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El sentido del asombro

Rachel Carson (1907-1964), bióloga, es considerada la inspiradora el ecologismo moderno, gracias a su libro La primavera silenciosa, en el que denunció el uso indiscriminado del DDT. Su gran legado fue enseñarnos que no hay mejor manera de preservar la naturaleza que experimentar su grandeza.
Son pequeños fragmentos de su libro: El sentido del asombro. Ediciones Encuentro, 2012. [traducción de: The Sense of Wonder. 1956] https://www.edicionesencuentro.com/libro/el-sentido-del-asombro/

 

Si yo tuviera influencia sobre el hada madrina, aquella que se supone preside el nacimiento de todos los niños, le pediría que le concediera a cada pequeño el don del sentido del asombro tan indestructible que le durara toda la vida, como un inagotable antídoto contra el aburrimiento y el desencanto de años posteriores, la estéril preocupación de problemas artificiales, el distanciamiento de la fuente de nuestra fuerza.

            Para mantener vivo en la niñez su innato sentido del asombro, sin contar con ningún don concedido por las hadas, se necesita la compañía de al menos una persona adulta con quien poder compartirlo, redescubriendo con ella la alegría, la expectación y el misterio del mundo en que vivimos. […] Creo sinceramente que para esa joven vida, y para los padres que buscan guiarle, no es ni siquiera la mitad de importante conocer como sentir. Si los hechos son la semilla que más tarde producen el conocimiento y la sabiduría, entonces las emociones y las impresiones de los sentidos son la tierra fértil en la cual la semilla debe crecer. Los años de la infancia son el tiempo para preparar la tierra. Una vez que han surgido las emociones, el sentido de la belleza, el entusiasmo por lo nuevo y lo desconocido, la sensación de simpatía, compasión, admiración o amor, entonces deseamos el conocimiento sobre el objeto de nuestra conmoción. (28-29)

            Explorar la naturaleza con los hijos es, sobre todo, una cuestión de receptividad a lo que encuentras a tu alrededor. Es volver a aprender a usar tus ojos, oídos, nariz y yemas de los dedos, abriendo los canales de las impresiones sensoriales en desuso.

            Para la mayoría de nosotros, el conocimiento de nuestro mundo viene en gran medida a través de la vista, miramos alrededor con tales ojos que no ven que somos parcialmente ciegos. Una manera de abrir tus ojos a la belleza inapreciada es preguntarse: «¿Qué pasaría si nunca lo hubiera visto?» «Qué pasaría si supiera que no lo veré nunca otra vez?» (31)

            ¿Cuál es el valor de conservar y fortalecer este sentido de sobrecogimiento y de asombro, este reconocer algo más allá de las fronteras de la existencia humana?, ¿es explorar la naturaleza sólo una manera agradable de pasar las horas doradas de la niñez o hay algo más profundo?

            Estoy segura de que hay algo más profundo, algo que perdura y tiene significado. Aquellos que moran, tanto científicos como profanos, entre las bellezas y misterios de la tierra nunca están solos o hastiados de la vida. Cualquiera que sean las contrariedades o preocupaciones de sus vidas, sus pensamientos pueden encontrar el camino que lleve a la alegría interior y a un renovado entusiasmo por vivir. Aquellos que contemplan la belleza de la tierra encuentran reservas de fuerza que durarán hasta que la vida termine. Hay una belleza tan simbólica como real en la migración de las aves, en el flujo y reflujo de la marea, en los repliegues de la yema preparada para la primavera. Hay algo infinitamente reparador en los reiterados estribillos de la naturaleza, la garantía de que el amanecer viene tras la noche, y la primavera tras el invierno. (44-45)

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