Marià Corbí La muerte, la gran cazadora, ya me está alcanzando. Sé que es implacable, pero no es enemiga. He de apresurarme a escuchar lo que dicen todas y cada una de las cosas. Me hablan claramente y me dicen:
No somos lo que te dicen tus sentidos. Tampoco somos la interpretación que haces de nosotras, según el PAC cultural que te rige. Somos lo que decimos, no lo que tú nos haces decir. Escúchanos y te hablaremos sin palabras, y nos comprenderás. No vengas a nosotras esperando algo. No vengas diciéndonos lo que somos. Cállate. Si te interesas por nosotras, y no por lo que piensas conseguir de nosotras, si tu interés es verdadero, porque sí, porque estamos frente a ti y contigo, te hablaremos claro.
TETSUGEN
Monje zen del siglo XVII que fundamentó de manera definitiva la escuela Obaku, escuela zen también de origen chino, que tuvo un desarrollo e influencia menor que la Soto y la Rinzai.
Editó en Japón, por primera vez, la colección completa de los textos budistas. Con el fin de recaudar fondos para la publicación de estos textos, unos 6.956 volúmenes, peregrinó por todas las provincias. Parte de lo recaudado lo dio en limosnas para atenuar la hambruna de 1682, por lo que se le apodó “El Bodhisattva salvando al mundo”.
Él mismo en sus cartas afirma: “…Si hubiese dejado de darles limosna habrían muerto todos de hambre. Aunque tuviese que vender mi templo y cortarme los dedos no renunciaría a esas limosnas.” Contrajo una enfermedad por contagio de los enfermos que cuidaba, a causa de la cual murió a los cincuenta y tres años.
A causa de sus peregrinajes para buscar fondos , Tetsugen no tuvo tiempo para escribir. Sólo dejo “El sermón sobre el Zen» y algunas cartas y poemas. He aquí uno de ellos en el que dice que todo es traslúcido, transparente, que todo muestra otra dimensión para quien ha llegado a la unidad:
“Todos los fenómenos del universo, transformados, son ojos.
La tierra y el cielo manifiestan la luz profunda.
Si uno se aleja instantáneamente y para siempre de la dualidad
del que está viendo y del visto,
El mundo del Dharma sin límites es el Diamante”
(Tetsugen. El sermón sobre el Zen. pg. 29)