Marià Corbí Hace décadas que aprendí a volverme a las cosas, y desde entonces lo he estado practicando con toda la intensidad que he sabido. Pero lo que he planteado en los últimos apartados, de alguna manera, es un paso más en mi concepción de lo que es el camino espiritual, no solo para mí si no para los miembros de las sociedades de conocimiento y para las sociedades en tránsito. Lo que creo que es novedad es que he comprendido que estos tipos de sociedades tienen las cosas más claras, nítidas y sencillas de lo que había imaginado. Las nuevas sociedades que, o no pueden creer o tienen dificultades para mantener las creencias, bastará que adopten una actitud parecida a la de los artistas. Los artistas no necesitan hacer divina a la belleza, ni enviarla a los cielos, se vuelven solo, con todo el corazón y la mente, a las cosas, para poder captar su belleza multiforme e inacabable para sentirse conmovidos y necesitados de decir el milagro, la maravilla y el misterio que vieron en las humildes cosas de nuestro mundo, modelado por nuestra necesidad en cada tipo de cultura. Y lo que con sus creaciones son capaces de decir vale para todas las culturas y para todos los pueblos y toda la historia humana, si los humanos tienen la sensibilidad suficientemente educada.
La mirada técnica y la mirada libre de formas en las formas
Somos un animal con un doble acceso a la realidad. Un acceso relativo a las necesidades humanas dominado por las formas y otro no relativo a las necesidades humanas y no condicionado por las formas.
Uno de nuestros principales sentidos, como animales depredadores que somos, es la mirada. Mirar el mundo es una forma de sentir el mundo y, por tanto, dependiendo de como lo miremos, nuestro sentir estará condicionado a ello.
Miramos el mundo desde un lenguaje concreto y actualmente, el lenguaje que da forma a nuestra mirada, es el lenguaje abstracto de las ciencias y las tecnologías. Nuestra forma de mirar el mundo está construida desde la técnica; una mirada que instrumentaliza el entorno y nos impide volver a las cosas de una manera limpia, es decir, liberada de las formas en las formas.
En las sociedades de conocimiento, el dominio de lenguaje abstracto construye la barrera científica y tecnológica que nos dice que una flor es simplemente una flor, o como mucho, nos proporciona una mirada biológica de la flor. En ella no vemos el misterio de los mundos porque nuestro mirar está encerrado en el prisma científico y tecnológico.
La mirada técnica es el mirar propio de las sociedades del conocimiento. No podemos renunciar a él porque está ligado a la forma de sobrevivir. Sin una mirada técnica, no podríamos generar el conocimiento propio de las ciencias ni usarlo técnicamente para manipular el entorno ni adaptarlo a nuestras necesidades. Pero esta mirada técnica dominada por el dogmatismo de las formas (Nishida) ve en la realidad únicamente objetos disponibles para satisfacer los deseos del animal egoísta. Si observamos el mundo exclusivamente como un objeto del cual poder extraer el máximo de rendimiento en el corto y medio plazo, estaremos sometidos a la mirada técnica y esto, sin un mirar liberado de las formas en las formas, puede conducirnos a la extinción.
Volverse a las cosas implica un mirar liberado de las formas en las formas, un mirar atécnico que no instrumentaliza la realidad, sino que la mira con interés, distanciamiento y silencio. La mirada libre de formas en las formas implica reconocer la apertura a la dimensión absoluta. Muestra que la realidad no está sometida a una única interpretación, sino que ella misma se escapa del lenguaje científico y tecnológico en la que está encerrada. La mirada libre de formas en las formas diluye las fronteras que individualizan la realidad mostrando que no hay cosas aisladas, sino que todo es la dimensión absoluta: “El cielo está tan bajo como la tierra; las montañas son tan llanas como los pantanos” (Zhuangzi 33) o citando a Dôgen “las montañas fluctúan sobre las nubes y caminan a través del cielo (…)”
La mirada libre de formas en las formas nos permite comprender que no hay diferencia entre la nube y la montaña. Nos vuelve a las cosas para mostrarnos que el cielo, que pensamos y sentimos diferente de la tierra, está tan bajo como ésta y que la montaña es tan llana como el pantano. La mirada técnica dominada por las formas bloquea el sentir sin forma y establece diferencias en la realidad.
La mirada técnica y la mirada libre de formas en las formas han de estar constantemente en interdependencia. Manejarnos solo desde la mirada técnica encierra al mundo en su forma privándolo de su misterio. Quedarnos solo con la mirada libre de formas en las formas imposibilita el hacer técnico, pero la interdependencia entre ambas formas de mirar implica poner la mirada técnica al servicio de la vida, que es un sentir en interdependencia que surge de la forma de sobrevivir; la mirada libre de formas en las formas hace flexible la mirada técnica diciendo que la realidad no está ahí para satisfacer nuestros intereses y que debemos depredar el entorno o manipularlo técnicamente desde el cuidado, la admiración y el amor por todas las cosas.
Somos animales que han de vivir en interdependencia con el entorno, pero hemos de definir los pilares de esta interdependencia. La mirada libre de formas en las formas ha de ser como la verdadera doctrina que no aniquila lo que es. Y la mirada técnica ha de ser como el verdadero vacío que no es distinto de lo que tiene forma.
La mirada en las sociedades del conocimiento ha de ir del ser al no-ser y del no-ser al ser constantemente. Ha de mirar la forma sabiendo que no hay forma pero que únicamente se presenta en formas, es una mirada relativa a las necesidades humanas que hace pie en la dimensión absoluta.
Esta mirada libre de formas en las formas, que ha de cultivarse con cualidad humana y cualidad humana profunda, despierta el sentir profundo propio del animal humano y esto, llevado a la práctica científico y tecnológica, permitirá un desarrollo de las tecnociencias no enfrentado a la naturaleza. Si caemos en el dogmatismo de las formas (Nishida), no hay dualidad en la técnica humana y la naturaleza; si hay dualidad, la técnica se enfrenta a la naturaleza. Tecnología y naturaleza han de ser interdependientes y para que esto suceda, la mirada técnica y la mirada libre de formas en las formas han de estar presentes en el vivir humano.