Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos. Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana. Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
EL ALIENTO DE LA VIDA: PRÂNA
Raimon Panikkar
(traducción de L’alè de la vida, en: Iniciació als Veda. Fragmenta 2008, p.42-47)
Viento, aliento y vida forman una tríada que hace miles de años el hombre experimentaba como una totalidad única, dado que los tres están profundamente relacionados y se pertenecen el uno al otro. La característica común de los tres es el movimiento. El movimiento es el alma, el principio vital de todos los fenómenos de los tres mundos. El viento no es tan sólo aire, sino aire en movimiento. El aliento es el movimiento mismo del aire en el interior de los seres vivos. La vida es intrínsecamente movimiento, algo que se mueve de algún modo sin cambiar de lugar. La experiencia se da a un nivel de realidad más profundo, donde aún no se ha llegado a esta dicotomía fatal entre la materia y el espíritu.
La vida es un factor que lo impregna todo en la estructura de la realidad. Una cosa sin vida está muerta, es decir, es no-ser. El viento nos revela que la tierra está viva. El aliento es el vínculo íntimo entre vida y materia.
Sin seres vivos, la vida en sí sólo es una abstracción. Incluso el ser no es nada si no existe ningún ser vivo.
El himno que sigue, dedicado a prâna, combina de manera magistral los diversos aspectos de esta visión del mundo. El aliento de la vida es el símbolo de la vida misma, la vida tal como se manifiesta en los seres vivos, y, precisamente por eso, también es muerte y fiebre, lluvia, sol y luna, y no esta separado del Padre de todos los seres. La vida, ¿No tiene necesidad de la muerte para afirmarse a sí misma? ¿Existiría el Ser si no existiera un Origen que fuese testimonio de su ser, de su fluir?
En la última estrofa, un verso difícil parece sugerir que el misterio de la conciencia personal esta vinculado a la identificación de la persona con este aliento de la vida: “Yo soy esta vida. Imploro poder abrazar este aliento de vida para poder vivir: En verdad, Tu eres Yo”. La conquista de la inmortalidad significa ser consciente de que la vida es vida y que por tanto no muere, o bien que yo soy en la medida en que hago real mi identidad con la vida.
1. ¡Alabado sea el Aliento de la Vida!
Él domina en este mundo,
señor de todas las cosas
y fundamento de todo.
5. Cuando el Aliento de la Vida la extensa tierra
con lluvia riega,
los rebaños exultan:
“Tendremos abundancia”, dicen.
7. ¡Alabado seas, oh Aliento, cuando llegas,
y alabado seas cuando te vas!
Cuando te elevas
y cuando permaneces tranquilo, ¡alabado seas tú!
10. El Aliento de la Vida abraza con cuidado todos los seres
como un padre a su hijo;
señor de todas las cosas,
las que respiran y las que no respiran.
14. Un hombre inspira, expira,
dentro de sí.
Animado por ti,
sale una vez más a la luz.
15. Viento poderoso te llaman, ¡oh brisa!
El futuro y el pasado existen en él.
En el Aliento de la vida todas cosas se fundamentan.
24. De todo lo que ha nacido él es el Señor,
de todo lo que se mueve.
Inagotable, constante;
que mis plegarias hagan que el Aliento me ayude.
25. Despierto, él vela a los durmientes.
No cae exhausto.
Nunca nadie ha oído
que él duerma entre los durmientes.
26. Aliento de la Vida, no te olvides de mí.
En realidad, tú eres “yo”.
¡Como el Embrión de las Aguas
te ciño a mí para poder vivir!
(Atharva-veda XI, 4)