Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos. Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana. Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
Siddhârta Gautama. Por propia experiencia
Publicado en: Las religiones, cinco llaves. Octaedro, 2007
Dos jóvenes brahmanes, Vasettha y Bharadvaja , hablaban un día sobre su condición de superioridad sin ponerse de acuerdo.
– Somos brahmanes de nacimiento. Si tú y yo hemos nacido brahmanes es gracias a los méritos acumulados en nuestras vidas anteriores –opinó Bharadvaja.
– Y lo que haces en esta vida, ¿qué? –le dijo Vasettha.
-¿Qué de qué? Lo que haga en esta vida tal vez me convertirá en dios en la vida futura, pero no me hace ser más o menos brahman a día de hoy.
Vasettha no compartía este punto de vista. Era necesario haber nacido brahmán, claro, pero conservar la categoría ya dependía de cada uno. “Los brahmanes somos los únicos que podemos conocer las verdades sagradas; por lo tanto, somos brahmanes si cumplimos las normas y las obligaciones religiosas. Nuestro deber es gobernar y aplicar nuestro saber al servicio del control de las fuerzas del universo.”
– ¡Está muy bien que lo hagas si lo deseas! Pero eres brahmán, lo quieras o no y hagas lo que hagas –insistía Bharadvaja.
No se hallaban muy lejos del bosque de Icchanamkala. Vasettha había oído que un conocido rishi se encontraba ahí acampado con sus seguidores. Se trataba de Siddhârta Gautama. Bharadvaja propuso ir a verlo, y se adentraron en el bosque. No les costó dar con él. Había un numeroso grupo de personas junto a él. Lo primero que les sorprendió fue verlo rodeado de todo tipo de gente, gentes de todas las castas; hombres y mujeres, mayores y jóvenes. Después de los acostumbrados saludos de cortesía, le plantearon la cuestión que les preocupaba:
– Sabio Siddhârta, ¿qué determina que Bharadvaja y yo seamos brahmanes: el nacimiento o las acciones? ¿Qué es lo que nos hace superiores?
– Vasettha –le respondió Siddhârta-, fijaos en los árboles. Cada especie tiene unas propiedades distintas de las otras especies. Las semillas de las que nacen cada una de las especies son diferentes. Fijaos en la hierba, en las flores; cada especie tiene sus características y sus propias semillas. Eso las convierte en diferentes.
»Fijaos en los insectos, en los que vuelan y en los que caminan; veréis las diferencias que hay entre todos ellos.
»Fijaos en los cuadrúpedos, en los gusanos, en los reptiles y en las serpientes; fijaos en los peces y en todos los animales marinos, y también en toda la inmensa variedad de aves en el cielo. Cada especie se distingue por sus propias características y cada una tiene su forma peculiar de nacer.
»Pero los seres humanos, Vasettha, nacen todos iguales; todos tenemos cabeza, cuello, espalda, tronco, brazos, piernas, pies y manos, ojos, nariz, boca, orejas, mente, etcétera, etcétera. Nada nos hace diferentes en el momento de nacer.
»Los distintos nombres son fruto de las costumbres. Si alguien se gana la vida cuidando el ganado, le llamamos ganadero, no brahman. Si se dedica a la artesanía, le llamamos artesano, no brahman. Si se ocupa del comercio, le llamamos comerciante, no brahman. Si se gana la vida sirviendo, le llamamos sirviente. Si celebra ceremonias religiosas, le llamamos sacerdote. Si es el señor de una región, le llamamos rey.
»Ya veis, los seres humanos no se distinguen al nacer, aunque sus ocupaciones recibirán nombres distintos. Siendo así, ¿quién merece ser denominado brahman? ¿Hay alguien que esté por encima de los demás?
»Yo no considero brahman a alguien por su nacimiento, ni porque reciba el título de «señor», ni por sus posesiones. Si a alguien considero superior es a quien no se apega a nada, a quien no acapara posesiones.
»No considero que alguien sea superior por el cordón de la casta, sus trenzas o sus vestidos. Superior es aquel que no se inmuta ante los insultos, las críticas o los ataques; es la persona paciente y con capacidad de autocontrol y dominio.
»Superior es aquel ser humano que se ha esforzado por alejarse de la ignorancia, descargándose del peso de las ideas falsas.
»Superior es la persona que no es violenta con nadie, ni con los fuertes ni con los débiles, que ni mata ni ordena a otros que maten.
