Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos.
Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana.
Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
El misterio de los mundos
¡Oh misterio de los mundos!
¡Oh gran incógnita!
Hemos hablado en diversas ocasiones del “misterio de los mundos”, pero como es una noción -que no concepto- pensamos que sería útil tratarlo otra vez con más detenimiento.
El misterio de los mundos inmensos no es conjunto de la astronomía, de las matemáticas, de la física, de la biología, ni el conjunto de todos nuestros saberes científicos. Todos esos saberes de lo inmensamente grande y de lo inmensamente pequeño son modelaciones de nuestro cerebro, nuestros sensores ayudados por máquinas, de nuestro sentir. Nuestro cerebro, nuestros sensores y nuestro sentir fueron construidos en la evolución de la vida para la sobrevivencia adecuada de un animal terrestre. Su lengua es también algo construido para que sobrevivamos mejor los cambios que se produzcan en el medio, o los que nosotros provoquemos en él.
Nuestras facultades fueron creadas por la vida para esa función de sobrevivencia, no para que describamos los cielos inmensos o las partículas subatómicas. Las modelaciones no son descripciones de los astros o de las partículas, son modelaciones, en un cierto sentido, a nuestra medida.
Si esto es así, las realidades no son como las describen nuestros saberes. No podemos saber cómo son más allá de nuestras modelaciones. Ese no saber es el misterio de los mundos inmensos.
Sabemos del misterio de los mundos, porque nuestra condición lingüística tiene un acceso doble a la realidad; un acceso relativo a nuestras necesidades del que surgen las modelaciones y un acceso absoluto que no tiene nada que ver con nuestras necesidades, le llamamos absoluto porque está ahí independientemente de nosotros. Ese acceso absoluto es la dimensión absoluta, es el misterio de los mundos. Misterio porque no lo podemos concebir ni representar de ninguna manera adecuada; podemos referirnos a él con figuras simbólicas, con circunloquios verbales, con narraciones. Pero los apuntamientos que se hagan de él no son a un dios, ni aun dimensión espiritual que haya que creer; hace referencia a un dato inmediato y directo que se muestra desde el seno de nuestras modelaciones de todas las cosas y de nosotros mismos.
¿Qué podemos saber de ese misterio de los mundos, apoyándonos es su carácter de dato inmediato?
Sabemos que está ahí, pero no podemos decir de él que “sea o no sea”, porque es inobjetivable y de lo que no es objetivable no se puede afirmar que sea o que no sea.
Nunca podremos afirmar con conceptos descriptivos cómo es o si es. Ni tampoco podremos jamás crear símbolos que sean adecuados. Y si el misterio de los mundos se nos revelara, sería siempre en su misterio incalificable, si nos descubriera su propio misterio, sería para nosotros radicalmente incomprensible. Por nuestra condición animal no podríamos ni comprender ni sentir lo que no es objetivable, lo que ni existe ni no existe, lo que no es individual.
La dimensión absoluta, el misterio de los mundos inmensos no es un individuo, ni un conjunto de individuos, porque la individuación de las realidades es una creación de la necesidad, que precisa acotarse a sí mismo con un conjunto de necesidades y capacidades de satisfacerlas y concebir lo que puede satisfacer esas necesidades cono una individualidad, como un conjunto de individuales.
Es también un dato primario que la dimensión absoluta que se presenta en nuestras modelaciones como “no otra” de las modelaciones, se afirma espontáneamente como la realidad de todo lo real. El misterio de los mundos que uno siente ante un cielo estrellado se afirma como el origen y la realidad de todo, también de quien lo contempla.
Es dato inmediato y directo que la dimensión absoluta está ahí y que es la realidad de toda realidad.
El misterio de los mundos es el ser único de todos los seres, cuando los vivientes sienten, él es “como” si sintiera. Ponemos “como” porque es de forma inconcebible. La lucidez humana, el sentir humano muestra que el misterio de los mundos es “como” sentir, como lucidez, como conciencia, pero no como nosotros lo podemos modelar, sino desde lo inconcebible. Por eso Ramana Maharshi dice que en la cueva del corazón reside el Corazón Sagrado. Mahoma afirma que en el corazón hay como una hornacina donde brilla una luz sagrada.
La dimensión absoluta, el misterio de los mundos es “como” el Gestor interno y externo de lo humano y de todos los seres. La gestión es “no otra” de la gestión que ejercen todas las criaturas sobre sí mismas.
El ciprés que hay frente a mi ventana se gestiona por sí mismo, pero su realidad no es una individualidad, es el misterio inmenso de los mundos; por tanto, hay una misteriosa gestión que es la real que pertenece al misterio de las inmensidades de los mundos.
*
“Así viene”
El misterio de los mundos
“viene así”,
como ciprés, como escarcha,
como niebla de mañana,
como el sol de amanecer.
No hay encarnación
ni en ciprés o escarcha,
ni en sol matutino.
Los seres en que aparece
el que “viene así”,
no tienen ser propio,
no son, son vacíos.
Formas del que “así viene”,
que también está vacío
de toda individualidad,
no es sujeto u objeto.
Todo es vacío,
“así viene Eso”;
veneración,
amor completo.
(Perplejidades, 142)
Vacío de mí
Todo está vacío de ser propio,
porque está lleno del misterio de los mundos.
Yo estoy vacío de ser propio
porque estoy lleno del misterio de los mundos.
(En el portal de lo oscuro, p.130)
Misterio de los mundos
Misterio de los mundos,
mi íntimo misterio;
me creí individuo.
Ya vuelvo.
Ya vuelvo. (Perplejidades, p. 158)