Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos.
Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana.
Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
Viaje a Ixtlan: una selección
En su libro “Viaje a Itxlán”, Carlos Castaneda agrupa las enseñanzas de su maestro en una serie de temas, útiles para orientar el trabajo interior, con independencia de la forma cultural y el estilo literario utilizados por el autor. El libro ha servido de base para la reflexión de un grupo de trabajo a lo largo del curso 2014_2015. Salvador Juncà ha seleccionado y ordenado los fragmentos que en estos encuentros se han ido destacando como los más significativos.
Aquello que los humanos llamamos “El Mundo” es una descripción hecha a nuestra medida. La dimensión de la Realidad es totalmente “otra”.
“No te esfuerces en explicarlo todo. El mundo es un misterio. Esto, lo que estás mirando, no es todo lo que hay. El mundo es mucho más que esto, tanto que es inacabable. Cuando estás buscando la respuesta, lo único que haces en realidad es tratar de volver familiar el mundo.” (192)
“El mundo es un misterio -dijo-. Y no es para nada como te lo representas. (…) Bueno, también es como te lo representas, pero eso no es todo lo que hay; hay mucho más.” (231)
“Creer que el mundo es sólo como tu piensas, es una estupidez. El mundo es un sitio misterioso.” (100)
“El mundo que nos rodea es muy misterioso. No entrega fácilmente sus secretos.” (47)
“De veras eres racional -dijo él con fiereza-. Y eso significa que crees conocer mucho del mundo, pero ¿conoces? ¿conoces en verdad? Sólo has visto las acciones de la gente. Tus experiencias se limitan únicamente a lo que la gente te ha hecho o le ha hecho a otros. No sabes nada de este misterioso mundo desconocido.” (298-299)
Tomar conciencia, como testigos imparciales, de esta increíble dimensión de toda Realidad, es el destino y la oportunidad de los seres humanos; en nuestras manos está el elegir entre “ver” o pasar la vida como persona corriente y desgraciada, desaprovechando esa oportunidad.
“Para ti el mundo es extraño porque cuando no te aburre estás enemistado con él. Para mi el mundo es extraño porque es estupendo, pavoroso, misterioso, impenetrable; mi interés ha sido convencerte de que debes hacerte responsable por estar aquí, en este maravilloso mundo, en este maravilloso desierto, en este maravilloso tiempo. Quise convencerte de que debes aprender a hacer que cada acto cuente, pues vas a estar aquí sólo un rato corto, de hecho, muy corto para presenciar todas las maravillas que existen”
“Rió con burla i me aseguró que, para lograr la hazaña de sentirme desdichado, yo debía trabajar de forma muy intensa, y que era absurdo el que nunca me hubiera dado cuenta de que lo mismo podía trabajar para sentirme completo y fuerte.” (256)
Para poder “ver” antes hay que borrar los prejuicios, hábitos y explicaciones que convierten al mundo en tan familiar, tan previsible. El consejo es “parar el mundo” que conocemos para poder mirar atentamente lo que aquí hay, para “verlo” en su total e inabordable dimensión. “Parar el mundo” es crear silencio en nosotros.
“-¿Pero para qué querría alguien parar el mundo?
– Nadie quiere, ésa es la cosa. Nada más ocurre. Y una vez que sabes cómo es “parar el mundo” te das cuenta de que hay razón para ello. Verás, una de las artes del guerrero es derribar el mundo por una razón específica y luego restaurarlo para seguir viviendo” (193)
“Pero lo que quiero es que aprendas es “ver”. A lo mejor ahora ya sabes que el “ver” ocurre sólo cuando uno se cuela entre los mundos, el mundo de la gente común y el mundo de los brujos. Ahora estás justito en medio de los dos. Ayer creíste que el coyote te hablaba. Cualquier brujo que no “ve” creería lo mismo, pero alguien que “ve” sabe que creer esto es quedarse atorado en el reino de los brujos. De la misma manera, no creer que los coyotes hablan es estar atorado en el reino de la gente común.” (348)
“Lo de verdad es cuando el cuerpo se da cuenta de que puede “ver”. Sólo entonces somos capaces de saber que el mundo que contemplamos cada día no es nada más que una descripción. Mi intención ha sido mostrarte esto.”
