El esplendor de la nada
Las palabras no son nuestra meta final, ni siquiera se le parecen, pero construyen el camino de llegada y, una vez llegados, todas ellas se funden en ese silencio feraz del que salieron, el silencio docto y vivo, el no-saber de Sócrates y de los místicos renanos. Rafael Redondo se ha visto obligado a escribir -el lector lo sentirá pronto- movido por una necesidad interna que está mucho más allá de cualquier intención o propósito personales. (Vicente Gallego, poeta).