Skip to content

Walt Whitman, poemas

 

 

Presentamos dos textos de este poeta que expresan de manera espléndida el volverse a las cosas

 

“¡Vamos!, ¿quién exagera el valor de un milagro?
En cuanto a mí, no conozco otra cosa que milagros,
Sea que vague por las calles de Manhattan,
O que lance la mirada sobre los tejados de las casas hacia el cielo.,
O que me pare bajo los árboles en los bosques,
O que converse, de día, con alguien quien amo, o que duerma en el
lecho, de noche, con alguien a quien amo,
O que me siente a la mesa a cenar con los demás,
O que mire a los desconocidos que pasan ante mí en el ómnibus,
O que observe a las abejas agitarse alrededor de la colmena en una tarde de verano,
O a los animales que pacen en los campos,
O a las aves, o la maravilla de los insectos en el aire,
O el prodigio del ocaso o de las estrellas que relucen tranquilas,
O la curva leve, delicada, exquisita de la luna nueva en la primavera;
Todas estas cosas, y las otras, y todas, son para mí milagros,
El todo concorde y, no obstante, todas las cosas separadas y en su lugar.
Para mí cada una de las horas de la luz y de las tinieblas, es un milagro,
Cada una de las pulgadas cúbicas del espacio, es un milagro,
Cada una de las yardas cuadradas de la superficie de la tierra, está sembrada de milagros,
En cada pie del seno de la tierra, pululan los milagros.
Para mí el mar es un milagro constante,
Los peces que nadan, las rocas -el movimiento de las olas- los navíos con los hombres que llevan,
¿No son los milagros más extraños?”

(Milagros dentro de WHITMAN, Walt, Hojas de hierba, Visor libros, Madrid, 2008, p. 813. 815)

“Descanso abstraído y escucho las hermosas consejas de las cosas y de las razones de las cosas,
Son tan hermosas, que me codeo a mí mismo para escucharlas.
No puedo contar a persona alguna lo que oigo -no me lo puedo contar a mí mismo- es demasiado maravilloso.
No es cosa insignificante este globo redondo y encantador, que se mueve con tanta exactitud, siempre en su órbita, sin un salto y sin el error de un segundo,
No creo que haya sido hecho en seis días, ni en diez mil años, ni en diez billones de años,
Ni diseñado ni construido por partes, como un arquitecto diseña y construye una casa.
No creo que setenta años sean la vida de un hombre o de una mujer,
Ni que setenta millones de años sean la vida de un hombre o de una mujer,
Ni que los años hayan jamás de interrumpir mi existencia, ni la de ninguna otra persona.
¿Es un prodigio que yo sea inmortal, si todos somos inmortales?;
Sé que es un prodigio, pero mi vida es también un prodigio, y mi concepción en el vientre de mi madre es también un prodigio,
Y que de una criatura haya llegado, en el arrastrarme sonámbulo de un par de inviernos y de estíos, a hablar y andar; todo esto es también un prodigio.
Y que en esta hora mi alma te abrace, y que influyamos el uno en el otro sin vernos, y acaso sin vernos jamás, es igualmente un prodigio.
Y que yo pueda pensar pensamientos como éstos, es también un prodigio,
Y que yo pueda hacer que los pienses y que los conozcas como verdaderos, es también un prodigio.
Y que la luna gire alrededor de la tierra, y que avance con la tierra, es también un prodigio,
Y que las dos se equilibren con el sol y con las estrellas, es también un prodigio.

(Extractos de ¿Quién aprende toda mi lección? dentro de WHITMAN, Walt, Hojas de hierba, Visor libros, Madrid, 2008, p. 823)

Volver arriba