La llama
La vieja llama no se apaga. Las tormentas, las Impiedades, todo Lo que renuncia no Le impiden temblar como un cuerpo deseado. Insiste en el fracaso del mal, aunque Sangres sin límites mancharon El corazón primero, el que Cambiaba días cada furia. La llama está escrita y no perdida. Frecuenta tierras imprecisas Que va haciendo. Juan Gelman, Valer la pena, Visor de poesía, 2008Selección Pepa Torras Virgili
Libre de cualquier plegaria
No obres de antemano, No envíes nada fuera, Mantente Dentro: Transfundido de nada, Libre de cualquier Plegaria, Sutilmente acordado según La pre-inscripción Insuperable, Yo te acojo En lugar de toda Paz Paul Celan, Lichtzwang, Cuaderno de versiones de José Ángel Valente, Galaxia GutenbergSelección Pepa Torras Virgili
Morada de la luz
El hosco cielo va rodando arriba Y amenaza sobre los montes negros. Al fin será esta casa mi morada Y hasta lo que es más duro en ella (ese muro De piedra, tan rotundo) Dormirá sosegado en mi pupila. En esta casa el tiempo es la ternura Y siempre callo hasta que sea el silencio Lo que discurra dentro de mis venas. En mi morada no hay días ni noches. Mi morada es mi día y es mi noche. Cada mínima estancia es azotea. Floto en su soledad, bebo en su sombra; Si ascendiendo a los desvanes de la luz Desciendo hasta un saber que ya no sabe. Esta casa, en quietud, está girando -planetario de amor- en torno del remanso de los cuerpos. En ella voy, sin ir, a cada sitio Y a sus goces regreso sin marcharme. Todo cuanto busqué, aquí lo encuentro. Esta morada es mundo sin…
La luz a ti debida
Sé que llegará el día en que ya nunca Volveré a contemplar Tu mirada curiosa y asombrada. Tan sólo en tus pupilas Compruebo todavía, Sorprendido, La belleza del mundo -y allí, en su centro, tú, iluminándolo. Por eso, ahora, Mientras aún es posible, Mírame mirarte; Mete todo tu asombro En mi mirada, Déjame verte cuando tú me miras También a mí, Asombrado De ver por ti y a ti, asombrosa. Ángel González, Otoños y otras luces, Editorial Tusquests, 2008Selección Pepa Torras Virgili
Sin más peso
Por un Dios que se ría como un niño Tanto grito de pájaro, Tanta danza en las ramas, Un alma que da sin más peso, Los prados tienen una tal ternura, Un tal pudor en los ojos revive, Las manos como hojas Se encantan en el aire... ¿Quién teme ya, quién juzga? Giuseppe Ungaretti, Sentimiento del tiempo, Galaxia Gutenberg, Selección Pepa Torras Virgili