José Manuel Bobadilla Somos un animal con un doble acceso a la realidad. Un acceso relativo a las necesidades humanas dominado por las formas y otro no relativo a las necesidades humanas y liberado de las formas. Uno de nuestros principales sentidos, como animales depredadores que somos, es la mirada. Mirar el mundo es una forma de sentir el mundo y, por tanto, dependiendo de como lo miremos, nuestro sentir estará condicionado a ello. Miramos el mundo desde un lenguaje concreto y actualmente, el lenguaje que da forma a nuestra mirada, es el lenguaje abstracto de las ciencias y las tecnologías. Nuestra forma de mirar el mundo está construida desde la técnica; una mirada que instrumentaliza el entorno y nos impide volver a las cosas de una manera limpia, es decir, liberada de las formas en las formas.
En las sociedades de conocimiento, el dominio de lenguaje abstracto construye la barrera científica y tecnológica que nos dice que una flor es simplemente una flor, o como mucho, nos proporciona una mirada biológica de la flor. En ella no vemos el misterio de los mundos porque nuestro mirar está encerrado en el prisma científico y tecnológico.
Celebración de Navidad 2020
Adaptándonos a los tiempos que corren, este año hemos celebrado la Navidad on-line, el 21 de diciembre. En una conexión abierta, tuvimos la oportunidad de saludarnos y desearnos unas felices Navidades, y de compartir un rato de silencio, proyectando un pequeño video (28 min.) que podéis ver aquí:
Música de J.S. Bach (la Suite nº2 e sí menor) y una selección de imágenes que nos permitirán detenernos y profundizar en estos textos (de Marià Corbí):
Jesús de Nazaret, con su vida, con sus actos y sus palabras reveló la dimensión absoluta de la realidad. Como la de todos los grandes maestros de lo sutil, la suya no fue una revelación de fórmulas, sino la revelación de la presencia del Absoluto.
Nos propone que, desde el silencio y la vigilancia, nos demos cuenta y sintamos desde lo más hondo que «Eso que ahí viene», el misterio de los mundos, en todo lo que nos rodea y en nosotros mismos, es un sentir. Un sentir la realidad, el cosmos, el cielo y la tierra, la vida, lo que nos rodea e incluso nuestro propio interior, como benevolencia y solicitud incondicional, como no-temor, proximidad, confianza completa, paz.
Jesús a ese sentir le llamaba «el padre».
***
Como para los restantes animales, nuestra relación con el medio, con el mundo, es primariamente un sentir. El sentir es lo más fundamental de nuestra condición.
***
En mi sentir siempre hay una noticia de lo absoluto, aunque solo sea como “ruido de fondo”: en lo hermoso, lo extraño, lo indeciblemente complejo que es todo lo que me rodea, incluso la propia existencia.
***
La noticia de la dimensión absoluta –de mí y de toda realidad– absorbe al “yo” haciendo comprender que el “yo” es esa misma dimensión y no “otro” de ella.
***
El mundo es un sentir de nada y de nadie, sobre nada y nadie.
Eso se conmueve frente a Eso.
***
És una commoció en la unitat que espurneja en el sentir dels humans. El sentir humà són espurnes del gran foc. Reconèixer el gran foc que crema en nosaltres és la realització humana.
***
Es una conmoción en la unidad que chisporrotea en el sentir de los humanos.
El sentir humano son solo chispas del gran fuego.
Reconocer el gran fuego que arde en nosotros es la realización humana.
***
Cuando reconocemos la belleza, la inmensa complejidad, la dulce vida, estamos reconociendo la unidad de la gran hoguera.
No es el ego, siempre interesado, el que reconoce, es la totalidad de nuestro sentir el que reconoce. Es el fuego que nos constituye el que sabe que es el gran fuego.
***
¿Qué fuego habrá que encender cuando no somos “otro” del gran fuego? Mi sentir, el gran misterio de los mundos, no es de nadie venido a este mundo, mi sentir es del misterio de los mundos.
***