Francesc Torradeflot Las joyas de las sabias y sabios son como las ramas del nido de los pájaros, imprescindibles cobijos para poder aprender después a volar libres y a disfrutar del aire fresco y de la vida en plenitud. La sabiduría es el regazo tierno y maternal cuidado que vivifica. Es necesaria pero no suficiente, es un hogar y un solaz, pero después hay que volar. Es un placer para mí poder compartir esta muestra del tesoro de humanidad que la vida nos ha regalado...
AHORA NAVEGO EN MÍ MISMO UN AGUA MÁS DESNUDA Y TRANSPARENTE
Poemas de Josep Palau i Fabre (1917-2008)
(Selección de Poemas del alquimista. Proa)
La gran carrera del mar
A AMÀLIA TINEO
La gran carrera del mar siempre distinta
me atrae por las sirenas imposibles
y por los delfines relucientes –fulgor de espadas-
y los azules, siempre más azules de las lejanías.
Ahora navego en mí mismo un agua
más desnuda y transparente, más impalpable.
Una agua como un aire. Madrugada
del corazón, en paz, sin barco ni oleaje;
sin delfines ni remos, sin cuerda ni asidero;
un agua sólo agua y agua y agua.
(p.106)
me atrae por las sirenas imposibles
y por los delfines relucientes –fulgor de espadas-
y los azules, siempre más azules de las lejanías.
Ahora navego en mí mismo un agua
más desnuda y transparente, más impalpable.
Una agua como un aire. Madrugada
del corazón, en paz, sin barco ni oleaje;
sin delfines ni remos, sin cuerda ni asidero;
un agua sólo agua y agua y agua.
(p.106)
Pasa la luz por caminos escondidos
A JOAN TRIADÚ
Pasa la luz por caminos escondidos
y llega al corazón de la tiniebla:
para la luz no hay confines,
por todas partes pone su toque febril.
Ahora la luz me viene de dentro
y me quema ojos y párpados.
Se afinan pálidos violines
cuando la mañana la paz celebra.
Si algún día me pierdo, será la luz
la que me habrá poseído por la mirada.
La luz me mira al trasluz
y me hace un guiño como una hada.
Hacia arriba voy ya que, por la luz,
el alma llevo endomingada.
(p.107)
Triunfo de elevada locura
A JOAN PERUCHO
Me subo hasta lo más alto de mí mismo
y miro:
y me veo más transparente.
Yo no sabía, no, que el viento
pudiera tener mi cabellera
y estar tan contento.
Ahora toda hora me enquimera
y me lanzo, desde mí,
a cielos, abismos, rutas sin fin.
No tengo tiempo de amar: mi brazo no es lo bastante largo
-Clara, Bárbara, amigas-
para poderos abarcar
para poder alcanzar la vida.
Y, para que lo sepáis, aprendo a escribir en prosa
la rosa.
(p.108)
Despedida
Ya no sé escribir, ya no sé escribir más.
La tinta me embadurna los dedos, las venas…
-He dejado en el papel toda la sangre.
¿Dónde podré decir, dónde podré dejar dicho, dónde podré escribir
la pulpa del fruto de oro sino en el fruto,
la tormenta en la sangre sino en la sangre,
el árbol y el viento sino en el viento de un árbol?
¿Dónde podré decir la muerte sino en mi muerte,
muriéndome?
Lo demás son palabras…
Nada mejor sabré escribir ya.
Demasiado cerca de la vida vivo.
Las palabras se me mueren dentro
y yo vivo en las cosas.
(p.193)