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La solución no consiste en volver atrás

En mayo (2025) moría Sebastiâo Salgado, el fotógrafo brasileño que a través de su obra documentó los grandes retos contemporáneos: migraciones, trabajo, medio ambiente… No hacía mucho que habíamos podido disfrutar de Amazonia, su última exposición. Bellísima, impactante.  Junto con Lélia Wanick, su esposa, crearon el Instituto Terra, un proyecto de reforestación en tierras brasileñas. A modo de homenaje, compartimos algunos fragmentos finales del libro autobiográfico: De mi tierra a la Tierra. Memorias (La Fábrica, 2023. 164 p.) Un libro que vale la pena saborear de principio a fin.

foto de S.Salgado: Fernando Frazão, creativecommons.org

La solución no consiste en volver atrás

“Terminé los reportajes de Génesis con cerca de 70 años. Me agotaron físicamente. Tuve que enfrentarme a las inclemencias del tiempo, pasando de los climas más fríos a los más cálidos, de los más húmedos a los más secos y, sobre todo, recorrí a pie distancias enormes. En las ciudades estamos acostumbrados a andar sobre superficies planas, mientras que cuando caminas por la selva con los indígenas, el terreno es irregular. A menudo hay que saltar por encima de los árboles; algunos son muy grandes, hay que sentarse encima, girar el cuerpo a un lado y al otro para poder pasar. Las caídas son frecuentes. Los indígenas en cambio no se caen nunca. La primera vez que caminas por la selva resulta agotador, porque notas que ejercitas músculos que no utilizabas desde la infancia. En algunos casos son músculos que ni siquiera sabías que tenías. En definitiva, diría que mientras la mente es indultada, para el cuerpo es un castigo. Al cabo de ocho años estaba cansado, aunque interiormente regenerado. Para Éxodos, me enfrenté al lado más severo y violento de nuestra especie y creí que la especie humana no podría nunca lograr la salvación. Al realizar Génesis cambié de opinión.

En primer lugar, me encontré con el planeta. Ya había recorrido con anterioridad el mundo entero, pero en esta ocasión tuve la sensación de entrar en su interior. Observé el mundo de arriba abajo, recorriéndolo por completo. Descubrí los minerales, los vegetales y los animales y luego pude vernos, a nosotros, los seres humanos, tal y como éramos al principio de la humanidad, Esto me reconfortó mucho porque los primeros humanos eran muy fuertes. Eran además muy ricos en algo que perdimos después al volvernos urbanitas: nuestro instinto. Este instinto permite sentir y prever en gran medida cambios de temperatura o fenómenos climáticos mediante la observación del comportamiento de los animales. En realidad estamos abandonando nuestro planeta, porque la ciudad es un planeta diferente.

Vi lo que éramos antes de vernos abocados a la violencia de la ciudad, donde nuestro derecho al espacio, al aire, al cielo y a la naturaleza se ha perdido entre los muros. Hemos erigido barreras entre la naturaleza y nosotros. Por ende, ya no somos capaces de ver, de sentir… De ver un pájaro tras el cristal e imaginar que ese pájaro es el enamorado de otro con el que hace el amor; que ama a sus crías, que ha construido su nido sobre ese árbol, que depende del viento. Ya no sabemos que tiene toda una estructura de piel y de plumas capaces de protegerle de los rayos del sol, de la lluvia y de la nieve. Ya no vemos, ya no sabemos nada de eso. Al pasar tiempo con esos pueblos que viven como vivíamos antaño redescubrí estas maravillas. Me enriquecieron tantísimo… Si bien en mi libro La Main de l’Homme (La mano del hombre) me enorgulleció mostrar que somos un animal increíblemente ingenioso en lo que a producción se refiere, también vi que, en nuestro modo de vida, hemos hecho todo lo posible por destruir lo que garantiza la supervivencia de nuestra especie.