“Mi júbilo y mi alegría fueron tan grandes que eché a llorar. Don Juan tenía razón. Siempre había tenido razón. Yo vivía en un mundo lleno de misterio y, como todos los demás, era un ser lleno de misterio y, sin embargo, no tenía más importancia que un escarabajo.” (342)
“¿Cómo puedo saber quién soy, cuando soy todo esto? – dijo, barriendo el entorno con un gesto de su cabeza.” (36)
“La parte más difícil del camino del guerrero es darse cuenta de que el mundo es un sentir.” (268)
“Parar el mundo” para poder “ver” implica un esfuerzo de transformación personal. Es un esfuerzo consciente, pragmático, que involucra todas las facultades sensoriales y mentales. Es el esfuerzo de hacerse responsable de la propia vida y de abandonar progresivamente los automatismos, las convenciones, las hipocresías, la creencia de que disponemos de mucho tiempo…
“Cuando un hombre decide hacer algo, debe ir hasta el fin. Pero debe aceptar responsabilidad por lo que hace. Haga lo que haga, primero debe saber por qué lo hace, y luego seguir adelante con sus acciones sin tener dudas ni remordimientos acerca de ellas.” (69)
“Hacernos responsables de nuestras decisiones significa estar dispuestos a morir por ellas. (…) En un mundo donde la muerte es el cazador no hay decisiones grandes ni pequeñas. Sólo hay decisiones que hacemos a la vista de nuestra muerte inevitable.” (74)
“Los actos tienen poder. Sobretodo cuando la persona que actúa sabe que estos actos son su última batalla. Hay una extraña felicidad ardiente en actuar con el pleno conocimiento de que lo que uno está haciendo puede muy bien ser su último acto sobre la tierra. Te recomiendo meditar en tu vida y contemplar tus actos bajo esa luz.” (125)
“ Pon tu atención en el lazo que te une con tu muerte, sin remordimiento ni tristeza ni preocupación. Pon tu atención en el hecho de que no tienes tiempo, y deja que tus actos fluyan de acuerdo con eso. Que cada uno de tus actos sea tu última batalla sobre la tierra. Sólo bajo tales condiciones tendrán tus actos el poder que les corresponde. De otro modo serán, mientras vivas, los actos de un hombre tímido.
– ¿Es tan terrible ser tímido?
– No. No lo es si vas a ser inmortal, pero si vas a morir, no hay tiempo para la timidez, sencillamente porque la timidez te hace agarrarte de algo que sólo existe en tus pensamientos. Te apacigua mientras todo está en calma, pero luego el mundo de pavor y misterio abre la boca para ti, como la abrirá para cada uno de nosotros y entonces te das cuenta de que tus caminos seguros nada tenían de seguro. La timidez nos impide examinar y aprovechar nuestra suerte como hombres.” (127)
“Un cazador da a su última batalla el respeto que merece. Es natural que su último acto sobre la tierra sea lo mejor de sí mismo. Así es placentero. Le quita el filo al temor.” (128)
La manera de actuar que se propone supone una estrategia de situar al yo (ego) en un segundo plano y vivir la vida y el mundo a la luz de ese silenciamiento del yo. Dentro del marco de la estrategia, comienza por proponer “borrar la historia personal”, tan ligada a lo que los demás piensan y esperan de nosotros.
“No sabes quién soy, ¿verdad? (…) Jamás sabrás quién soy ni qué soy porque no tengo historia personal. (…) Si no tienes historia personal no se necesitan explicaciones; nadie se enoja ni se desilusiona con tus actos. Y sobre todo, nadie te amarra con sus pensamientos.” (33-34)
“Verás -prosiguió- sólo tenemos una alternativa: o tomamos todo por cierto, o no. Si hacemos lo primero, terminamos muertos de aburrimiento con nosotros mismos y con el mundo. Si hacemos lo segundo y borramos la historia personal, creamos una niebla a nuestro alrededor, un estado muy emocionante y misterioso en el que nadie sabe por dónde va a saltar la liebre, ni siquiera nosotros mismos. (…) Cuando nada es cierto, nos mantenemos alerta, de puntillas todo el tiempo.” (39-40)
Otro paso más consiste en “perder la importancia personal”, situarnos en el mundo como parte de él, ni más, ni menos. Olvidar la perspectiva de considerarse alguien “separado” frente a un mundo del que pretendemos apropiarnos.
“Ahora nos importa perder la arrogancia. Mientras te sientas lo más importante del mundo, no puedes apreciar en verdad el mundo que te rodea. Eres como un caballo con anteojeras: nada más te ves tu mismo, ajeno a todo lo demás.” (47)
“El mundo que nos rodea es un misterio. Y los hombres no son mejor que ninguna otra cosa. Si una plantita es generosa con nosotros, debemos darle las gracias, o quizá no nos deje ir.” (50)
“No puedes dejar estos montes desolados sin dar las gracias. Un guerrero jamás da la espalda al poder sin pagar los favores recibidos.” (194-195)
Una enseñanza que nos ayuda a situarnos en el lugar apropiado: tomar conciencia de la inpermanencia. Aceptar la propia muerte como “consejo” que transforma el sentido de todo. No deja espacio para las tonterías, pues, de hecho, no hay tiempo.
