Música de J.S. Bach (la Suite nº2 e sí menor) y una selección de imágenes que nos permitirán detenernos y profundizar en estos textos (de Marià Corbí):
Jesús de Nazaret, con su vida, con sus actos y sus palabras reveló la dimensión absoluta de la realidad. Como la de todos los grandes maestros de lo sutil, la suya no fue una revelación de fórmulas, sino la revelación de la presencia del Absoluto.
Nos propone que, desde el silencio y la vigilancia, nos demos cuenta y sintamos desde lo más hondo que «Eso que ahí viene», el misterio de los mundos, en todo lo que nos rodea y en nosotros mismos, es un sentir. Un sentir la realidad, el cosmos, el cielo y la tierra, la vida, lo que nos rodea e incluso nuestro propio interior, como benevolencia y solicitud incondicional, como no-temor, proximidad, confianza completa, paz.
Jesús a ese sentir le llamaba «el padre».
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Como para los restantes animales, nuestra relación con el medio, con el mundo, es primariamente un sentir. El sentir es lo más fundamental de nuestra condición.
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En mi sentir siempre hay una noticia de lo absoluto, aunque solo sea como “ruido de fondo”: en lo hermoso, lo extraño, lo indeciblemente complejo que es todo lo que me rodea, incluso la propia existencia.
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La noticia de la dimensión absoluta –de mí y de toda realidad– absorbe al “yo” haciendo comprender que el “yo” es esa misma dimensión y no “otro” de ella.
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El mundo es un sentir de nada y de nadie, sobre nada y nadie.
Eso se conmueve frente a Eso.
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És una commoció en la unitat que espurneja en el sentir dels humans. El sentir humà són espurnes del gran foc. Reconèixer el gran foc que crema en nosaltres és la realització humana.
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Es una conmoción en la unidad que chisporrotea en el sentir de los humanos.
El sentir humano son solo chispas del gran fuego.
Reconocer el gran fuego que arde en nosotros es la realización humana.
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Cuando reconocemos la belleza, la inmensa complejidad, la dulce vida, estamos reconociendo la unidad de la gran hoguera.
No es el ego, siempre interesado, el que reconoce, es la totalidad de nuestro sentir el que reconoce. Es el fuego que nos constituye el que sabe que es el gran fuego.
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¿Qué fuego habrá que encender cuando no somos “otro” del gran fuego? Mi sentir, el gran misterio de los mundos, no es de nadie venido a este mundo, mi sentir es del misterio de los mundos.
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