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La luz a ti debida

Sé que llegará el día en que ya nunca Volveré a contemplar Tu mirada curiosa y asombrada. Tan sólo en tus pupilas Compruebo todavía, Sorprendido, La belleza del mundo -y allí, en su centro, tú, iluminándolo. Por eso, ahora, Mientras aún es posible, Mírame mirarte; Mete todo tu asombro En mi mirada, Déjame verte cuando tú me miras También a mí, Asombrado De ver por ti y a ti, asombrosa. Ángel González, Otoños y otras luces, Editorial Tusquests, 2008Selección Pepa Torras Virgili

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Sin más peso

Por un Dios que se ría como un niño Tanto grito de pájaro, Tanta danza en las ramas, Un alma que da sin más peso, Los prados tienen una tal ternura, Un tal pudor en los ojos revive, Las manos como hojas Se encantan en el aire... ¿Quién teme ya, quién juzga? Giuseppe Ungaretti, Sentimiento del tiempo, Galaxia Gutenberg, Selección Pepa Torras Virgili

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Rabindranath Tagore, Últimos poemas

La vida que fluye por mis venas, noche y día, Danza en ritmos maravillosos en los cielos, Circula a través de los poros de la tierra, Llevando alegría a las hojas, flores y granos. Año tras año, vida y muerte saltan Con la marea y flujo de los océanos. Esa vida perpetua late por mis miembros, Dándoles majestad, Y el latir de las Edades Baila en mis nervios. Rabindranath Tagore, Últimos poemas, Visor de poesía, 2002Selección Pepa Torras Virgili

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El libro de horas

Aunque todos se esfuerzan por salir de sí mismos Como de la prisión que les odia y encierra, Existe un gran milagro en este mundo: Yo lo siento: se vive toda vida. ¿Quién, entonces, la vive? ¿Son las cosas, que como melodía no tocada, en la tarde se quedan, como en arpas? ¿Son los vientos, que alientan las aguas, son las ramas, que están haciendo señas, son las flores, que tejen los perfumes, son las largas, vetustas alamedas? ¿Son los calientes animales, que andan, son las aves, que extrañas se remontan? ¿Quién la vive? ¿Tú, Dios, vives la vida? Rainer Maria Rilke. El libro de horas. Editorial Lumen, 1993

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Poemas sufíes

¿Qué puedo hacer, oh musulmanes?, pues no me reconozco a mí mismo. No soy cristiano, ni judío, ni mago, ni musulmán. No soy del Este, ni del Oeste, ni de la tierra, ni del mar. No soy de la mina de la Naturaleza, ni de los cielos giratorios. No soy de la tierra, ni del agua, ni del aire, ni del fuego. No soy del empíreo, ni del polvo, ni de la existencia, ni de la entidad. No soy de India, ni de China, ni de Bulgaria, ni de Grecia. No soy del reino de Irak, ni del país de Khorasan. No soy de este mundo, ni del próximo, ni del Paraíso, ni del Infierno. No soy de Adán, ni de Eva, ni del Edén, Ni Rizwan. Mi lugar es el sinlugar, mi señal es la Sinseñal. No tengo cuerpo ni alma, pues pertenezco al alma del Amado. He desechado…

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