“¿Cómo puede uno darse tanta importancia sabiendo que su muerte le está acechando? (…) Una inmensa cantidad de mezquindad se pierde con sólo que tu muerte te haga un gesto, o alcances a echarle un vistazo, o nada más con que tengas la sensación de que tu compañera está allí vigilándote.” (62)
“La muerte es la única consejera sabia que tenemos. Cada vez que sientas, como siempre lo haces, que todo te está saliendo mal y que estás a punto de ser aniquilado, vuélvete hacia tu muerte y pregúntale si es cierto. Tu muerte te dirá que te equivocas: que nada importa en realidad más que su toque. Tu muerte te dirá: todavía no te he tocado.” (…) “Uno de nosotros tiene que pedir consejo a la muerte y dejar la pinche mezquindad de los hombres que viven sus vidas como si la muerte nunca los fuera a tocar.” (63)
Otra estrategia de transformación personal, o de silenciamiento ante la Realidad, es evitar las rutinas que nos hacen tan previsibles para los demás; hace falta aprender a no entrar en el juego de la depredación de los otros, aprender a “hacerse inaccesible”. En contrapartida, cuando necesitamos interactuar con el mundo, con los otros, hacerlo sobriamente, de forma frugal y delicada, destrozando lo mínimo.
“…ponerse fuera del alcance no significaba ocultarse ni guardar secretos, sino ser inaccesible. Deja que te lo diga de otro modo -prosiguió, pacientemente-. No tiene caso esconderte si todo el mundo sabe que estás escondido.
Tus problemas de ahora surgen de allí. Cuando estás escondido, todo el mundo sabe que estás escondido, y cuando no, te pones en medio del camino para que cualquiera te dé un golpe.” (103) (…) “Debes ponerte fuera del alcance -explicó-. Debes rescatarte de en medio del camino.” (104)
“Ser inaccesible significa tocar lo menos posible el mundo que te rodea. No comes cinco perdices, comes una. No dañas las plantas sólo para hacer una fosa para barbacoa. No te expones al poder del viento a menos que sea obligatorio. No usas ni exprimes a la gente hasta dejarla en nada, y menos a la gente que amas.” (107)
“Preocuparse es ponerse al alcance sin quererlo. Y una vez que te preocupas, te agarras a cualquier cosa por desesperación; y una vez que te aferras, forzosamente te agotas o agotas a la cosa o a la persona de la que estás agarrado.” (108)
“Ya te dije que ser inaccesible no significa esconderse ni andar con secretos -dijo él calmadamente- . Tampoco significa que no puedas tratar con la gente. Un cazador usa su mundo lo menos posible y con ternura, sin importar que el mundo sean cosas o plantas, o animales o personas o poder. Un cazador tiene trato íntimo con su mundo, y, sin embargo, es inaccesible para este mismo mundo. (…) Es inaccesible porque no exprime ni deforma su mundo. Lo toca levemente, se queda cuanto necesita quedarse, y luego, se aleja raudo, casi sin dejar señal alguna.” (108)
Esta idea se complementa con la de evitar las rutinas que convierten a nuestro mundo en algo previsible y familiar. Con la metáfora del cazador y su presa, nos muestra que sin actitud vigilante somos presa fácil de los programas sociales, los prejuicios de los contemporáneos, las ficciones que nos hacen ser “controlables”. La libertad es algo que se aprende.
