Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos.
Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana.
Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
La elección entre lo urgente y lo importante
Existen poluciones químicas: contaminan los alimentos, el aire, el agua. Y poluciones psíquicas, que contaminan la mente, violan la intimidad, perturban la estabilidad interior. Eslóganes, publicidades y otras manipulaciones comerciales: disponemos de numerosos estudios sobre este materialismo psicotóxico, del que se sabe que provoca estragos múltiples y variados. Por ejemplo, que roba la atención, la conciencia y la interioridad. ¿En qué estado se acaba encontrando la mente, a base de que nos roben la atención?
Porque la atención se encuentra constantemente captada, atraída y, finalmente, fragmentada, segmentada. Al final se convierte en «dependiente» del ruido, de la parafernalia, de lo fácil, predigerido, o prepensado. ¿En qué estado se acaba encontrando la mente, a base de que nos roben la conciencia? La actividad mental está cargada de pensamientos, de comportamientos y de contenidos inútiles. (… ) Cada vez estamos más agobiados por estímulos externos y distracciones. Actividades vacías de contenido mental y comportamental. Por consiguiente, al igual que se necesitan silencios para que se pueda entender la palabra, se requiere espacio mental para que emerja la conciencia y la interioridad. El disco duro de la conciencia está ocupado por demasiadas cosas inútiles. ( 150 )
De la misma manera que el sedentarismo de las sociedades modernas ha hecho que el cuerpo necesite hacer deporte, la profusión de incitaciones despierta en la mente la necesidad de meditar. La atención plena ( mindfulness ) puede ayudarnos a acercarnos a las necesidades fundamentales: lentitud, sosiego, continuidad. Satisfacerlas constituye un paso importante. No urgente, pero sí importante.
En la vida hay cosas urgentes y cosas importantes. Cosas urgentes: responder a los e-mails, terminar el trabajo, ir a comprar, reparar un grifo que pierde… Si no hago lo que es urgente tendré problemas. Por lo tanto, me decido a ejecutarlo. Cosas importantes: caminar en medio de la naturaleza, mirar como pasan las nubes, hablar con los amigos, dedicar tiempo a respirar, a respirar, a no hacer nada, a sentirme vivo… Si no hago las cosas importantes no me pasará nada. Nada por ahora. Pero, poco a poco, la vida será más apagada, o triste, o extrañamente vacía de sentido.
Cada día de la vida tenemos conflictos entre lo urgente y lo importante. ¿Cómo hacer para no sacrificar totalmente las cosas importantes por las urgentes? ¿Cómo hacer, para no ir cediendo a la dictadura de las cosas urgentes, que provoca en nosotros que en cualquier instante una demanda cualquiera nos parezca ineludible, aunque en realidad no lo sea, o no tanto como pueda parecer?
Reflexionando, sin duda. Y meditando.
Sin embargo, incluso practicando la atención plena seguimos estando expuestos a este conflicto: apenas me he sentado, con los ojos cerrados, ya me asaltan pensamientos referentes al que tengo que hacer: «no te olvides de enviar este e-mail. No te olvides de llamar a tal persona. Deberías anotar esta idea antes de que se te olvide. En lugar de estar aquí, intentando meditar, sería mejor que te pusieras en pie y que hicieras todo esto antes de que se te vaya de la cabeza. Para colmo, hoy la sesión no te funciona, no tienes el ánimo dispuesto. Vamos, déjalo, levántate. Ya encontrarás otro momento. Meditar puede esperar. No tiene nada que ver con el trabajo… «.
Lo urgente siempre intenta recuperar el poco espacio que procuraba reservar a lo importante. Funciona así, tiene esa naturaleza. Si no me niego, si no me esfuerzo, no tengo salida. Viviré una no-vida de robot movedizo y vacío. ¿Es eso, lo que deseo?
La atención plena me enseña a proteger las cosas importantes. A decirme con respeto: «No, no. No me levanto, no abro los ojos, no detengo la sesión. Me quedo aquí, con los ojos cerrados, para hacerme consciente del aire, de la respiración del mundo alrededor mío. Es importante. Muy importante. Infinitamente importante. En este instante lo más importante es mantenerse, así». El hecho de haber aprendido a decir no a partir de los ejercicios de atención, el hecho de haber constatado la experiencia de este no, o de cómo me beneficia, poco a poco, se irá extendiendo al resto de la mi vida. Y me ayudará a volver a decir que no, me ayudará a tamizar la ola de las urgencias, a ganar clarividencia en relación a las falsas alarmas del «hazlo deprisa, enseguida «.
Sonrío, comprendo que cada uno de los pequeños combates ganados fortalece la lucidez y me hace más feliz. Y me va ayudando a conceder un lugar en la vida a lo que importa. (158-160)
Fragmento del libro de Christophe André: Meditar día a día. 25 lecciones para vivir en mindfulness. Barcelona, Kairós, 1013