Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos. Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana. Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
¿Proyectamos desde el olvido?
(http://www.josepmlozano.cat 12/07/2011) A veces me pregunto si lo que explica la inquietud y la desazón en la que vivimos, sobre todo en lo que se refiere a proyectar el futuro, no es otra cosa que la muestra de nuestra enorme, infinita, inagotable capacidad de olvido. Lo pensaba cuando retomaba lo que la UNESCO denominaba los cuatro pilares de la educación en su informe Learning: The Treasure Within, y que no son otros que aprender a conocer, a hacer, a convivir y a ser. ¿Quién se acuerda hoy de este marco de referencia?
Como propuesta y proyecto educativos no están mal, ciertamente. Y hoy que todos hablamos y repetimos que el aprendizaje no se reduce a la escolarización, que es tan importante desarrollar la capacidad de convertir cualquier situación en una oportunidad de aprendizaje y, sobre todo, que aprender es el gran reto de nuestras sociedades y organizaciones, nos queda siempre la pregunta pendiente: ¿aprender qué?
No estaría mal que siempre que escucháramos la gran apología del aprender (o del learning, que queda más fino) preguntáramos a dichos apologetas: aprender, sí, pero ¿qué?
A conocer, hacer, convivir, ser. Quizás no suene a muy original. Pero, como en tantas cosas de la vida, aquí lo que está en juego no es la originalidad, sino la verdad. Y si todos vamos repitiendo, con mayor o menor convicción, que uno de nuestros retos principales es aprender a aprender (y a desaprender), también es bueno que alguna vez nos preguntemos qué.
Incluso podría ser que estuviéramos de acuerdo con la importancia que hay que otorgar a los cuatro pilares. Pero me temo que será un acuerdo ficticio, porque solemos leer este tipo de propuestas bajo la lógica del especialista. Los cuatro pilares son muy importantes, lo son tanto… que lo mejor es que las instituciones y los diversos ámbitos de aprendizaje se especialicen en cada uno de ellos. Y así tenemos intensificaciones en el conocer, en el hacer, quizás en el convivir… y empiezo a dudar que en el ser.
A lo mejor resulta que deberíamos partir de la asunción de que aprender y vivir son sinónimos. Porque vivir es conocer, hacer, convivir y ser. Por eso quizá sería bueno preguntarnos si nuestros procesos de aprendizaje son capaces de integrar estas cuatro dimensiones de la vida. Los cuatro. De manera que cada uno de ellos complemente a los demás y critique sus excesos o sus déficits. Venimos de una cultura en la que pretendíamos que había un sitio para cada cosa y que cada cosa debía estar en su sitio. (Sustitúyase institución por sitio, por cierto). Pero, más allá de lo asignado convencionalmente, si de lo que se trata es de vivir, (de aprender a vivir y de vivir aprendiendo), me pregunto si nuestros proyectos personales, organizativos y sociales nos permiten integrar realmente estas cuatro dimensiones de la vida. Sin hipertrofias ni esquizofrenias. A veces me da la impresión que muchos proyectos educativos y/o de formación (especialmente cuando se dirigen a adultos) se asemejan a programas de fitness que sólo trabajaran una parte del cuerpo. Porque a menudo me suscitan la imagen de que el resultado que pretenden se asemeja a alguien que hubiera musculado enormemente, por ejemplo, su brazo derecho, y mantuviera unas piernas enclenques.
En la vorágine de los cambios que vivimos me pregunto si un reto crucial no consiste precisamente en aprender a integrar vitalmente estas cuatro dimensiones, y pensar y plantear cualquier propuesta educativa desde la conciencia de los cuatro pilares. Aprender a conocer, hacer, convivir, ser: ¿no será esta integración una sabiduría a la altura de nuestro tiempo? Claro que una vez ya me objetaron que quién querrá ser sabio en un mundo de listos…
En cualquier caso, creo que vale la pena preguntarnos si podemos proyectar algo sano hacia el futuro si nuestros proyectos ignoran alguno de los cuatro pilares de la educación: conocer, hacer, convivir, ser.