera. Ninguna idea germina en mí, que no sea la continuación de la de un ancestro y por lo tanto no es un germen joven, sino el desarrollo de un brote del vetusto y sagrado árbol de la vida. (45)