 

https://commons.wikimedia.org/wiki/File:AMAZONIA_-_Gran_Exposicion_Sebastiao_Salgado_-_Madrid_2023_05.jpg

No creo en la existencia de un gran creador que haya establecido el orden de la naturaleza y del conjunto del mundo vivo. Creo mucho más en la evolución, me considero discípulo de Darwin. Creo que existen ciertas leyes. Que las cosas se van formando en la dialéctica, en la acumulación de experiencia, en la maduración. Sin embargo, no todos los procesos de maduración se producen en un sentido positivo. Aún no tenemos explicación para el primer instante del comienzo, aunque sí podemos explicar científicamente la continuación. Génesis me dio la oportunidad de medir la edad de mi planeta. En el Sáhara pude ver piedras talladas hace 16.000 años; en Venezuela, montañas que tienen 6.000 millones de años. Esto le da otra dimensión a la vida: comprendemos que no es más que nuestro breve paso por el planeta.

Génesis me hizo ser consciente de que, a fuerza de alejarnos de la naturaleza mediante el urbanismo, nos hemos convertido en animales muy complicados; a fuerza de volvernos ajenos al planeta, nos convertimos en seres extraños. Sin embargo, este no es un problema irresoluble. El remedio pasa por la información y me sentiría feliz de haber podido contribuir a ello. Me gustaría conseguir que todo el mundo comprendiera que la solución frente al peligro al que se enfrentan las personas y todas las especies del planeta no consiste en volver atrás, sino en tornarse hacia la naturaleza. Es lo que estamos haciendo en Brasil Lélia y yo, replantando la selva. Solo los árboles son capaces de asimilar todo el co2 que producimos. Los árboles son las únicas máquinas capaces de transformar el co2 en oxígeno. El bosque asimila y transforma nuestra contaminación en madera. Es prodigioso. Más aún si tenemos en cuenta que, al plantar un bosque, es durante los primeros 20 años, en la fase de crecimiento de los árboles, cuando más co2 absorben.

Lélia y yo, junto con nuestros colegas del Instituto Terra, hemos plantado dos millones de árboles. Hemos calculado que, hasta la fecha, hemos transformado 97.000 toneladas de dióxido de carbono. Pero cada uno de nosotros en su ámbito puede hacer algo. Basta con sentir que esto nos concierne. Ni Lélia ni yo somos ricos. Nos refugiamos en Francia, hemos trabajado. La suerte en ocasiones nos ha ayudado y nos sentimos ahora orgullosos de poder reforestar este bosque, gracias al fruto de nuestro trabajo y gracias a todos aquellos que nos han ayudado. Aunque sobre todo gracias a nuestra energía. Una energía que proviene de una certeza: mirar hacia el planeta es el único. modo de vivir mejor. El mundo moderno urbanizado, lleno de normas y leyes, es castrador. Solo en la naturaleza recuperamos un poco de libertad. Esto fue lo que quisimos mostrar con Génesis, con los dos libros y la serie de exposiciones en todo el mundo.

Es curioso cómo hemos llegado hasta la problemática del medio ambiente. En ocasiones me pregunto cuál ha sido el motivo. La respuesta está en la época en la que vivimos. Al igual que años antes, los diferentes momentos de la historia nos condujeron a las transformaciones industriales, después a las migraciones. Para Lélia y para mí siempre será fundamental llevar una vida que participe de su época. Ser activos. Al final, cuando nos preguntamos cómo hemos llegado hasta aquí, al mirar atrás nos damos cuenta de que simplemente la vida nos ha llevado hasta donde estamos.

Para mí, la fotografía no es una militancia ni una profesión. Es mi vida. Adoro la fotografía, hacer fotos, sostener mi cámara entre las manos, estudiar los encuadres, jugar con la luz. Me encanta vivir con la gente, observar las comunidades, ahora también los animales, los árboles, las piedras. Mi fotografía es todo eso y no puedo decir que sean decisiones racionales las que me llevan a mirar en una u otra dirección. Es algo que viene de lo más profundo de mí. Y constantemente, el deseo de hacer fotografías me impulsa a partir de nuevo. A ir a ver otros lugares. A buscar otras imágenes. A seguir haciendo siempre nuevas fotografías.

 

 

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