“Un cazador digno de serlo no captura animales porque pone trampas, ni porque conoce las rutinas de su presa, sino porque él mismo no tiene rutinas. Esa es su ventaja. No es de ningún modo como los animales que persigue, fijos en rutinas pesadas y en caprichos previsibles; es libre, fluido, imprevisible.” (114)
“Todos nosotros nos portamos como la presa que perseguimos. Eso, por supuesto, nos hace ser la presa de algún otro. Ahora bien, el propósito de un cazador, que conoce todo esto, es dejar de ser él mismo una presa. ¿Ves lo que quiero decir?” (115)
“Un cazador debe vivir como cazador para sacar lo máximo de su vida. Por desdicha, los cambios son difíciles y ocurren muy despacio. A veces, un hombre tarda años en convencerse de la necesidad de cambiar.” (119)
“Vivir como un guerrero” es una propuesta atrevida, todo un programa de vida que parte persiguiendo un espíritu o ánimo de no separación del mundo (no somos “alguien venido a este mundo”, ¡somos el mundo!) Tenemos todo el poder en nuestras manos… pero no para uso personal. El poder es como una energía del mundo en nosotros. Es necesario actuar (porque el mundo actúa a través nuestro), pero con abandono, sin buscar el propio provecho. Todas las tradiciones espirituales apuntan en esta dirección, en la de trascender el ser programado para devenir libres, creativos, capaces de verdadero amor. ¡Una revolución! O una mutación…
“Lo más difícil en este mundo es adoptar el ánimo de un guerrero -dijo él- . De nada sirve estar triste y quejarse y sentirse justificado de hacerlo, creyendo que alguien nos está siempre haciendo algo. Nadie le está haciendo nada a nadie, mucho menos a un guerrero.” (159) (…) “La pena no encaja con el poder dijo-. El ánimo de un guerrero implica que el guerrero se controla y al mismo tiempo se abandona.” (160)
“Uno necesita el ánimo de un guerrero para cada uno de sus actos -dijo-. De otro modo uno se achueca y se afea. No hay poder en una vida que carece de este ánimo. Mírate tu mismo. Todo te ofende y te inquieta. Chillas y te quejas y sientes que todo el mundo te hace bailar a su son. Eres una hoja a merced del viento. No hay poder en tu vida. ¡Qué feo debe de sentirse eso!
Un guerrero, en cambio, es un cazador. Todo lo calcula. Eso es control. Pero una vez terminados sus cálculos, actúa. Se deja ir. Eso es abandono. Un guerrero no es una hoja a merced del viento. Nadie lo empuja; nadie lo obliga a hacer cosas en contra de sí mismo o de lo que juzga correcto. Un guerrero está entonado para sobrevivir, y sobrevive del mejor modo posible.” (172)
“Un guerrero podría sufrir daño, pero no ofensa -dijo-. Para un guerrero no hay nada ofensivo en los actos de sus semejantes mientras él mismo esté actuando dentro del ánimo correcto. (…) Lograr el ánimo de un guerrero no es cosa sencilla. Es una revolución.” (173)
“El poder es algo con lo cual un guerrero se las ve -repuso-. Al principio es un asunto increíble, traído a la mala; hasta pensar en el poder es difícil. Eso es lo que te está pasando ahora. Luego, el poder se convierte en cosa seria; uno capaz ni lo tenga, o ni siquiera se dé cuenta cabal de que existe, pero uno sabe que hay algo allí, algo que no se notaba antes. Es en ese entonces que el poder se manifiesta como algo incontrolable que le viene a uno. No me es posible decir cómo viene ni cómo es en realidad. No es nada, y sin embargo hace aparecer maravillas delante de tus propios ojos. Y finalmente, el poder es algo dentro de uno mismo, algo que controla nuestros actos y a la vez obedece nuestro mandato.” (143)
Vivir alertas, con atención a todo y a todos, nos hace capaces de aprovechar los regalos de la vida, y alimentar nuestra propia convicción experimental de que la vida, vivida como “guerreros”, es un privilegio y una responsabilidad.
“Hay algo que ya por ahora debías tener en cuenta -dijo don Juan-. Yo lo llamo el centímetro cúbico de suerte. Todos nosotros, guerreros o no, tenemos un centímetro cúbico de suerte que salta ante nuestros ojos de tiempo en tiempo. La diferencia entre un hombre común y un guerrero es que el guerrero se da cuenta, y una de sus tareas consiste en hallarse alerta, esperando con deliberación, para que cuando saltes u centímetro cúbico él tenga la velocidad necesaria, la presteza para cogerlo.
La suerte, la buena fortuna, el poder personal, o como lo quieras llamar es un estado peculiar de cosas. Es como un palito que sale frente a nosotros y nos invita a arrancarlo. Por lo general, andamos demasiado ocupados, o preocupados, o estúpidos o perezosos, para darnos cuenta de que es nuestro centímetro cúbico de suerte. Un guerrero, en cambio, siempre está alerta y duro, y tiene la elasticidad, el donaire necesario para agarrarlo.” (322-323)
“Sólo como guerrero se puede sobrevivir en el camino del conocimiento -dijo-. Porque el arte del guerrero es equilibrar el terror de ser hombre con el prodigio de ser hombre.” (365)
(Cetr, junio 2015)