Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos.
Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana.
Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
Todo lo que se afirma con respecto a Jesús es simbólico.
Todas las afirmaciones referentes a Jesús son una construcción simbólica hija de una inculturación en una civilización agrario/autoritaria, helena y romana.
Lo difícil no es aceptar la verdad de esta afirmación teórica; lo difícil es vivir todo lo que se refiere a Jesús y a la religión cristiana desde ese pensamiento cuando se convierte en un sentir real y cotidiano. Las consecuencias, entonces, para las organizaciones religiosas, para las plegarias y rituales colectivos son graves.
Nuestros antepasados tomaron a los símbolos como si fueran realmente existentes. Nosotros los tomamos como plenamente significativos pero como afirmaciones, construidas desde unos patrones culturales ya desaparecidos, que hablan de lo que, propiamente, no se puede hablar porque está más allá de las posibilidades de la estructura de nuestra lengua.
Ese sustrato indecible, expresado mítica y simbólicamente en unas categorías culturales caducas, es un fundamento puramente cualitativo sobre el que sólo puede asentarse la cualidad; es un mensaje de espíritu sobre el que sólo se puede apoyar el espíritu.
El espíritu puede adoptar formas, pero como si no las adoptara; pasa por las formas como la brisa sobre la superficie de los lagos tranquilos. El espíritu usa formas pero no se liga a ellas; no deja que las formas se osifiquen. El espíritu adquiere formas sólo para insinuar la intuición del Sin Forma; para ello debe tomarlas como si no las tomara y debe abandonarlas como si jamás las hubiese tocado.
Sobre esa calidad, tenue como el viento y sólida como una roca, debe apoyarse, en las nuevas circunstancias culturales, la plegaria individual y colectiva, los rituales y las organizaciones religiosas. Plegarias, rituales y organizaciones tendrán que ser espíritu, fluido y libre como el aire.
La plegaria a Dios tendrá que vivirse y expresarse como si no hubiera ni plegaria ni Dios; el ritual debe ser tal que impida la cosificación de Dios y conduzca a la No Dualidad; las organizaciones religiosas tendrán que estar tan apoyadas en la calidad y la comunicación que resultarán estructuras tan leves que serán como si no fueran.