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Poemas enjaulados

Una pequeña selección del poemario que, bajo este título publica, Pre-Textos (2020). Mahvash Sábet los escribió desde la cárcel. Nacida en Irán (1953), estudió pedagogía y psicología. Fue profesora y directora de un instituto del que fue despedida por el gobierno por ser miembro de la comunidad bahá’í. Fue detenida en 2008 por el mismo motivo y sentenciada a veinte años de cárcel. En 2018 fue puesta en libertad.

 

Gorrión

Hoy,
al pasar por el patio de la cárcel
me encontré a un gorrión.
Picoteaba un trozo de pan bien congelado,
una migaja fría, en la nieve.
«Tú y yo somos los dos prisioneros hambrientos», le dije.
Y así, en aquel instante, abandonoó la miga y se alejó volando.
Ante eso pensé:
«¿Acaso eres tú menos que este pobre gorrión?
Dime, ¿por qué no sueltas el pan igual que el pájaro?
Deja esa miga y vuela
aunque te roa el hambre».        (p. 53)

 

Alguien debe

Alguien debe de haber que desee esta vida,
alguien debe de haber que la comprenda,
alguien debe intentar explicar qué sentido
tiene vivir así, tan sin sentido,
alguien debe poder esclarecer
toda esta oscuridad interminable,
alguien debe mostrar el sentimiento
de la angustia y la pena
de estas gentes perdidas.
Alguien debe de haber que desee esta vida.
Alguien debe de haber que la comprenda.       (p. 77)

 

El sol

Me apoyo en mi sombra
y es al sol al que debo estar de pie:
¡Sol mío! ¿A dónde vas?
¡Quédate, quédate!

De estas pesadumbres hacinadas
en este sufrimiento,
sólo te tengo a ti como refugio:
¡Sol mío! ¿a dónde vas?
¡Quédate, quédate!       (p. 157)

 

 

El amor a la tierra

Tú que eres consciente de la ley
de la gravedad
que llamas a la semilla a contemplar la tierra,
¿no ves cuán noble es la forma en que ésta
espera a las raíces,
la forma cariñosa en que ama
a las semillas
y cuán ignorante es mi pisada,
tan ignorante hasta de la pureza
de esta tierra tan vasta y tan verde?
Yo soy consciente
de esta mi nimiedad ante la tierra.
¿Dónde estará en mi generosidad
inmaculada y noble?
Llévame a lo más hondo de las aguas
-¡tan frías y arrogantes!-,
húndeme en la corriente
y ahoga esta alga.

Llévame a lo más hondo
siendo como yo soy consciente
de esta mi pequeñez ante la tierra.       (p. 165)

Siempre conmigo

No sé por qué
este corazón mío palpitante
no llega a acostumbrarse a una vida al revés.
Como tampoco sé
por qué mi corazón no pasa la frontera
de las llagas que provoca el temor
para alcanzar la tierra del hastío.
¿Por qué mi alma no viaja
a los sueños del horror
y esta boca muda
por qué no podrá ya jamás acostumbrarse
a un lenguaje tan sólido?
¿Y cómo puede ser que,
aquí,
no puedo ser capaz
de la mudanza que genera el hábito?

Estás conmigo, tú siempre estás conmigo,
creciendo en mis adentros, vivo en mi corazón.
Si no me he muerto aquí
es porque no pueden arrebatarme
aquello que jamás voy a perder.           (p. 213)

 

Mi querida comunidad

Por como yo te amo
creo que debo ser como un pequeño pez
y tú como el océano.
¡Cuánto te quiero, oh vasta y extraña inmensidad!
Llena eres de fe.
¡Cuánto te quiero, oh abismo azulado,
repleto de corales y de perlas!
¡Cuánto te quiero,
oh tú, luz perdurable!
¡Oh pureza sin límites,
oh tú que estás viva y das vida!
Cómo te amo a ti,
comunidad querida.            (p. 223)

 

Te saludo de nuevo

Anoche en medio de una oscuridad perturbadora
me encontré, sosteniendo entre los brazos,
con fuerza sorprendente,
los dos hemisferios de la Tierra.

Entre las palmas
calientes de mis manos
esos helados polos
se iban derritiendo.
Y yo, una mujer,
en el punto más alto de la Tierra,
saludé al amor una vez más.            (p. 225)

 

Bendito

Bendita la semilla cuyos brotes se abren
y benditos los brotes que afloran en la rama,
y bendita la rama que se colma de flores
y benditas las flores, esas flores pacientes
que producen los frutos
y benditos los frutos que albergan más semillas.
Benditas las semillas, los brotes y las ramas
y benditas las flores también, benditas sean.
Bendito sea el mundo que has creado Tú.             (p. 229)

 

Catarata

Me posee el amor eternamente,
en este oleaje embravecido
hablo de ti
porque esta riada interminable,
cual una catarata, me clava más adentro.

Aquí la humanidad se ha evaporado
en los fogones de los sufrimientos
a veces en lo más
profundo de mi ser sigo apreciando
la existencia abundante de la pérdida.
Incluso aunque no vea ningún signo de ti
me llega la fragancia de tu verso.
Quédate aquí conmigo,
caudalosa frescura,
quédate aquí conmigo.              (p. 231)

 

 

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