»Quien habla con sinceridad, sin deseo de herir a nadie.
»Quien no toma nada que no le haya sido dado, quien no anhela lo que no tiene. Quien no persigue las cosas de este mundo ni de ningún otro mundo.
»Superior es quien ha eliminado las impurezas, dejando a un lado todo aquello que ensombrecía su comprensión.
»Superior es quien ha levantado el cerrojo y ha abierto la puerta de su mente.
»Superior es el ser humano que se ha librado de trabas y vive en paz.
»Superior es quien no hace distinciones, quien comprende y acepta a todos los seres; quien no busca poseer nada ni a nadie.
»Yo llamo brahman a aquel ser humano que, como la luna llena, es limpio, puro, brillante y todo lo ilumina.
Al oír aquello, quedaron todos impresionados. No les cupo duda sobre lo absurdas que son las diferencias que establecen los humanos entre sí. Todos, excepto Bharadvaja, que seguía dudando. ¡Él era brahman por nacimiento, dijera lo que dijera aquel rishi! –pensaba-. ¡Qué sabría ese hombrel! “¡Si hubiera recibido una educación elevada, no diría esas cosas!” -murmuró. Y el comentario no escapó a algún oído cercano.
– Te equivocas, chico –le dijo. Ése que tienes delante es el príncipe heredero de la familia de los Sâkyas. Bharadvaja se giró sorprendido hacia el que había pronunciado estas palabras, pero antes de poder reaccionar, otro joven ya estaba interrogando a Siddhârta.
– Venerable Gautama, lo que acabas de decir no coincide con lo que yo he aprendido estudiando los Vedas. Yo he sido instruido acerca de que lo que dicen los Vedas es la verdad y el resto, falso.
– ¿Quien así te ha enseñado –le respondió Siddhârta- te ha dicho: “mira, yo he conocido esta verdad por propia experiencia y te mostraré el camino para que puedas verificarla”?
– No, señor.
Antes de que Siddhârta pudiera añadir nada, se oyó otra voz:
– Pues a mí me han enseñado todo lo contrario. ¡Yo he aprendido que los actos rituales que prescriben los Vedas no sirven para nada!
– Te pregunto a ti lo mismo –continuó Siddhârta-. ¿Quien te ha enseñado así te ha dicho: “mira, yo he conocido esta verdad por propia experiencia y te mostraré el camino para que puedas verificarlo por ti mismo”?
– No, señor –respondió el último que había hablado.
– Pues yo os digo que quien se limita a repetir las opiniones de los otros sin esforzarse por ver, reflexionar y conocer por sí mismo, es como un ciego que se une a una hilera de ciegos. Si ahora yo os respondo “sí” o “no”, ¿qué haréis vosotros? Creeréis “sí” o “no” hasta que otra persona os diga lo contrario.
-¿Qué alternativa tenemos?
– Aprended a buscar por vosotros mismos. Los prejuicios y recelos os llevan a decir “sí” o “no”, “creo esto” o “creo lo otro”, antes de atreveros a buscar por vosotros mismos.
– ¿Pero cómo se hace? –continuó interrogando Cankï, que era el que había lanzado la pregunta.
– Comprometiéndoos en la búsqueda con insistencia.
– Pero ¿cómo?
– Esforzándoos. Para esforzaros, lo primero es tomar la decisión de hacerlo, si no, no lo lograréis. Para tomar esta decisión es necesario tener verdaderas ganas de investigar la realidad.
»Para aumentar vuestras ganas de investigar la realidad es muy útil atender con la mente abierta a lo que dicen aquellos que se han comprometido antes que vosotros. Y para atender así hay que confiar sin recelos. Confiad. No tengáis miedo. Y de la confianza brotarán las fuerzas para la búsqueda. Sólo así podréis saber por vosotros mismos.
Con estas palabras se dio por finalizada la reunión. Había llegado el momento de descansar. La gente se iba poniendo en pie. Vasettha expresó su deseo de quedarse unos días. Bharadvaja no decía nada. “Si este Siddhârta hubiera estudiado los Vedas, no se atrevería a hablar de esta forma”, pensaba para sí.
– Yo regreso, Vasettha. ¡Sólo un ignorante o un impostor puede hablar así! ¿No has visto qué clase de gente lo rodea?
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– Muchacho, ¡te queda mucho camino por recorrer! ¡Hoy no te irás de aquí sin saber alguna cosa más de Siddhârta Gautama Sakyamuni![2]