Marta Granés Hoy la ejecución de los sentidos pasa por los aparatos tecnológicos. Pero la tecnología no proporciona experiencias sensitivas directas que inmiscuyan todos los sentidos, y como animales que somos, los necesitamos completamente activados para sentirnos plenamente vivos.
Tener la atención focalizada en lo tecnológico reduce fisiológica y psicológicamente el uso de los sentidos (se reduce al oído y a la vista) y esto restringe la riqueza de la experiencia humana.
Podríamos afirmar que los jóvenes de ahora son la generación más amputada sensitivamente de la historia y, lo peor es que no notan la ausencia puesto que nunca han vivido otra cosa. Lo cualitativo nunca ha estado ahí.
Persona humana o respeto del orden en las cosmologías bantú
Jean-Bosco Botscho
Este texto es un fragmento de «Cosmologías tradicionales africanas y dignidad de la persona humana«, documento que encontraran completo en el apartado e-docs de esta web. click aquí
Jean-Bosco Botsho. Licenciado en Relaciones internacionales y en Derecho, miembro de la Asociación Intercultura i del CEII de la Universidad Autónoma de Barcelona. Presidente de la Asociación AFRICAT, trabaja en el Centro Interreligioso del Ayuntamiento de Barcelona.
La noción del orden en las cosmologías bantú puede ser aplicada al cosmos en general y a cada uno de los componentes del mismo componente. En el marco de este texto nos limitaremos al orden como principio de jerarquía entre seres humanos miembros de una misma comunidad. Las cosmologías que estudiamos reconocen la existencia de una pluralidad de criterios susceptibles de ser considerados para ordenar en particular los seres humanos dentro de una misma comunidad. Esta pluralidad de criterios implica que una misma comunidad humana es regida no por un modelo único de jerarquización sino por una diversidad de sistemas de clasificación siendo cada uno de ellos basado en un criterio determinado.
Sin embargo, la misma diversidad de jerarquías no significa igualdad entre ellas porque las cosmologías que nos interesan afirma la primacía de la sabiduría (“la sagesse”) sobre todos los otros criterios y por lo tanto la preeminencia de la jerarquía basada en la misma calidad. Dentro de una misma comunidad humana la pluralidad de los sistemas de jerarquización asegura una variabilidad del estatuto de cada miembro que desemboca en la consideración que todo ser humano merece de ser respetado. La preeminencia de la sabiduría significa que en las cosmologías bantú el valor más determinante de la persona humana se sustenta no en elementos materiales, contingentes pero en principios transcendentales.
A continuación indicaremos unos ejes centrales de la pluralidad de los sistemas de jerarquización y de la preeminencia de la sabiduría según las cosmologías bantú.
1. Multiplicidad de las jerarquías
En contrario de lo que se cree a menudo, según las cosmologías bantú, toda comunidad humana constituye un conjunto cuyas configuración y repartición de los poderes son diferentes según los criterios de jerarquización utilizados para ordenar los miembros de la misma comunidad. Por lo tanto es errónea la creencia según la cual dentro de las comunidades tradicionales bantú existe un orden-jerarquía único basado en un criterio exclusivo de ordenación. Se puede en contrario hablar de un conjunto de sistemas de ordenación fundados cada uno en un criterio preciso. Entre los mismos criterios figuran por ejemplo los siguientes: el orden de ascendencia, la edad, la sabiduría, la identidad del sexo (femenino o masculino), la identidad del espíritu del cual se cree que cada uno es portador, la función o la profesión de la persona, la riqueza material, la autoridad moral, etc.
Dentro de la misma comunidad, la pluralidad de los sistemas de ordenación comporta entre otras consecuencias la variabilidad del rango y del estatuto de las personas según los criterios y los sistemas de clasificación considerados. Una persona puede, de una parte, pertenecer a un rango superior al de otra persona en el marco de un sistema de ordenación fundado en un criterio determinado, y, de otra parte, pertenecer a un rango inferior al de la misma persona cuando los miembros de la comunidad están ordenados según un criterio diferente. La diferencia y la alternancia de los rangos atribuidos, dentro de la comunidad, al mismo individuo obliga las personas a adoptar siempre comportamientos adaptados al conjunto de los diferentes sistemas de ordenación en los cuales figuran. Este imperativo de búsqueda de equilibrio entre las diferentes jerarquías individuales promueve una cultura de moderación, de respeto mutuo, de diálogo y de consenso sabiendo que todos somos al mismo tiempo inferiores y superiores los unos respecto a los otros.
Muchas costumbres ilustran la existencia de la pluralidad de jerarquías de que estamos hablando. Por ejemplo, del punto de vista del número de los años, las mayores y los mayores prevalen sobre las personas que tienen menos años que ellas y ellos. Pero cuando la jerarquía está articulada por ejemplo en torno al criterio de la preponderancia del espíritu o de los espíritus que cada uno lleva, en algunas comunidades bantú se nota que, teniendo en cuenta que se cree que las gemelas y los gemelos son portadores de espíritus especiales, las mismas gemelas y los mismos gemelos se sitúan en un rango superior a los otros seres humanos, incluso cuando éstos últimos son de lejos mayores que las mismas gemelas y los mismos gemelos. Otro ejemplo nos está dado en las relaciones entre madres y padres, de una parte, y, hijas y hijos, de otra parte. La madre o el padre que ha dado a su hija o a su hijo el apellido de su madre se comportará con autoridad respecto a esta hija o a este hijo como tiene que comportarse una madre o un padre. Pero esta autoridad siempre tendrá que ser acompañada del respeto respecto a la hija o al hijo en particular porque el hecho de llevar el apellido de la madre de la madre o de la madre del padre eleva la hija o el hijo al rango de la misma madre de la madre o de la misma madre del padre.
2. La sabiduría, criterio central de la jerarquización
El criterio principal de la jerarquía en las cosmologías bantú es la sabiduría, es decir la capacidad de ver a las personas, de ver las causas y las circunstancias de la vida con una mirada serena, equilibrada y profunda. La sabiduría conduce a discernir la verdadera esencia de cada ser, de cada cosa, es decir lo que cada ser, cada cosa es en realidad, más allá de las apariencias. En otros términos, la sabiduría permite de ir más allá de lo visible, de lo material para “VER” el mundo invisible que constituye la sustancia determinante de la realidad. El alto valor reconocido a las personas que poseen la sabiduría es debido al hecho que en las cosmologías bantú lo invisible, lo trascendental constituye la verdadera dimensión de la vida.
Ser un “sabio” es por lo tanto ser maestro de la CIENCIA de la vida. Tenemos que subrayar el hecho que el respeto y el honor que se reconocen a las mayores y a los mayores en las cosmologías africanas no se justifican sólo por el número de los años o la ascendencia. En efecto, las mayores, los mayores merecen nuestro respeto porqué se presume que con el número de años de existencia y de experiencias es improbable que sus ojos no se hayan ya abierto a los secretos que rigen el mundo. Vejez, sabiduría y prestigio social configuran una trilogía que ilustra la originalidad de la dignidad de la persona humana en particular en el universo cultural bantú.