Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos.
Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana.
Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
ÉRASE UNA VEZ…
La moneda
En los montes Vindhya había un aldeano muy rico que perdió una moneda de cobre. Como era muy tacaño comenzó a buscarla desesperadamente entre los espesos matorrales, mientras pensaba: con esta moneda puedo hacer algún negocio y obtendré cuatro monedas y después ocho y después más y más. Buscó la moneda durante tres días, sin percatarse de que la gente se reía de él por tan estúpida ocurrencia. Al cuarto día, en lugar de la ansiada moneda, encontró una preciosa gema. La cogió y volvió a su casa donde vivió felizmente el resto de sus días.
¿Qué es lo que le hizo encontrar aquella piedra preciosa? Sin duda, su avaricia que le obligaba a rastrear el bosque día y noche. ¡El discípulo que escucha las enseñanzas de un maestro, también obtiene una cosa muy distinta de la que busca! El avaro Kirata no habría encontrado la piedra preciosa si no hubiera buscado tenazmente su miserable moneda de cobre durante tres días.
(Yoga Vâsishtha: un compendio. Madrid, Etnos, 1995. p.415)
Quién sabe…
Un campesino vivía con su hijo en la montaña cuidando animales. De todos, el caballo era el que mas necesitaba para realizar los trabajos diarios.
Una mañana, cuando el muchacho salió a trabajar, se dio cuenta de que el caballo había desaparecido. Desconsolado, fue donde su padre.
-¿»Mala suerte» dices? ¡Quién sabe! –fue todo lo que respondió el viejo. Y continuó ocupado en su trabajo.
A los pocos meses, el caballo volvió a la granja, acompañado por una yegua. El hijo, feliz, avisó enseguida a su padre. «¡Mira qué suerte, padre!»
-¿»Buena suerte» dices? ¡Quién sabe! –fue todo lo que comentó.
Al poco tiempo, el hijo cayó de la yegua y se rompió una pierna, quedando inútil para el trabajo para una buena temporada. «¡En tiempo de siega! ¡Qué mala suerte!» –le decían los vecinos al padre.
– ¿Mala suerte? Quién sabe…
Unas semanas después, llegaron los soldados y reclutaron a todos los jóvenes para la guerra. A causa de su renquera, el chico no fue seleccionado…
– ¡Qué suerte has tenido! –le decían.
– Quizás. Quién sabe…
Había aprendido la lección…
(Narración popular china)
El gramático y el barquero
Cierto gramático se subió a una barca. Muy presumido él, se volvió al barquero y le dijo: «Has estudiado gramática?» «No», respondió el barquero. El otro dijo: «¡pues has perdido la mitad de la vida!».
El barquero se apesadumbró pero no contestó. El viento llevó la embarcación hasta un remolino. Entonces el barquero le gritó al gramático: «Dime sabio, ¿sabes nadar?» «No», respondió el otro. «Pues me parece, elocuente y apuesto gramático, que has perdido toda tu vida, ¡pues esta barca se hunde!»
(Rumi. Mathnawi. ed. Sufi, v.I, p.224)
El gato del vecindario
Cuentan que, cuando un conocido gurú se sentaba en el templo a pronunciar sus oraciones, un gato del vecindario solía entrar y distraía a los congregados. Esto hizo que el sacerdote finalmente ordenara que se atase al felino en una columna durante el servicio divino. Cuando el gurú hubo fallecido, el gato siguió atado durante las oraciones. Muerto el animal, los fieles trajeron al templo otro gato, al cual ataban mientras tenía lugar el culto. Siglos después los discípulos del gurú escribieron sesudos tratados sobre la significación litúrgica de atar un gato a la columna durante el servicio divino.
(narración tradicional hindú)
Abluciones
Guru Nanak –el fundador del sikhismo- hizo largos viajes con su amigo Mardana, en busca de las enseñanzas de los maestros. Conocieron a monjes renunciantes, preguntaron a sacerdotes en los templos, se instruyeron en la interpretación de las distintas escrituras sagradas; indagaron en el sentido de las prácticas ascéticas, de los cultos y las devociones, buscando respuestas a sus inquietudes. Algunos de sus diálogos quedaron recogidos. En Haridwar, por ejemplo, a orillas del Ganges, encontraron a un grupo que, en sus abluciones, lanzaban agua en dirección al sol naciente, en honor a sus antepasados. Nanak se acercó y empezó a echar agua en la dirección opuesta.
– ¿Qué haces? –le preguntaron.
– Estoy regando mis campos –respondió.
– ¿Cómo quieres que el agua llegue hasta tus campos? –le dijeron.
– Si el agua puede llegar hasta vuestros antepasados que están en el otro mundo, ¿cómo no va a llegar hasta mis campos que, aunque lejos, están en este mundo?
(narración de la tradición sikh)